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Opinión
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Marta Rodríguez: “Las mujeres en Colombia son unas heroínas. Basta mirar a las del Cauca”

Una de las primeras mujeres documentalistas del país estrena a sus 89 años un documental y ya trabaja en el siguiente

La cineasta Martha Rodríguez
La cineasta Martha Rodríguez en su casa en Bogotá, en marzo de 2023.Daniela Díaz

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La gente cercana a Marta Rodríguez (Bogotá, 89 años) la llama maestra. A quienes la conocen les cuesta definirla, pero todos pronuncian la palabra “valentía” cuando se refieren a ella. La pionera del documental en Colombia empezó a filmar a mediados de los setenta, cuando la industria era incipiente y la segunda ola del feminismo apenas se abría paso. Su mamá la tildó de loca por querer estudiar cine y algunos de sus colegas desconfiaban de la calidad de su trabajo por ser mujer. Ninguno de estos obstáculos la detuvo. Todavía, cuando ya se acerca a cumplir un siglo, pasa los días haciendo lo que ama: cine. Su última obra se estrenó en enero: Camilo Torres Restrepo, el amor eficaz. Una producción que llega al país cuando se intenta negociar por segunda vez con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en la que Torres, el cura rebelde, pasó su último mes de vida.

La directora explica que con esta producción busca ahondar en el legado del sacerdote más allá de su efímero momento guerrillero. Rodríguez tuvo una estrecha relación con Camilo Torres porque fue su estudiante en la Universidad Nacional, y gracias a él conoció a la familia Castañeda, protagonista de su ópera prima, Chircales (1972), que cuenta las crueles condiciones de explotación de los obreros que hacían ladrillos en el sur de Bogotá. Pese a los achaques propios del paso del tiempo y de vivir luchando por los derechos humanos por más de la mitad de su vida, su pasión por el cine solo la frenará la muerte, como ella misma sugiere entre risas.

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La casa donde habita desde hace más de 30 años es a la vez la Fundación Cine Documental, creada con su ya fallecido cómplice cinéfilo y compañero sentimental, Jorge Silva. Allí cuida y conserva sus obras más notables que son un invaluable aporte para la memoria histórica del país. Entre libros, regalos y premios, en su casa tiene un inmenso archivo fotográfico y fílmico, donde se encuentran películas icónicas como: Amor, Mujeres y Flores (1988), una pieza que denunciaba cómo los pesticidas usados en plantaciones de flores, donde trabajaban principalmente mujeres, las enfermaron e incluso las llevaron a la muerte. O Planas, testimonio de un etnocidio (1972), en la que registra la masacre sufrida por la comunidad indígena Guahibo.

Pregunta. ¿Cómo ha sido la acogida del documental de Camilo Torres, el amor eficaz, su último documental?

Respuesta. Ha sido excelente. Tenemos la cinemateca llena desde febrero y vamos a seguir en abril. La gente va a los foros. El documental estuvo en Medellín y en Cali. Realmente nos sorprende porque el éxito ha sido absoluto. Pronto la película va para Francia. Y quizá otros países.

P. En la película, desde su título, usted hace énfasis en el “amor eficaz” que proclamaba el cura Torres. ¿Qué es el amor eficaz para usted?

R. El amor eficaz es siempre tener el corazón abierto para el que toca a tu puerta y te pide ayuda. Estar con quienes hice las películas, sostener con ellos un proyecto de vida, estar a su lado y acompañarlos siempre.

P. Usted ha documentado por años el conflicto y la lucha por la tierra en Colombia. ¿Qué piensa de los recientes intentos para lograr la paz en nuestro país?

R. Pues es que es muy difícil, porque yo viví en el Cauca muchísimos años e hice varias películas allá y realmente los grupos disidentes son un factor muy negativo. Yo, día a día, voy anotando en mi agenda, cuántos líderes están matando y amenazando. Son muchos. Todos los días asesinan líderes ambientales, líderes indígenas.

P. ¿El cine puede ser una herramienta para hacerle frente a la violencia?

R. Sí, aquí resulta vital registrar la memoria. He trabajado muchísimo el tema de la memoria porque las comunidades necesitan insumos para organizarse, para hacerle frente al conflicto. He dado talleres de formación para que si no estamos nosotros, sean los propios indígenas los que cojan las cámaras. En los talleres de formación con los indígenas lo primero que enseñamos fue cómo conservar el archivo. Ellos filmaban y no sabían ni editar, ni preservar la memoria.

P. En su obra es notable la importancia que le da a las luchas y al papel de las mujeres, ¿por qué?

R. Porque en Colombia las mujeres son unas heroínas. Mira no más en el Cauca hay mujeres que han arriesgado su vida. Muchas que han muerto, desgraciadamente las han asesinado, pero son mujeres de un valor enorme. Como la líder indígena nasa Aída Quilcué, quien hace poco sufrió un atentado y aún sigue firme en la lucha. Ha sido un ejemplo como muchas otras.

P. ¿Cómo era ser una mujer cineasta en los setenta?

R. Mi madre, cuando dije que iba a hacer cine dijo que me iba a desheredar. A diferencia de hoy que las mujeres pueden ir a la universidad, estudian cine u obtienen becas, en mi juventud eso no existía eso, era imposible. Por decir que uno iba a hacer cine ya lo excluían de la familia. Había muchos obstáculos, el primero era tener equipos. En Colombia no había equipos, no había infraestructura. Y lo segundo era que las empresas no se arriesgaban a creer en el profesionalismo de las mujeres. Fue toda una lucha, una lucha continua.

P. Usted ha dicho que su obra está motivada por el amor a esta patria. ¿Cómo se puede amar tanto a un país después de documentar las peores formas de la violencia y la desigualdad?

R. La manera de amar de este país es luchando porque mejoren las condiciones de la gente con la que he trabajado. Esa es la cuestión porque es muy bonito hablar de ‘nosotros’ y de que los testimonios que dejamos son muy valiosos, pero ¿y los que nos ayudaron a hacerlos? ¿Qué pasa con ellos? Ahí estamos para ser verdaderos compañeros en un momento crítico, estar con ellos y no olvidarlos. No decir adiós. Yo al Cauca he regresado y quiero mucho el Cauca. Aquí vienen a visitarme y les mando copias de las películas. A cada resguardo le mandamos un paquete con todas las películas. Ese es el amor eficaz del que hablo.

P. ¿Qué ha sido lo más duro y lo más gratificante del largo camino audiovisual que ha recorrido? ¿Hasta cuándo se imagina haciendo cine?

R. Lo más duro ha sido enfrentarse a una familia conservadora. Mi madre era muy conservadora, muy de derecha. Y enfrentarme con ella fue una lucha devastadora. Lo más gratificante es ver una obra realizada después de tantos años, conservarla, cuidarla. Haré cine hasta que mi Dios me dé salud, hasta mis últimos días.

P. ¿Se considera feminista?

R. Sí, mucho. Yo defiendo y apoyo los movimientos feministas, aunque no soy una feminista obsesiva.

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Y una sugerencia para acabar:

🎞️ Un documental: My name is Pauli Murray. Por Noor Mahtani

¿Te ha pasado alguna vez que sientes que llegas tarde a un libro/película/canción? Si no has visto el documental My name is Pauli Murray, spoiler, te va a pasar. La historia de esta abogada afroamericana no binaria es la historia de los cimientos de la lucha racial y de género en Estados Unidos. Murray fue pionera en casi todo: demandó al Estado por la segregación en un bus, años antes de que Rosa Parks ocupara un asiento para blancos; se unió con sus colegas de clase para obligar a que los restaurantes de toda una calle incumplieran la ley de segregación y acabó convirtiéndose en la mejor amiga de la primera dama estadounidense, Eleanor Roosevelt, tras mandarle varias cartas hablando del racismo en el país.

En los tribunales, uno de los legados más importantes que dejó fue demostrar el paralelismo que existe entre la discriminación por raza y por género. Lo hizo, también, medio siglo antes de que Kimberlé W. Crenshaw acuñara el término teórico de interseccionalidad. Los estudiosos de Murray cuentan que fue precisamente la reconocida jueza Ruth Bader Ginsburg quien les recomendó a los directores de su propio documental que investigaran sobre ella: “No sé cómo todavía nadie le ha hecho uno a Murray”.


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