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TRIBUNA
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El efecto Wilders

El giro a la derecha de Países Bajos se va a sentir con intensidad en la UE, especialmente en lo que respecta al Pacto Verde y a la ampliación al Este

Geert Wilders, el 24 de noviembre en La Haya.
Geert Wilders, el 24 de noviembre en La Haya.PIROSCHKA VAN DE WOUW (REUTERS)
Wolfgang Münchau

Italia tiene a Giorgia Meloni, Hungría a Viktor Orbán, Eslovenia a Robert Fico y Países Bajos pronto tendrá a Geert Wilders. Es difícil imaginar una alternativa a un Gobierno presidido por Wilders, uno de los líderes de la derecha europea más conocidos y extravagantes. Su Partido por la Libertad (PVV, por sus siglas en holandés) pasó de 17 a 37 escaños en el Parlamento holandés, que tiene un total de 150. Los distintos partidos liberales y conservadores obtuvieron peores resultados de lo esperado. En teoría, todos ellos podrían unirse contra Wilders y formar una coalición con el centroizquierda de Frans Timmermans, excomisario europeo. Pero todos se han derechizado con los años.

La victoria de Wilders no puede reducirse al aumento de la inmigración. Países Bajos tiene, en comparación con Alemania, Reino Unido y Francia, una tasa de inmigración neta relativamente baja. Es posible que el atentado terrorista de Hamás haya influido. Wilders es un firme defensor de Israel, país al que se refirió en una ocasión como “un faro y la única democracia en una región oscura y tiránica”. Creo que su oposición a las políticas de los verdes es un factor importante. Y también lo son los cambios geopolíticos y la contrarrevolución frente a los concienciados progres en las sociedades occidentales.

Pero Wilders también necesitará socios para gobernar. El aliado más importante será Peter Omtzigt, exdemocristiano que fundó su propio partido el pasado agosto, llamado Nuevo Contrato Social. Al igual que Wilders, también es euroescéptico.

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Otro socio importante será el Movimiento Campesino-Ciudadano, opuesto a las políticas de los verdes. Ha aumentado su porcentaje de votos y pasado de tener un diputado a siete. Pero su mayor golpe político fueron las elecciones del pasado marzo al Senado, en las que se convirtieron en el partido más votado. Los gobiernos necesitan mayorías en ambas cámaras del Parlamento holandés para aprobar leyes. El gran asunto del Movimiento Campesino-Ciudadano en aquel entonces fue una protesta contra los planes del Gobierno de reducir a la mitad las emisiones de nitrógeno de aquí a 2030, lo que exigiría un descenso masivo de la ganadería y del uso de fertilizantes.

En ningún sitio se sentirá con tanta intensidad el giro a la derecha de la política holandesa como en Bruselas. La UE tiene experiencia en tratar con populistas, como Orbán o el Gobierno polaco saliente. Wilders es una amenaza mucho más potente porque Holanda es el tercer mayor contribuyente neto al presupuesto de la UE.

Con sus 37 escaños, Wilders no podrá desencadenar un Nexit, es decir, la salida de Países Bajos de la UE. Pero él y otros líderes de la derecha europea han cambiado de estrategia. Ya no hacen campaña por la salida de la UE o del euro. Ahora prefieren luchar contra la Unión desde dentro. Sin el apoyo de Países Bajos en particular, será más difícil para la UE llevar a cabo sus proyectos insignia.

El más importante de todos ellos es el Pacto Verde, un paquete legislativo para garantizar el objetivo de emisiones netas cero de aquí a 2050. Ese paquete se acordó en 2020, una época en la que los tipos de interés eran bajos y el dinero crecía en los árboles verdes. También era una época en la que los gobiernos no se enfrentaban a las mismas presiones presupuestarias que hoy.

Lo que ha ocurrido también desde entonces es que la gente ha empezado a contar los costes. Los propietarios de viviendas se ven obligados a financiar la cara sustitución de calefacciones de gasóleo y gas. Muchos agricultores irán a la quiebra. Una coalición entre Wilders y el Movimiento Campesino-Ciudadano intentará bloquear el programa. Incluso el centroderecha del Parlamento Europeo, que antes apoyaba el Pacto Verde de Ursula Von der Leyen, ha empezado a oponerse a la agenda de la UE para combatir el cambio climático. A principios de este año, votaron en contra de la Ley de Restauración de la Naturaleza. Es muy posible que el año que viene surja una mayoría antiecologista en el Parlamento Europeo.

El otro gran proyecto amenazado es la ampliación. La Comisión recomendó recientemente iniciar las negociaciones de adhesión con Ucrania, Moldavia y Bosnia-Herzegovina. La ampliación exigirá una reforma de las finanzas y los procedimientos de votación de la UE. Wilders no aceptará de ninguna de las maneras la ampliación si esta implica un nuevo aumento de las contribuciones netas de Países Bajos al presupuesto de la UE. Italia y Francia tampoco tienen margen de maniobra fiscal. Orbán ya ha amenazado con vetar el último paquete de ayuda financiera de la UE a Ucrania. No hay nadie a la vista con capacidad y voluntad de financiar a Ucrania. Y tampoco creo que los actuales receptores netos de fondos de la UE —encabezados por Polonia, Grecia y Hungría— quieran renunciar a las cuantiosas entradas de capital para su país.

Las elecciones europeas de junio del año que viene posiblemente serán el gran momento para los partidos de la derecha. Todos obtienen buenos resultados en los sondeos. El partido alemán AfD, posiblemente el más extremista de todos, alcanza el 21% según las últimas encuestas. Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, sigue siendo el partido más popular en Italia, con un 29%. Reagrupamiento Nacional, de Marine Le Pen, consigue el 24%. Estas cifras, si se mantienen, apuntarían a un gran aumento de la cuota de los dos bloques de derechas en el Parlamento Europeo.

Wilders y Meloni también tendrán la oportunidad de enviar a sus propios comisarios europeos a Bruselas. La última vez, ambos países mandaron a políticos de centroizquierda. Los populistas invadirán todos los niveles: Comisión, Consejo y Parlamento.

Supongo que el Pacto Verde se diluirá, como acaba de ocurrir en Reino Unido. También me cuesta ver la unanimidad necesaria para que Ucrania se convierta en miembro de la UE. Ha habido periodos en los últimos 70 años en los que la integración europea se frenó en seco. Ahora, por primera vez, amenaza con dar marcha atrás.


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