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Diez razones para amar a Coldplay sin avergonzarse ni un gramo

La banda británica ofrece este miércoles el primero de sus cuatro conciertos consecutivos en Barcelona, con las 200.000 localidades a la venta agotadas

Coldplay actuando en Dallas, Texas, en mayo de 2022 durante la gira del disco 'Music of the Spheres', la misma que les lleva a Barcelona. Foto: KEVIN MAZUR (GETTY IMAGES FOR ATLANTIC RECORD) | Vídeo: EPV
Carlos Marcos

Coldplay va a ser el grupo que más gente convoque en el agitado año de conciertos al aire libre que empieza ahora en España. Se han vendido 200.000 entradas para sus cuatro conciertos (todo agotado) en el Estadio Olímpico de Barcelona, que comienzan hoy miércoles 24 y continúan el 25, 27 y 28 de mayo. No se puede dudar de la atracción popular de la banda británica liderada por Chris Martin. Sin embargo, desde algunos púlpitos se critican ciertos aspectos de su propuesta, como quedó reflejado en un reportaje publicado en EL PAÍS en septiembre pasado. ¿Es un placer culpable decir que te gusta su música? Estas son diez razones para amar al cuarteto sin mostrarse avergonzado.

Memorables baladas románticas, pero no empalagosas

Uno de los fuertes de Coldplay son las baladas. Y además son baladas en el sentido clásico del término: temas de estructura pausada que hablan de amor. La línea que separa una buena balada de una noñería empalagosa es muy fina. Un “ooooh” a destiempo y ya estás dando al público un kilo de membrillo. Coldplay tensan la cuerda, pero no la rompen. Yellow va ascendiendo poco a poco a los cielos gracias al falsete de Chris Martin, The Scientist contiene el piano más simple y melancólico de los éxitos pop de los 2000, Fix You muestra a un vocalista tan creíble y vulnerable que parece a punto de romperse… Y así un puñado más.

Tres primeros discos incontestables

El cuarteto británico surgió en los 2000, cuando el brit-pop (Oasis, Blur, Suede…) comenzaba a declinar. Aquella generación se aferró a los clichés clásicos del rock: guitarras, fiestas y gestos malencarados. En contraposición, Coldplay eran cuatro chicos universitarios que parecían recién salidos de la ducha todo el tiempo. Un poco cansados de las bravuconadas de los Gallagher, se acogió con alivio a Chris Martin y los suyos. Sobre todo por la calidad de sus tres primeras obras: Parachutes (2000), A Rush of Blood to the Head (2002) y X&Y (2005). El mundo necesitaba canciones pop impulsadas por un piano melancólico, una voz extrañamente doliente para un chaval de veintipocos y melodías hermosas. Todo con un componente arty universitario.

Chris Martin en un concierto de Coldplay en Inglaterra en 2000. Tenía 22 años y el grupo acababa de editar su primer disco, 'Parachutes'.
Chris Martin en un concierto de Coldplay en Inglaterra en 2000. Tenía 22 años y el grupo acababa de editar su primer disco, 'Parachutes'. Hayley Madden (Redferns)

Mensaje melifluo, pero honesto

Este discurso de Chris Martin está extraído de uno de los conciertos de Coldplay de la gira Latinoamericana de 2022: “Hay mucho amor en este recinto ahora mismo y al mismo tiempo el mundo está repleto de problemas jodidamente locos. Así que vamos a enviar amor desde aquí y con energía al mundo. Alzad las manos, agitadlas y enviad amor al mundo”. Vale, Coldplay puede ser una banda sentimentaloide y hasta cursi, muchas veces con un mensaje obvio de manual de autoayuda. Pero quién quiere estar todo el día en el lado oscuro. Su mensaje melifluo está recubierto de cierta honestidad, no parece forzado, se lo creen: son seres humanos con una visión romántica de la vida. Qué hay de malo en eso. Su vida nunca podrá ser carne de una serie televisiva (como lo ha sido la tumultuosa de Fleetwood Mac o Mötley Crüe), pero sus mensajes sencillos suben la moral cuando se camina bajo de defensas.

Coldplay, ese gran espectáculo

Nunca en la historia de la música pop se vivió una euforia semejante ante los conciertos en grandes recintos. Miles de personas unidas, agitando sus pulseras lumínicas, gastando datos de sus teléfonos móviles, publicando imágenes en sus cuentas de las redes sociales. No hay banda mejor para todo este tinglado que Coldplay. A muchos esta reivindicación de la masa les parece algo negativo. Quizá haya que apuntar que de la misma forma funcionan Metallica, Blur, Bruce Springsteen, los Rolling Stones o Roger Waters. Coldplay también comenzaron tocando en salas para unos pocos cientos. Pero hoy nadie les puede discutir que son una de las bandas pop que mejor espectáculo ofrecen en sus conciertos.

La firme intención de explorar nuevos caminos (aunque se equivoquen)

Se suele comparar las trayectorias de U2 y Coldplay. Hasta tal punto que incluso la antipatía que despierta U2 salpica involuntariamente a Coldplay, como si fueran un apéndice de los irlandeses. Pero lo cierto es que los giros musicales del grupo, asunto que no tragan muchos, caen en el lado de lo deseable y positivo. Si hubiesen grabado media docena de discos como Parachutes seguramente ya nos habríamos olvidado de ellos, lo que ha ocurrido con tantas otras bandas que han copiado su fórmula de éxito una y otra vez. Coldplay se han podido equivocar y elegir mal sus aliados artísticos, pero no se les puede quitar el mérito de intentar explorar caminos nuevos.

Temones escondidos

Quitemos la hojarasca y buceemos con tiempo en la discografía del grupo británico. Saldrían un par de discos realmente brillantes con tema nada obvios. ¿Ejemplos? I Ran Away, lo más cerca que ha estado Chris Martin de Jeff Buckley. Till Kingdom Come, un tema que estaba destinado a ser cantado con Johnny Cash, pero la leyenda del country ya estaba muy enfermo y no pudo; la pieza tiene ese aire crepuscular de las baladas de Cash. El más conocido The Hardest Part, ese tipo de canción de pop inmaculado que tanto nos gustaban de R.E.M., pero que el grupo de Michael Stipe dejó de grabar. Arabesque, con la participación de Femi Kuti (hijo del creador del afrobeat, Fela Kuti), una locura de jazz africano fusionado con pop. 1.36, o cómo Coldplay pueden hacer una canción nirvanera. Bigger Stronger, un desmadre guitarrero digno de los Crazy Horse de Neil Young… Y así más y más.

Maestros del estribillo

Son tan endiabladamente buenos los estribillos de Coldplay que no hace falta ni saberse la letra: con tararearlos es suficiente. Sus grandes himnos están diseñados de esta forma: un arranque ralentizado casi siempre dramático para luego elevar la intensidad hasta explotar con varias variaciones: “oooooh”, “aaaaaaah”… ¿Básico? Sí. ¿Fácil de hacer? No.

Buen ojo para los teloneros

Antes, la elección de los teloneros era cosa seria, una declaración de intenciones. La estrella era muy grande y, por lo tanto, comercial, pero dejaba ver sus querencias musicales más alternativas en la elección de los grupos que abrían sus espectáculos. Coldplay siempre ha funcionado así y lo sigue haciendo. Para los conciertos de Barcelona, hay que recomendar a los espectadores que lleguen un poco antes, para no perderse a los escoceses Chvrches y las madrileñas Hinds, dos buenas bandas con mujeres cantantes (en el caso de Hinds, todas son chicas). En el pasado, la lista de sus teloneros es de nivel: H.E.R., Flaming Lips, White Lies o Mercury Rev, bandas de calidad del universo (más o menos) indie. Incluso Jay Z ha abierto para los ingleses de buen grado. El músico de electrónica John Hopkins también tuvo ese papel. En una entrevista con EL PAÍS contó la experiencia: “Resultó curioso porque no compartimos público. Pero Coldplay son gente muy abierta. Lo más raro fue ser su telonero. Es difícil saber cuánta gente conectaba conmigo, porque gran parte de la audiencia parecía totalmente extrañada. Pero cada noche vendíamos unos 100 discos y eso está muy bien. Especialmente si das 30 conciertos”.

La canción con BTS no es tan atroz

Una de las cosas que más irritan de Coldplay es su colaboración con BTS, las estrellas del pop coreano, un tema incluido en el último disco de los británicos, Music of the Spheres (2021). La explosión perfecta. Dos de los grupos con más escuchas en las plataformas musicales juntos. ¿Fue un algoritmo el que incitó la conexión? Nunca lo sabremos, pero el tema, My Universe, suma a día de hoy 1.001 millones de escuchas en Spotify. No hay errata: 1.001 millones. El tema es purpurina pop, una pieza de celebración bien hecha y que suena creíble. Dentro de las colaboraciones más locas de la historia del pop no está ni mucho menos entre las peores.

El anhelo de conquistar el mundo… con música

Coldplay son maestros a la hora de difundir sentimientos universales: amor, ecología, belleza, solidaridad, positivismo… El universo brilla cuando escuchas una de sus canciones. Les mueve una intención de conquistar el mundo con canciones. ¿Quién puede criticar eso cuando estamos cercados por emporios y peligrosos iluminados que aspiran a lo mismo con violencia o ahogando económicamente al más débil? Nadie. Mucho mejor una efectiva canción.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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