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Columna
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El activista rampante

Un arboricultor francés se ha convertido en un fenómeno mediático tras pasar casi un mes encaramado a un plátano para impedir la tala de centenares de árboles amenazados por un proyecto de autopista

Ecologistas París
Thomas Brail (a la derecha), encaramado a un árbol centenario en los jardines que bordean la Torre Eiffel, en mayo de 2022.THOMAS COEX (AFP)
Carla Mascia

¿Quién no ha soñado alguna vez de pequeño con vivir en un árbol como Cosimo, el maravilloso héroe de Italo Calvino? Abandonar la familia, las contingencias cotidianas absurdas y abrazar la libertad en su esencia más pura. Pues algo así ha hecho el arboricultor francés Thomas Brail a sus 50 años, pero no por imitar al barón de Rondò. A finales de agosto, este defensor de la naturaleza se encaramó a un plátano situado frente al Ministerio de Transición Ecológica de su país y decidió que no volvería a comer ni a pisar el asfalto hasta conseguir que se suspenda la construcción de la autopista A69, un proyecto cuando menos anacrónico e injustificado en tiempos de crisis climática, cuyo propósito es conectar la ciudad de Castres con Toulouse a costa de la tala de centenares de árboles, algunos centenarios, y la artificialización de 400 hectáreas de tierras de cultivo, humedales y bosques. Después de casi un mes subido al plátano, y con 11 kilos menos, Brail fue desalojado el pasado domingo de madrugada por la policía. En un vídeo publicado al día siguiente en sus redes sociales, donde es muy activo, aseguró que no parará hasta lograr detener el ecocidio.

La Ardilla, como le han apodado, se ha convertido en un fenómeno mediático. En las semanas previas a la actuación policial, el árbol donde estaba instalado se había convertido literalmente en “the platane to be” en París, como ironizó el diario Libération, siempre tan propenso a los juegos de palabras: periodistas, políticos, científicos, simpatizantes ecologistas, comerciantes, vecinos del barrio… el baile de visitantes fue constante. Desde que consiguió en 2019 salvar nueve plátanos centenarios amenazados por un proyecto del Ayuntamiento de su pueblo natal, cerca de Carcasona, los franceses lo conocen ya como el hombre con quien contactar siempre que un árbol esté en peligro, ya sea en un pueblo perdido o frente a la Torre Eiffel, donde consiguió frenar un proyecto de tala del Consistorio para instalar un almacén de maletas para turistas.

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A la iniciativa de Brail se han sumado otras ardillas, reunidas desde 2019 en el llamado Grupo Nacional de Vigilancia de los Árboles (GNSA, por sus siglas en francés), que hoy se extiende por toda Francia y se ha convertido en la pesadilla de alcaldes y presidentes de región. Reivindican ser apolíticos porque lo que defienden es tan sencillo como que se deje de tratar a los árboles como si estos fueran un mero mobiliario urbano, desechable, reemplazable. Quieren que los políticos abran los ojos: ese mantra repetido hasta la náusea de “por un árbol talado, dos plantados”, cuya función se supone que es calmar a los vecinos, supone un insulto a la inteligencia. Un árbol joven recién plantado en un cuadrado diminuto de asfalto, ya sea en París o en Madrid, no podrá crecer igual de bien ni aportar los mismos beneficios que ofrece a la población un ejemplar ya integrado en el ecosistema. Aún menos si tenemos en cuenta la subida de las temperaturas y la sequía.

El activista, criado en plena naturaleza, entiende que haya gente que al no haber crecido y haberse socializado en un entorno natural no comprenda que alguien pueda estar dispuesto a dar la vida por salvar un árbol. Que tampoco entienda las lágrimas de otros ciudadanos al ver desaparecer el árbol que quizá les ha acompañado con su sombra y su belleza toda la vida. Brail asegura que todo lo que hace es por su hijo de seis años. Por ofrecerle un mundo mejor. O por intentarlo, al menos. Con su modus operandi ―legal del punto de vista de la propia ley― ya ha conseguido salvar más de 900 árboles.

El Gobierno francés anunció este martes que mantiene la construcción de la A69. La Ardilla, después de casi un mes de huelga de hambre tampoco quiere renunciar. No sé cómo acabará esta historia ni si tendrá un final feliz, pero sí que, como escribió Calvino “quien quiera mirar bien la tierra debe mantenerse a la distancia necesaria”. O dicho en francés: Aux arbres citoyens.

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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.

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