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RM, líder de la banda BTS: “En Corea trabajamos tan duro porque hace 70 años no había nada”

El rapero surcoreano promociona en España su primer álbum en solitario y reflexiona sobre el precio del éxito del K-pop, la historia de su país y el coleccionismo de arte

RM, líder de la banda coreana BTS en Milán a finales de febrero, donde asistió al desfile de Bottega Veneta.Foto: Cortesía de BIGHIT MUSIC
Patricia Gosálvez

Kim Nam-joon (Seúl, 28 años) parece genuinamente sorprendido de que un grupo de fans le reconociese hace unos días en las calles de Bilbao. “Quieres pensar que quizá en ciudades pequeñas, al otro lado del mundo puedas pasar desapercibido...”, dice el rapero conocido como RM y más conocido aún como el líder de BTS, la banda masculina de K-pop que en 10 años frenéticos ha roto todos los récords de la industria musical mundial, Bilbao incluido.

El pasado verano sus siete miembros anunciaron un paréntesis para desarrollar proyectos en solitario y hacer el servicio militar obligatorio en Corea. Sus fans, los ARMY, 72 millones solo en Instagram, esperan ansiosos su reunión anunciada para 2025. RM asegura que él también.

Ha venido a España para promocionar su álbum Indigo (publicado en diciembre) y de paso visitar el Guggenheim, el Thyssen, el Prado, la fundación Picasso de Barcelona... “He visto toneladas de goyas y me han atrapado los ojos de El Greco, pero me quedo con Las Meninas”, dice el rapero. El primer tema del disco de este coleccionista aficionado se llama Yun, en honor al pintor abstracto Yun Hyong-keun. “Lo llaman el Rothko asiático, pero a mí lo que me interesa es su vida: sufrió la invasión japonesa, la guerra, fue torturado por el Gobierno, pero nunca se doblegó. En su obra veo rabia, tristeza, complejidad, belleza...”.

Imagen de 'Indigo', primer álbum en solitario de RM, en la que se puede ver el cuadro 'Azul' (1972) de Yun Hyong-keun y una silla Chandigarh diseñada por Pierre Jeanneret.
Imagen de 'Indigo', primer álbum en solitario de RM, en la que se puede ver el cuadro 'Azul' (1972) de Yun Hyong-keun y una silla Chandigarh diseñada por Pierre Jeanneret.

Pregunta. El tema abre con los versos: “Que le den al que marca tendencia / voy a volver a los nueve años / cuando era más humano”. ¿El éxito estratosférico del K-pop deshumaniza al artista?

Respuesta. Empiezas tu carrera muy pronto y como parte de un grupo. No hay mucho tiempo para ser un individuo, pero eso hace que el K-pop brille: gente muy joven, esforzándose muchísimo a la vez... Generas una energía que solo se tiene a los 20 años. Luchas día y noche para perfeccionar coreografías, los vídeos, la música, y se produce una explosión, un Big Bang. De los 20 a los 30, invertimos toda la energía y el tiempo que teníamos en BTS. Consigues éxito, amor, influencia, poder, ¿y después? Queda la raíz de todo: la música... ¿Cuál era la pregunta?

P. ¿Deshumaniza el sistema?

R. A mi empresa no le gusta cómo respondo a esta pregunta, porque lo admito en parte y luego los periodistas se echan las manos a la cabeza, “¡es un sistema horrible, destruye a los de jóvenes!”... Pero es en parte lo que hace de esta una industria tan especial. Y las cosas han mejorado mucho, a nivel de contratos, de dinero, educativos, ahora hay profesores, psicólogos…

P. Las discográficas coreanas entrenan a sus artistas durante años, usted convivió con sus compañeros de los 16 a los 19 antes de su debut como BTS en 2013. ¿Qué dijeron sus padres?

R. Mi madre se pasó dos años: “¡Vuelve a estudiar, se te daba tan bien, sigue tu camino, ve a la Universidad, que la música sea un hobby!”... Pero no había marcha atrás.

P. ¿La mayor lección de su época de aprendiz?

R. El baile. Era incapaz.

P. ¿Y qué se perdió por serlo?

R. La vida universitaria.

P. Ese culto a la juventud, a la perfección, al sobresfuerzo del K-pop... ¿son rasgos culturales coreanos?

R. En Occidente la gente simplemente no lo pilla. Corea es un país que ha sido invadido, arrasado, partido en dos. Hace solo 70 años no había nada. Recibíamos ayuda del FMI y la ONU. Pero ahora, todo el mundo está mirando a Corea. ¿Cómo es posible, cómo ha ocurrido? Pues porque la gente trabaja jodidamente duro para mejorar. Estás en Francia o en Reino Unido, países que llevan siglos colonizando a otros, y me vienes con “¡oh, Dios, os ponéis tanta presión, la vida en Corea es tan estresante!”. Pues sí. Así es como se consiguen cosas. Y es parte de lo que hace que el K-pop sea tan atractivo. Aunque claro que hay sombras, todo lo que sucede muy rápido y muy intensamente tiene efectos secundarios.

P. ¿Cuál es el mayor prejuicio sobre el K-pop?

R. Que es prefabricado.

P. ¿Cómo sería su carrera si la hubiese desarrollado en el circuito alternativo o en otro país?

R. Pienso muchas veces en el multiverso, y la lección de Doctor Strange es siempre la misma: tu versión del universo es la mejor posible, no pienses en otras. No hay nada mejor que ser miembro de BTS.

P. ¿Imaginó esta versión?

R. Para nada. Mi sueño no era ser un idol del K-pop. Yo quería ser rapero, y antes, poeta.

P. Entre sus influencias hay raperos como Nas o Eminem, grupos como Radiohead y Portishead, pero nunca cita boy bands.

P. A los Beatles también los llamaron boy band... No nos estoy comparando, ellos fueron los creadores de todo. Pero supongo que se refiere a NSYNC o New Kids on the Block: bandas cuya música pop de hecho me gustaba, aunque no era superfan… Lo que me atrapó fue el rap: ritmo más poesía.

P. Dice que se pone celoso de quien admira, ¿por ejemplo?

R. De Kendrick Lamar, siempre. Y de Pharrell Williams. Es historia viva, a mí me gustaría serlo, quizás en el futuro. Por eso no pinto, tener celos de Picasso o Monet, sería demasiado.

P. Sí colecciona, ¿cómo elige las piezas?

R. Solo llevo cuatro años y he ido cambiando. Mi foco es el arte coreano del siglo XX. Pero no soy Getty o Rockefeller...

P. No lo hace para invertir.

R. Se lo garantizo. Si quisiese invertir compraría artistas negros, mujeres, emergentes indonesios... Mi objetivo es abrir un pequeño espacio expositivo dentro de unos 10 años porque creo que Seúl necesita un lugar con un gusto joven, pero respetuoso con el legado coreano, al que también me gustaría llevar artistas como Roni Horn, Antony Gormley o Morandi.

P. ¿Tuvo siempre el gusanillo del coleccionista?

R. He coleccionado juguetes, cochecitos o figuras de Takashi Murakami, luego ropa vintage, y después muebles, me encanta Charlotte Perriand y Pierre Jeanneret [ambos colaboradores de Le Corbusier], pero mi favorito es George Nakashima.

P. En su disco hay canciones de géneros muy distintos, algunos críticos dicen que es inconsistencia, otros versatilidad...

R. Creo que la palabra género desaparecerá en una pocas décadas. R&B, Hyperpop, Jersey Club, UK Drill, Chicago Drill, ¡K-pop! No significan nada. La música es una acumulación de frecuencias que hace que las personas se pongan de un determinado humor.

P. ¿Está harto de la etiqueta “K-”?

R. Te puedes hartar de que en Spotify nos llamen a todos K-pop, pero funciona. Es un sello premium. La garantía de calidad por la que lucharon nuestros abuelos.

P. En su disco participan Anderson .Paak, Youjeen o la esquiva Erykah Badu, ¿cómo la convenció?

R. Conocía a BTS porque su hija es fan, pero con eso no basta. Tuve que persuadirla, le mandé un texto con la historia de Yun explicándole por qué necesitaba su voz de reina sabia para esos versos.

P. Usted mezcla inglés y coreano a veces a mitad de un fraseo, ¿cómo lo decide?

R. Las palabras en distintos idiomas tienen texturas distintas; el mismo mensaje, con una pincelada diferente. Me viene de forma natural. Yo no toco instrumentos, compongo y creo melodías con mi voz, que es mi instrumento y la mayoría de mis canciones comienzan por las palabras.

P. Ha pasado también por varias identidades, de rapero adolescente era Runch Randa, ya en BTS Rap Monster y luego RM (por Real Me). ¿Ha pensado en usar su verdadero nombre?

R. [Ríe] Todos tenemos un pasado, una historia negra, decimos en Corea. Runch Randa era mi apodo en un juego de rol, luego quería ser, ya sabe, “¡un monstruo del rap!″, luego maduré… Prefiero que mi nombre lo sepan las menos personas posibles, no soy John Lennon, Paul McCartney, puedo registrarme en un hotel tranquilamente y eso me gusta.

P. También ha cambiado mucho su forma de vestir.

R. Pasé por las camisetas XXL y la gorras de beisbol. Luego me metí con las marcas de alta gama… Como Rap Monster me dio por vestirme solo de blanco y de negro [vuelve los ojos hacia arriba y se encoge de hombros]. Ahora me interesa la atemporalidad, paso de tendencias, busco vaqueros vintage, camisetas de algodón, cosas naturales, que no griten “¡ey, estoy aquí!”.

P. Se rumorea que va a colaborar con Bottega Veneta, a cuyo desfile acaba de ser invitado en Milán.

R. Me encantaría. Aunque perdí el interés por las marcas, por las semanas de la moda y ese cambio constante de Pantone… Bottega es distinto, no usan logos, tiene una historia con los tejidos y el cuero, no tienen ni Instagram, están más allá de las modas pasajeras.

P. ¿Cuánto pesa arrastrar un ejército de fans?

R. No puedes pasear en medio de la nada sin que te reconozcan y pesan los estándares a los que estás sujeto. Pero hay que madurar y apechugar, no dar lástima en plan “¡oh, solo quiero ser normal!”. Mira, si quieres pensar que la fama es una piedra, es una puta piedra; pero a mí me ha proporcionado lo que buscaba: obtener influencia y libertad económica tan rápido como fuera posible para hacer la música que me dé la gana sin preocuparme por las listas de éxitos… No estoy ahí al 100%, pero intento concentrarme en el ruido interior, no en el de fuera.

P. ¿Y cómo afronta la treintena?

R. Nunca había vivido un tiempo tan confuso. Durante una década fui líder de BTS, y fue muy estable y divertido, ir siempre hacia arriba. En 2023 han cambiado un montón de cosas, en lo profesional y en lo personal, aunque no puedo contarlo. A punto de cumplir los 30, me gusto más que con 20. Ahora pasaré un año y medio en el servicio militar, algo muy importante en la vida de todo hombre coreano. Y después, seguro que seré un ser humano distinto, espero que mejor y más sabio.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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