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La paradoja y el estilo
Columna
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El momento Óscar Puente

El exalcalde de Valladolid es un hombre que va a hacer mucho ruido defendiendo el silencio de su superior y no quiere distraer con su pisada deportiva. Y ha ofrecido otro punto a analizar: la zapatilla ha puesto en jaque al zapato en los últimos años

Oscar Puente
El diputado del PSOE Óscar Puente se dirige a su intervención durante la primera sesión del debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo, el 26 de septiembre de 2023, en el Congreso.Kiko Huesca (EFE)
Boris Izaguirre

Por inesperado, el momento que protagonizó Óscar Puente este martes en el Congreso me pareció uno de esos giros de guion que, como espectador, aplaudiría. En el WhatsApp de mi programa, Más vale sábado, subieron una foto suya bajando las escaleras en la que se aprecia que lleva zapatillas oscuras, conjuntadas con traje y corbata, que sobresalen pisando la colorista moqueta del Congreso. Puede ser un detalle bastante esclarecedor sobre la persona, su pisada y un poquito de su psique. Es un hombre que va a hacer mucho ruido defendiendo el silencio de su superior y no quiere distraer con su pisada deportiva. Aparte de la magnífica redundancia de pisar una mullida moqueta con zapatillas, el señor Puente ha ofrecido otro punto a analizar. La zapatilla ha puesto en jaque al zapato en los últimos años.

De hecho, acudes a un gran almacén y los zapatos tradicionales se exhiben solitarios, casi como dinosaurios modernos. Desde hace años, presento programas en televisión con esa moderna combinación de traje y zapatilla. Incluso sustituyendo la camisa por el polo, quizás derivando a la camisa a la misma suerte del zapato. Pero ante el momento Puente no puedo evitar preguntarme por su atuendo para pisotear la investidura de Feijóo: ¿Qué habrá pensado Borja Sémper, tan proclive a este tipo de congresista cool? De la misma manera que sorprendió Puente, Junts y Esquerra Republicana aplastaron con sus zapatones cualquier respuesta positiva. Y el Partido Socialista tuvo que volver a ponerse camisa y corbata para asegurar que no aceptarán ninguna propuesta de referéndum. Un zapatazo en la mesa de negociación. El momento Óscar Puente no tendió puentes.

Fabiola Martínez reconoce haber pasado por una situación similar al decir “Bertín [Osborne] ensució lo nuestro”, refiriéndose a las infidelidades y paternidades de su exmarido. Sí, Esquerra también lo ha hecho. En momentos como este, el nivel de dramaturgia y espectáculo del Congreso se viene arriba. El Hemiciclo tiene mucho espíritu de programa de televisión vespertino, pero cuando empiezan a invocar fantasmas y a mezclar el rollo influencer con debate político entiendes mejor por qué a la televisión le seduce tanto escoger presidentes y apoyar o desbaratar campañas electorales.

Feijóo no se llevó el premio de ser investido. Pero yo sí en la semana de mi cumpleaños. Recibí el premio a la Cultura, en la novena edición de los Premios Chicote, coincidiendo con los 92 años del afamado local que es hoy museo y bar. Al recogerlo, recordé que había ido a ese lugar acompañado de Lucía Bosé. Lucía me advirtió que no era de buen gusto buscarse a uno mismo entre las fotografías de las luminarias que habían pasado por el bar. “¿Por qué?”, pregunté. “Hay que disimular el ego. No mostrarlo inútilmente”, me contestó.

Susanna Griso recogió su premio como Comunicadora de la Televisión, bromeando con que ella no está entre las fotografías. Alejandro Amenábar siguió la onda. Carmen Machi y Pepón Nieto, que le entregó el premio a mejor actriz, fueron más lejos hablando sobre sus noches en Chicote. El mío me lo entregó María Esteve, presentadora del acto, con un beso. Al verla entre el público, decidí dedicárselo a Belén Esteban. Mi momento Óscar Puente. Ambos formamos parte de la cultura pop española. Recordé que Miguel Bosé también me contó que entre el Chicote y el Bar Cock hay un túnel secreto que los conecta. Juraría que una noche, a una hora destemplada, lo vi mientras visitaba el sótano de Chicote. Ese túnel es una reliquia de la España moderna. Lo público, lo que se podía hacer de cara a la gente, sucedía en Chicote. “Y luego, lo privado, lo íntimo, lo que no mostrabas, se hacía en el Cock”, me dijo Miguel, describiendo las noches madrileñas en las que sus padres eran los reyes y Franco el jefe del Estado. Todo sin puentes ni zapatillas.

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