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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sánchez pone al PSOE ante el espejo

La inédita reflexión privada de Pedro Sánchez obliga al partido a comenzar el debate sobre un futuro sin su liderazgo

Uno de los simpatizantes concentrados ante la sede del PSOE en Madrid el pasado sábado en apoyo de su secretario general sostiene una copia del libro de Pedro Sánchez.
Uno de los simpatizantes concentrados ante la sede del PSOE en Madrid el pasado sábado en apoyo de su secretario general sostiene una copia del libro de Pedro Sánchez.Violeta Santos Moura (REUTERS)
El País

Los cinco días que Pedro Sánchez se ha tomado para calibrar su continuidad al frente del Gobierno han situado al PSOE frente al espejo. En privado, hay dirigentes que reconocen que se le han “visto las costuras” a un PSOE en el que el hiperliderazgo de su secretario general ha ocupado todos los espacios desde que Sánchez se impuso en las primarias de mayo de 2017, gracias al apoyo masivo de la militancia frente a Susana Díaz y todos los pesos pesados del socialismo en España.

Durante su mandato —que mantuvo a flote y devolvió al gobierno a un partido que en esta década vio crecer como nunca el espacio a su izquierda—, no se ha movido ninguna pieza orgánica sin el consentimiento de Sánchez y, a pesar de la intensidad de la agenda institucional como presidente del Gobierno, ha estado al día de cada detalle del partido. Si ha tenido la percepción de que alguien de su equipo iba por libre, su clara determinación ha sido cortar por lo sano cualquier aspiración. Paradójicamente, ha sido el propio secretario general quien estos días ha alimentado el debate sucesorio al amagar con un paso atrás que nadie esperaba hasta la semana pasada. Ha sido Pedro Sánchez quien, por primera vez, ha situado al conjunto de los socialistas ante el precipicio de un PSOE sin él y lo ha hecho, además, en un momento especialmente delicado para el partido.

Las encuestas no reflejan un desplome del PSOE (el barómetro de abril de 40dB. para EL PAÍS le sitúa en el 30% de los votos, a pesar del desgaste del debate de la ley de amnistía), pero los socialistas atraviesan una coyuntura de especial complejidad tras el 28-M, cuando perdieron gran parte de los gobiernos autonómicos. En la actualidad, el PSOE solo conserva los ejecutivos de Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra y tiene pendiente la consolidación de nuevos liderazgos en los territorios donde no gobierna. Con este panorama y a la espera de cómo se resuelvan las elecciones en Cataluña, en este momento, el único gran soporte del PSOE es el Gobierno de España.

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La dimisión repentina del presidente habría supuesto un enorme elemento de inestabilidad en el conjunto del PSOE y habría frustrado cualquier intento de hacer una renovación ordenada en las federaciones socialistas que, a excepción de la Comunidad Valenciana, Extremadura y Galicia, tienen que celebrar aún sus congresos regionales. Lo previsto, hasta ahora, es que se convoquen en cascada tras el congreso federal ordinario. Este está previsto para 2025, pero el calendario político podría llevar a adelantarlo a otoño.

Al día siguiente del anuncio de que continuará en el Gobierno, Sánchez ha querido este martes en la Cadena SER zanjar las especulaciones sobre el pos-sanchismo en el PSOE y ha declarado su voluntad de continuar como candidato en las próximas elecciones. Con este mensaje de confianza a su electorado y a las bases socialistas, el secretario general intenta frenar cualquier movimiento interno que pueda sembrar la inestabilidad en el partido, pero está por ver que el debate sucesorio sea controlable después de estos cinco días sin Sánchez, que se suman a diez años al frente del PSOE y una segunda legislatura en el Gobierno.

El presidente afirmó además en esa entrevista que el partido “trasciende” a su persona, una declaración que invita a pensar que el PSOE, como pieza clave en el sistema político de España, debería empezar también a reflexionar de forma colectiva sobre cómo garantizar la continuidad del proyecto político más allá de la personalidad y el carisma de su líder.

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