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Un jefe ‘scout’ y un cura que salió en ‘Interviú’: cinco acusaciones de pederastia que el obispo de Málaga no quiere aclarar

La diócesis, criticada ahora por su gestión de las denuncias a dos sacerdotes, se niega a dar explicaciones sobre casos remitidos por este diario. Uno de los clérigos sigue activo y cuatro fundaron grupos juveniles

José Moya Fernández, alias 'Faisán Ligero', con el papa Juan Pablo II en una recepción a su grupo 'scout'.
José Moya Fernández, alias 'Faisán Ligero', con el papa Juan Pablo II en una recepción a su grupo 'scout'.

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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El obispado de Málaga ha afrontado en las últimas dos semanas el arresto de dos sacerdotes, uno por abusos sexuales y otro condenado por acoso por quebrantar una orden de alejamiento, y en ambos casos se ha cuestionado su actuación. En concreto, en el primer caso, conoció los hechos pero no los investigó y se limitó a trasladar al acusado. En el segundo, ha asegurado desconocer que había una orden de alejamiento. Pero hay más. La diócesis de Jesús Catalá conoce desde hace tiempo —entre 15 y 3 meses— acusaciones contra cinco sacerdotes de su competencia, remitidas por EL PAÍS en sus informes sobre pederastia en el clero.

Las normas del Papa obligan a abrir una investigación, informar al Vaticano y cerrarla en un plazo de tres meses. Sin embargo, el obispado se niega a dar explicaciones e informar de sus pesquisas. Predomina el secretismo y la ocultación a los fieles de lo ocurrido. No es una excepción, es la práctica habitual en casi todas las órdenes y diócesis de la Iglesia española: no revelan lo que saben, a menudo no investigan, y no indemnizan. El obispado solo responde que “ha llevado a cabo en todos los casos el protocolo que tiene la Iglesia católica”.

La gestión del obispado en estos casos fue muy dudosa en su momento. En todos ellos, según los testimonios, la diócesis conoció los hechos pero solo trasladó al cura acusado, o no hizo nada. Las víctimas nunca fueron tomadas en cuenta. Están bajo sospecha de encubrimiento tres de los cuatro anteriores obispos de la ciudad: Emilio Benavent, que estuvo al frente del episcopado entre 1967 y 1968; Ramón Buxarrais, que ocupó el cargo hasta 1991 y aún vive, podría dar respuestas; y Antonio Dorado, que se retiró en 2008.

A continuación, se relatan uno por uno estos cinco casos, todos prescritos. Málaga, con 18 casos —además de cinco de la diócesis, otros 13 son de órdenes religiosas—, es junto a Sevilla la provincia andaluza con más casos contabilizados por EL PAÍS en su base de datos, que en este momento registra 1.025 acusados y 2.196 víctimas. En Andalucía, constan 86 casos hasta ahora, que se pueden consultar en una lista al final del artículo.

Caso 1: un párroco que sigue en su puesto más de un año después

El caso más relevante, porque sigue siendo sacerdote en una parroquia del centro de Málaga y ocupa cargos en la diócesis, es el de F. C. J. —se le cita con iniciales porque hay un solo testimonio y de una persona que no desea ser identificada—. Es acusado de abusos entre 1996 y 2000 en San Pedro Alcántara, donde era párroco de la iglesia del mismo nombre con un perfil que se repite en muchos casos: montó una asociación juvenil misionera. Organizaba actividades de verano en un chalé cercano. Este diario comunicó al obispado el testimonio del hermano de una víctima en junio de 2022 (en aquel momento la víctima no se sintió con fuerzas de prestar su testimonio), hace ya más de un año. Pero en este tiempo ni siquiera se han tomado medidas cautelares con el acusado, como apartarlo del contacto con menores. EL PAÍS localizó al sacerdote la semana pasada en su parroquia, donde sigue activo. Niega los hechos. Asegura además que es la primera noticia que tiene de las acusaciones y que el obispado no le ha informado de ello ni le ha tomado declaración, como es preceptivo al abrirse una investigación. La diócesis, por su parte, le desmiente. Afirma que ya ha sido interrogado y se están siguiendo los protocolos de la Iglesia.

“Es totalmente inaceptable”, lamenta con indignación la víctima, que ya se ha visto con fuerzas para hablar directamente con este diario. Hay otro detalle: asegura que cuando ocurrieron los abusos lo contó a sus padres, que a su vez informaron al obispado, entonces dirigido por Antonio Dorado. “Les ofrecieron dinero, pero lo rechazaron, y les prometieron que lo trasladarían”. Poco después, en 2001, el sacerdote fue enviado a Roma. Según la versión que ha dado el cura, fue para continuar sus estudios. Regresó en 2003 y fue asignado a parroquias de Málaga. “Encima empezó a subir puestos en la Iglesia”, lamenta el hermano de la víctima. Hasta hoy.

Caso 2: el cura que salió en ‘Interviú'

Rafael Medina, cura arrestado en 1986 acusado de abusar de dos niños en Mijas, Málaga, en una imagen de 1978.
Rafael Medina, cura arrestado en 1986 acusado de abusar de dos niños en Mijas, Málaga, en una imagen de 1978.

B. M. era una alumna de entre 11 o 12 años del colegio Europa de Málaga, a mediados de los ochenta, cuando llegó un nuevo profesor de religión, que también oficiaba en la parroquia de al lado, en la urbanización Puertosol. No recuerda el nombre, pero sí recuerda lo que hacía: “Desde el primer momento comenzó con los tocamientos. A mí, como a todas las niñas de mi clase, me hizo todo tipo de tocamientos y daño. Cuando estaba en clase llamaba a las niñas a su sitio, te sentaba en las rodillas y empezaba a tocarte por todas partes. Era asqueroso”. Pero un día se armó un escándalo en el colegio: “Este monstruo salió en la revista Interviú, por haber abusado de niños en un pueblo de Málaga. Desapareció de un día para otro y pasaron de la dirección a decirnos que teníamos prohibido hablar de este asunto, te podían castigar o expulsar. Pero a los niños nadie nos preguntó nada, si nos había hecho algo”.

Otra antigua alumna de esa clase. E. P. S., lo corrobora: “Este cura se sentaba a las niñas encima, iba en busca de las más formadas, que ya tenían pecho, yo no le llamaba la atención y además tenía mucho carácter. Un día me riñó por algo, me cogió de los pelos y empezó a pegarme. Salí corriendo y me fui al despacho del director, hecha una magdalena. Llegué a casa, lo conté y mi padre fue al día siguiente a protestar, pero ya no estaba. Lo habían largado. Y a los cuatro días, qué casualidad, salió en Interviú”.

B. M. también ha denunciado el caso a la comisión del Defensor del Pueblo que investiga los abusos en la Iglesia y, acudió en julio al obispado a prestar declaración. Pero afirma que no fue una experiencia agradable. No quisieron darle ninguna información. Tampoco le hablaron de la posibilidad de una indemnización y no ha vuelto a tener noticias suyas. “Me trataron con hostilidad. Yo pregunté qué pasó con este señor, por qué estaba allí, dónde se le mandó, qué consecuencias tuvo. Pero como si estuvieran sordos. No me dijeron nada”.

EL PAÍS encontró luego el que puede ser aquel número de Interviú, de mayo de 1986, con este titular en portada: “Mijas. Las fotos del cura pederasta”. El cura era Rafael Medina Marín, entonces de 52 años, que fue arrestado en febrero de ese año por abusar de dos hermanos de 8 y 11 años en este pueblo de Málaga, Mijas, donde era párroco al menos desde 1975. También lo había sido en Cartajima, Parauta y Alcaucín. También iba a veces con su Renault a Málaga, donde tenía un piso. Según señaló entonces la prensa, citando fuentes oficiales, confesó los hechos. Pasó un mes en prisión y salió en libertad bajo fianza.

Tanto B. M. como su compañera creen identificarlo en las fotos como el cura de su colegio, pero el paso de los años hace borrosos los recuerdos. ¿Es él aquel profesor de religión o fue otro cura que también pudo aparecer en la revista en esos años? Es más, si son dos personas distintas se trataría de dos casos de pederastia, no uno. El obispado se niega a aclararlo. Es la misma actitud de hace cuatro décadas, cuando estalló el caso: el vicario general, Manuel Díez de los Ríos, declaraba a Interviú que no sabía nada del tema: “Es sacerdote nuestro, pero no tenemos nada que ver con el asunto”. El actual director del colegio, que entonces estaba en bachillerato en el centro y ocupa el cargo desde 1997, tampoco quiere dar explicaciones, solo asegura que no recuerda ni sabe nada de estos hechos.

Sobre Rafael Medina, el obispado señala que dejó el sacerdocio al año siguiente, en 1987, y el caso judicial fue sobreseído. “Al parecer hubo un perdón previo de las víctimas”, explica la diócesis. Medina, en un libro sobre abusos en el clero editado en 1994, aseguró en cambio que fue “un montaje”. Pero cuenta un detalle interesante: “En un primer momento, cuando me detuvieron, el obispado reaccionó extrañado, pero luego el obispo Ramón Buxarrais me ofreció si quería irme a América”.

Hay otro testimonio más, muy significativo, del entonces alcalde de Mijas, Antonio Maldonado, del PSOE, que recuerda bien el caso: “Cuando lo arrestaron me llamaron de la vicaría del obispado para que convenciera a la familia de que retirara la denuncia, y ellos se comprometían a trasladarlo a otro pueblo. Le respondí con ironía que si un día me procesaban me podían poner de alcalde en otro pueblo, y me colgaron”.

Caso 3: Faisán Ligero, el gran jefe ‘scout’ de Ronda durante décadas

José Moya Fernández, alias Faisán Ligero, enciende un cohete en uno de los campamentos 'scouts' que organizaba en Ronda.
José Moya Fernández, alias Faisán Ligero, enciende un cohete en uno de los campamentos 'scouts' que organizaba en Ronda.

Este diario ha recogido cuatro testimonios contra José Moya Fernández, un diácono de Ronda que al menos desde los años ochenta dirigía el grupo de los Scouts del municipio, con sede en los locales de la iglesia de Santa Cecilia, relacionado con los salesianos y cuyo apelativo dentro de la organización era Faisán Ligero. Era el jefe del grupo scout de Ronda, Fernando I, y presidente de la Asociación de Scouts de Andalucía (ASA), creada en 1983 y ya desaparecida, que reunía a una veintena de grupos de la región. Fue una autoridad en el mundo scout andaluz durante décadas, y su base estaba en Ronda y en su finca La Llana, en Jimena de Libar, un pueblo cercano, donde vivía y organizaba campamentos, también los fines de semana. Es allí donde dormía frecuentemente con menores y se producían los abusos, tocamientos y felaciones, según los testimonios recogidos. Los grupos con los que tenía relación surgieron en torno a parroquias en municipios andaluces de las provincias de Málaga, Cádiz, Huelva y Sevilla: Lepe, Cartaya, Algeciras, Algodonales, Zahara de la Sierra, Taraguilla, San Roque, Lebrija, Puente Mayorga, Almonte, Palma del Condado, Atajate, Palos de la Frontera, Torrox.

Todos los testimonios indican que sus abusos eran vox populi. La primera noticia recabada de ellos data de mediados de los ochenta. En 1986, una jefa de un clan scout de Cádiz, que entonces tenía 19 años, relata que descubrieron lo que ocurría cuando al menos cinco niños, de entre 12 y 16 años, se negaron a volver al campamento de Faisán Ligero y relataron abusos. Contactaron entonces con sus compañeros de Ronda, que les confirmaron que también habían conocido al menos tres casos y estaban preparando un informe para entregarlo a alguna autoridad y tomar medidas. Esta antigua scout asegura que el obispado de Málaga fue informado. En esos años también estaba Ramón Buxarrais.

Después hubo una reunión muy tensa entre Moya y los jefes de las unidades: “Allí era como un dios, tenía mucho poder y estaba muy bien relacionado con la Iglesia, con el Ayuntamiento. Hablamos con abogados, pero las familias no querían meterse en juicios, y menos en Ronda, donde él tenía muchos apoyos. Querían que lo hiciéramos en Cádiz. Al final no se hizo nada. En aquella reunión él nos amenazó y dijo que le estábamos difamando. Algunos lo defendieron, pero varios grupos dejamos la organización. Con el tiempo muchos otros se fueron dando cuenta de lo que pasaba y se fueron separando de él. Nos dijeron: llevabais razón”. Hubo una escisión y los que se fueron crearon otra organización scout.

Faisán Ligero siguió en su puesto. Tres años después, en 1989, según denuncia Tomás, nombre ficticio de un antiguo scout que no desea revelar su identidad, abusó de él. “Fue entre 1989 y 1992, cuando tenía entre 11 a 14 años. Ocurrió siempre en su finca de La Llana, donde nos quedábamos a dormir muchas veces”. Sus padres lo metieron en los scouts “precisamente para sacarme de la calle, para protegerme, pero cómo iban a saber que allí me iba a encontrar esto”. Hace unos 15 años escribió un relato con su experiencia, acusando por su nombre al dirigente scout, y lo colgó en un foro de internet. Ha circulado todos estos años y aún puede leerse. También afirma que lo envió de forma anónima a varias instituciones, aunque ninguna de la Iglesia.

Otro testimonio es posterior, de Francisco O. G., que estuvo en los Scouts de Ronda de 1996 a 2001, desde los 13 años: “Creo que fue un absoluto depredador de niños. Conmigo siempre lo intentó, pero yo era un niño de carácter. Recuerdo que una vez me castigó por algo en un campamento. El castigo consistía en dormir con él”. Un cuarto testimonio de los mismos años, que permaneció en el grupo hasta 2003, repite lo mismo. “A mí nunca se le ocurrió tocarme un pelo. Él sabía muy bien a quién y cómo debía atacar. Gente con necesidades afectivas, emocionales, con problemas”.

Moya, como diácono, estaba habilitado para celebrar la palabra, sin dar la comunión. “Era todo muy sectario, muy misógino, porque odiaba a las chicas, y de ultraortodoxia católica”, recuerda este cuarto testigo. “Por las noches se vestía con una especie de túnica, celebraba la palabra, daba la homilía, no hacía la consagración, tenía la comunión consagrada y la repartía. Era un hombre fuerte de la Iglesia en Ronda, conocido en los obispados”. Organizaba viajes cada año a Roma, relata este testigo, en los que también dormía con menores y a través de sus contactos conseguía una audiencia con el Papa.

Caso 4: el cura que ofició la primera misa en euskera en 1959

Francisco Ballester, en el centro de la imagen, en la iglesia de Arrazola, Bizkaia, con motivo de la celebración de la primera misa en euskera.
Francisco Ballester, en el centro de la imagen, en la iglesia de Arrazola, Bizkaia, con motivo de la celebración de la primera misa en euskera.

En 1970, apareció en el colegio León XIII de Málaga, un centro privado, un sacerdote muy particular —pertenecía a la iglesia católica de rito bizantino melquita—, que daba clase de religión y hacía de padre espiritual, Francisco Ballester Viú. Decía que era jesuita, aunque la Compañía asegura que dejó la orden en 1953: ”No constan los motivos. Solicitó su dimisión voluntaria y fue aceptada”. Venía de Bilbao, donde había dado la primera misa en euskera en 1959, en la iglesia de Arrazola, Bizkaia. También dirigía cerca de Bilbao una residencia para menores, según revela una referencia en el diario ABC, que habla de los ofrecimientos de ayuda recibidos en el consulado español en Marruecos tras el terremoto de Agadir de 1960: “Hoy un sacerdote de rito oriental, el padre Ballester Viú, director de la residencia Santa María de Derio, ha dirigido una emotiva carta expresando su deseo de acoger en su institución algunos niños desamparados a consecuencia de la catástrofe”. Detalla que Ballester, de 35 años, pasaba temporadas en Jerusalén y vivía en un chalé de Derio donde “desde hace años trae dos o tres chicos árabes para que aprendan el castellano, estudien o aprendan un oficio”. En ese momento, según el diario, tenía alojados dos jordanos, un ruso y seis hijos de obreros vizcaínos. El cura siempre estuvo asignado a la diócesis de Bilbao, pero por razones que se desconocen hacia 1970 se trasladó a Málaga.

A los niños les llamaban la atención sus misas de rito oriental. “Para nosotros era algo muy novedoso, eran ceremonias más vistosas, los monaguillos vestían con túnicas de colores y el sacerdote llevaba un gorro como los ortodoxos, mucho incienso”, recuerda Antonio Agudo, alumno del colegio y que, según relata, sufrió su acoso. Lo ha denunciado al Defensor del Pueblo. El cura formó luego una agrupación llamada Congregación Mariana de la Inmaculada y San Francisco de Borja, que tenía su sede en el barrio de El Palo, en un local de la iglesia de las Angustias. Allí confluyeron alumnos del colegio y del barrio. En el entorno de esta asociación hay al menos cuatro víctimas más de sus abusos, afirman Agudo y Francisco Barba Cañete, que la frecuentó en esos años.

Ballester, según estos testimonios, aprovechaba los viajes para cometer sus abusos. En el caso de Antonio Agudo, en un viaje del colegio a Madrid. “Desarrolló una amistad estrecha conmigo, me llevaba en coche a casa, al cine, y en el viaje de fin de curso me propuso compartir la habitación. Yo no quería, pero no supe decir que no. Cuando nos fuimos a la cama, me propuso juntar las camas, para poder hablar tranquilamente. Empezó a hacer bromas y a tocarme. Por fin nos dormimos, y al amanecer me desperté porque noté que me acariciaba los glúteos. Fue horrible, me sentí fatal. La siguiente noche cerré con llave y no le dejé entrar”. El cura, al regresar, en un intento de acercarse a él le pasó las preguntas del examen final.

El sacerdote Francisco Ballester, con los jóvenes de la congregación mariana que fundó en los setenta, frente a la iglesia de las Angustias de Málaga, en 1973.
El sacerdote Francisco Ballester, con los jóvenes de la congregación mariana que fundó en los setenta, frente a la iglesia de las Angustias de Málaga, en 1973.

El modus operandi fue el mismo de los casos que relata Francisco Barba, que ha conocido a través de otros cuatro compañeros. Aprovechaba sus viajes para oficiar misa con el rito melquita en distintos puntos de España para llevarse cada vez a un monaguillo distinto. “Uno me contó que lo primero que hacía en el hotel era juntar las camas y proponer una pelea en calzoncillos. Luego empezaba con los tocamientos”. Uno de los chicos finalmente lo contó en casa, relatan Agudo y Barba, y sus padres fueron a hablar con el obispo, de nuevo Ramón Buxarrais. “Lo trasladaron hacia 1975, pero a unos kilómetros, a una parroquia del barrio de la Cruz del Humilladero, donde fundó otra congregación”.

Otro miembro de la agrupación, J. C. M. M., que también sufrió uno de sus asaltos, afirma que se lo dijo en persona al mismo obispo, Ramón Buxarrais, dos años después, hacia 1977. Era responsable de una comunidad cristiana de base y tuvo una reunión con él. “Hablamos de todo un poco y me preguntó por la congregación de Ballester, y le dije que allí había un problema. Me preguntó cuál y le dije que el problema era que a este cura le gustaban los niños. Me miró con asombro y dijo que se informaría”. Pero continuó en Málaga. Se sabe poco de los destinos de este sacerdote en las tres décadas posteriores. Falleció en Madrid en 2006, a los 82 años, y seguía siendo sacerdote de la diócesis de Bilbao.

Caso 5: el líder carismático de un movimiento juvenil de los sesenta

Otro cura acusado de abusos es D. E. W. P., de personalidad carismática y que llegó a ser muy conocido como fundador de una agrupación católica. Se ordenó en Málaga en 1956 y su primer destino fue la parroquia de Santa María de la Amargura, en un barrio humilde de la ciudad. “Tenía unos 10 años y llegó este sacerdote, que estaba montando una especie de congregación con niños y jóvenes”, recuerda J. C. “Los jueves por la tarde nos proyectaba películas. También llevaba a los niños a su casa. Ese año abusó de mí en varias ocasiones. La primera vez hizo que me quitara la ropa porque quería saber si yo era un hombre normal o era homosexual. Yo no entendía lo que estaba pasando. La última fue en la sacristía, donde intentó violarme. Nunca lo conté a nadie, aunque vi con mis propios ojos cómo tocaba a otro niño. Años después se lo conté a un compañero de aquella época y me dijo que él también sufrió lo mismo que yo”. J. C. relata que años después pidió una cita con el entonces obispo de Málaga, Ángel Herrera Oria. “Pero el vicario general no permitió que se produjera esta reunión, me dijo que ya me llamarían y nunca más se supo. El obispo luego falleció”.

Finalmente, afirma, habló con el párroco. “Como única consecuencia trasladaron a este abusador a una parroquia cercana, donde continuó con su obra”, concluye. En ese momento, 1968, el obispo era Emilio Benavent Escuín, compañero de promoción del acusado, según indica la víctima. El sacerdote continuó con su agrupación de jóvenes, que con el paso de los años se fue expandiendo por la ciudad y por Andalucía. Sigue activa y veneran a su fundador. D. E. W. P. falleció en 2005, a los 76 años.


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