Póntelo fácil en noviembre: 10 platos de cuchara rápidos y reconfortantes para la llegada del frío
Una sección mensual para solucionar las comidas y cenas del día a día, con consejos para sacar el máximo partido a cada preparación, ingredientes que facilitan la vida y platos de temporada
Hemos llegado a ese punto del año en el que la necesidad de cuchareo variado se hace fuerte: la idea de un plato humeante con un caldo sabroso como base y diferentes texturas en cada bocado es exactamente lo que nos pide el cuerpo. Se pueden preparar lentamente, a la manera tradicional, y también hay buenas opciones ya listas para comer; pero entre una cosa y la otra hay muchas opciones para cocinarlos en casa cuando tenemos menos tiempo. En la sección “póntelo fácil” queremos ayudarte a optimizar recursos, tener a mano fórmulas, ingredientes o técnicas para comer bien con ingredientes de temporada sin dejarte ni el sueldo ni media vida en ello.
Después de las recetas que saben a pasta -pero no lo son-, ideas para cocinar con las conservas que tengamos en la despensa de abril, recetas primaverales con cuatro ingredientes y ensaladas veraniegas, 11 platos únicos para los que no es necesario encender los fogones, las recetas para táper y clásicos actualizados, hoy nos consagramos a los guisos, estofados, potajes, sopas y cremas. Como siempre, con la ayuda de procesados saludables -legumbres envasadas, sardinas en aceite o pisto embotado- e ingredientes de temporada como setas, boniatos, zanahoria, remolacha, brócoli o coliflor.
Maticemos la parte de “rápidos”: no todos lo son igual ni se hacen en cinco minutos, pero los hay para cada ocasión, apetencia personal y estado neveril. Desde los días en los que necesitas terminar con un poco de esto y aquello, los que directamente toca tirar de alacena, algunos para cuando te apetece algo ligero o sin productos de origen animal y otros más contundentes. Muchos pueden funcionar como plato único, y varios tienen diferentes legumbres como protagonistas, un alimento saludable que debería estar presente en nuestra dieta habitual. A veces su mala digestión o el mito de que no se puede tomar de noche tiene más que ver con los acompañamientos habituales de estos alimentos -muchas veces gran cantidad de cerdo en todos sus formatos- que con las legumbres en sí mismas. Buscar variedades que tengan el hollejo fino, o que directamente no tengan, hacerlas puré o combinarlas con verduras como el hinojo también puede ayudar a mitigar sus efectos gaseosos; en este vídeo te dejamos unas cuantas ideas al respecto.
Sopa exprés de pan y sardinas con tomate
Un plato perfecto para esos días en los que tienes la nevera pelada y hay que tirar de alacena. Para una ración, pon en una cazuela o sartén honda el aceite de una lata de sardinas o sardinillas en aceite de oliva (o una parte, si hay mucho). Tritura la mitad de las sardinas con 300 mililitros de agua y conseguirás un caldo instantáneo de sabor profundo: pruébalo y ajusta de sal. Lleva la cazuela con el aceite a fuego medio y dora dos o tres rebanadas de pan -mejor si está un poco duro-, y retira a un bol cuando esté dorado. Añade un diente de ajo pelado y laminado.
Cuando tenga color, puedes añadir unos 150 gramos de tomate rallado o troceado y dejar que se fría, usar tres cucharadas de tomate ya sofrito o una de tomate triple concentrado. Un toquecito de cayena, pimentón o pimienta es más que recomendable. Añade el “caldo” y las sardinas restantes, lleva a ebullición un minuto y sirve sobre el pan. Si tienes sardinas en tomate, usa un chorrito de aceite para dorar el pan y la salsa de la conserva. No es un plato que vaya a petarlo en Instagram por su aspecto, pero está muy rico, y si le pones un huevo duro picado es directamente glorioso.
Dahl de lentejas rojas, curry y huevo
Las lentejas rojas tienen múltiples ventajas: se cocinan mucho más rápido que otras variedades y además se venden sin hollejo o piel, que suele ser la parte más complicada de digerir de las legumbres. Al cocinar la legumbre seca, esta receta va a llevar un poco más de tiempo que las otras, pero como tampoco tienes que interactuar mucho con ella es perfecta cuando tienes que hacer otras cosas en la cocina. Arranca un sofrito base con tres dientes de ajo y dos cebollas picadas a fuego medio-bajo en un fondo de aceite o mantequilla clarificada (o mantequilla normal con un poco de aceite para que no se queme) y un poco de sal. Remueve de vez en cuando. Cuando esté bien pochado, añade 400 gramos de tomate troceado -puede ser de lata- y sigue el proceso hasta que reduzca, acorta este con 150 gramos de tomate frito o usa tres cucharadas de concentrado.
Es el momento de las especias: puedes usar garam masala, canela, cardamomo y chile o pimentón picante, si tienes; ponle también un poco de jengibre. Añade 1,5 litros de agua o caldo de verdura y 350 gramos de lentejas rojas y sube el fuego a medio. Cuando hierva, ya puedes bajarlo otra vez; remueve de vez en cuando con cuidado para no romperlas. Pruébalas a los 20 minutos para ver si están listas, rectifica de sal y especias si hace falta y calcula si crees que van a necesitar más líquido. Cuando estén tiernas, ponles encima cuatro huevos -sin cáscara y un poco separados entre ellos-; tapa y deja dos minutos más a fuego lento. Apaga el fuego, deja reposar un par de minutos o el tiempo necesario para que los huevos queden a tu gusto y sirve con uno por ración. Puedes rematarlo con un poco de cilantro, cacahuete o anacardos picados, y lima para exprimir encima.
Pasta corta, pisto, judías blancas y queso rallado
Otra receta de fondo de despensa que parte de un bote de pisto comprado o casero: la versión manchega invita a preparar tres veces más y guardar parte del tesoro en el congelador para disfrutar del guiso lento los días que necesitas ir más rápido. Para cuatro personas, calienta un litro de agua o caldo y lleva a ebullición; añade 400 gramos de pisto y 120 de pasta pequeña, que no lleve más de cinco minutos de cocción. Cuando falten dos minutos para que la pasta esté cocida, añade 600 gramos de judías blancas con su líquido de conservación, hierve todo junto dos minutos más y sirve bien caliente, con un poco de queso curado rallado y pimienta por encima (pruébalo después de poner el queso por si necesita más sal).
Guiso rápido de maíz y contramuslo de pollo
Pela y corta en grueso dos cebollas y dóralas a fuego alegre, removiendo a menudo, en una cazuela con un poco de aceite y sal. Cuando empiecen a coger color, añade cuatro zanahorias cortadas a lo largo y después en medias rodajas y sigue el mismo proceso. Añade unos 600 gramos de contramuslo de pollo cortado en tiras y salpimentado; mientras se sella échale un vistazo a tu alacena y mira qué tienes de esta lista: comino, orégano, albahaca, tomillo, pimienta negra, pimienta blanca, pimentón ahumado picante, cayena. Es posible que tengas sazonador estilo cajún sin saberlo, porque esos son sus ingredientes, y si no los pones todos tampoco pasa nada. Sazona y añade unos 500 gramos de granos de maíz cocido descongelado o de lata (con el líquido de conservación). Añade 250 mililitros de agua o caldo y lleva todo a hervor suave tapado unos seis minutos. Prueba, rectifica de sazón y a comer.
Estofado rápido de remolacha cocida y lombarda
Por si nos están leyendo los Guardianes de la Auténtica Comida Rusa: esto no es un borsch ni lo pretende así que nada de presunción de ofensa. Empieza cortando una cebolla en juliana -o uno o dos puerros en rodajas- y ponla en una cazuela con un poco de aceite a fuego medio, dos dientes de ajo pelados y laminados, semillas de comino y un poco de sal y pimienta (si te gusta el apio o el hinojo, también quedan genial). Deja que se dore un poco, añade medio kilo de lombarda cortada en dados y dale un par de vueltas durante unos tres minutos.
Súmale 300 gramos de tomate troceado -puede ser de lata- y sigue el proceso hasta que reduzca, pon directamente 100 gramos de tomate frito o dos cucharadas de concentrado. Añade aproximadamente medio litro de caldo de carne o verdura y un chorro de vinagre de vino blanco o manzana y lleva a hervor dos minutos; en ese momento pon 500 gramos de remolacha ya cocida en dados y un poco de eneldo -fresco o seco- deja hervir todo cinco minutos más. Prueba, ajusta y sirve con crema agria o queso quark, mucha pimienta recién molida y un poco más de eneldo.
Lentejas con mejillones en escabeche
Parece una idea loca, pero no lo es: piensa en lo bien que le quedan a las lentejas tanto el pimentón como un toquecito de vinagre. Aquí te contamos cómo prepararlas, y algunas variaciones interesantes que hemos probado desde entonces: cambiar los mejillones por unas zamburiñas en salsa gallega, usar garbanzos en lugar de lentejas; con unos pedrosillanos queda delicioso. Si alguna vez no tienes a mano legumbres cocidas en casa o compradas de tu marca de confianza y te tocan unas con mucho hollejo, puedes triturarlas bien y hacer un puré (justo antes de rematar el plato con los mejillones y las piparras). Solo hay una manera de estropear esta receta: sobrecocer los mejillones haciéndolos hervir con el guiso. Para que no pase ponlos encima una vez emplatado, para que se calienten con el calor del mismo, y quedarán perfectos.
Sémola con setas, calabaza y salchichas
Salchichas de buena calidad, butifarra o longaniza, incluso chorizo de cocinar o chistorra serán perfectos acompañantes para el combo otoñal de setas y calabaza. Empieza dorando a fuego medio unos 400 gramos del embutido -300 si es chorizo- en trozos de unos tres centímetros en una cazuela con un chorro de aceite. Retira la carne a un plato y añade una cebolla grande picada a la cazuela. Cuando coja un poco de color, suma 400 gramos de calabaza en dados y 250 de setas al gusto (pueden ser descongeladas), sal y pimienta. Un poco de tomillo, romero o salvia también le irán genial.
Sube un poco el fuego y cocina todo entre cinco y siete minutos, removiendo de vez en cuando. Añade un litro de agua o caldo y lleva a ebullición. Cuando hierva, devuelve la carne y deja hervir todo tres minutos. Añade unos 100 gramos de sémola, pasta maravilla o incluso cuscús o polenta instantánea; servirá cualquier pasta de pequeño tamaño, redondeada y que se cocine rápido (si no es el caso, habrá que añadir un poco más de líquido. No buscamos una sopa, sino un guiso. Cuando la pasta esté lista, sirve bien caliente con un poco de perejil picado encima, si tienes.
Crema de zanahoria y coliflor con yogur
Pela y pica en grueso un puerro y una cebolla. Dóralos en una cazuela a fuego medio con un poco de aceite o mantequilla, sal y pimienta. Mientras, quita las puntas y corta 600 gramos de zanahorias, y añádelas a la cazuela. Cuando todo esté bien dorado, mira el armario de las especias, y si tienes curry o cúrcuma, pon un par de cucharaditas y da vueltas hasta que se despierte el aroma. Añade un litro de agua o caldo de verdura, y lleva a ebullición. Pasados cinco minutos, añade 600 gramos de coliflor cortada en floretes y deja hervir todo siete minutos más. Ya fuera del fuego, pon dos yogures naturales y tritura todo muy bien. Prueba y rectifica el sazón. Sirve cada plato con una cucharada generosa de yogur por encima y algún fruto seco picado.
Patatas guisadas con lo que tengas por la nevera
Como cada mes, aquí va una propuesta que más que receta es una técnica para comer o cenar bien ese día en el que tienes un poco de esto y un poco de aquello o necesitas dar salida a restos que no dan para un plato completo. Los guisos de patatas son perfectos para estos momentos, porque para que salgan bien solo necesitas añadir los demás ingredientes antes o después que las mismas, teniendo su tiempo de cocción como referencia. Arranca un sofrito como el de la receta anterior con cebolla y ajo, y mira qué tienes por la nevera: si quieres poner pimiento, zanahoria, nabo, chirivía, alcachofa, hinojo y otras verduras duras, puedes incorporarlas al sofrito, antes del tomate. Otras como calabacín, guisantes, judías verdes o espinacas solo necesitarán los últimos cinco o seis minutos de cocción, uno más la coliflor y unos ocho en el caso de las pencas de acelga (las hojas tendrán suficiente con los últimos tres). Las especias o aromáticas secas mejor ponerlas al final del sofrito, para que se tuesten un poco y despierten su aroma.
Las patatas, unos 800 gramos, peladas y chascadas, se cubren -sin ahogarlas mucho- con agua o caldo y se cocinan en unos 20 minutos desde que arranque el hervor. Una buena manera de conseguir un caldo grueso y gustoso es empezar cocinándolas tapadas y valorar a los 10 minutos si es mejor destapar para que se evapore un poco o seguir tal cual. Si no calculas bien y te quedan demasiado líquidas, saca una parte de líquido y una de sólido, tritúralas y devuelve a la cazuela. Ponerle una picada con dos dientes de ajo, perejil y algún fruto seco bien majados cinco minutos antes del final de la cocción le dará potencia al sabor y mejorará la textura.
Si quieres ponerle embutido, panceta, sobrasada o jamón curado, puedes desgrasarlos al principio a fuego suave y usar esa grasa para hacer el sofrito, las salchichas o longanizas o dados de magro o jamón fresco de cerdo mejor dorarlas al principio, retirar y devolver los últimos cinco minutos para que se mantengan jugosas. Las más duras como la costilla de cerdo se pueden dejar hervir un poco con el agua y el sofrito antes de añadir las patatas (si son muy duras, tipo ternera para estofar, dales más tiempo). Si estás pensando “pues mi abuela lo ponía todo junto”; la mía también, y después de una hora y pico de cocción las pobres patatas -que son las protagonistas de este estofado, tenemos otros de ternera si es lo que buscas- quedaban completamente destruidas.
Estofado cremoso de brócoli, boniato y panceta
Corta 150 gramos de panceta en tiras, ponla a fuego suave en una cazuela y cuando se funda la grasa, retira la parte sólida y úsala para dorar una cebolla y dos dientes de ajo con un poco de sal y pimienta. Pon unos 600 gramos de boniato cortado en daditos, 300 mililitros de leche y la misma cantidad de agua y lleva a ebullición a fuego suave durante unos 10 minutos. Ponle unos 750 gramos de brócoli cortado en trozos pequeños, deja hervir cuatro o cinco minutos más y sirve con la panceta por encima y, si tienes, un poco de perejil picado. Para encontrar el punto correcto del caldo, usa la misma técnica que en la receta anterior, tapando o destapando el guiso (si queda muy seco y necesita más líquido, añade la misma proporción de agua y leche).
Más fácil todavía
- Las legumbres ya cocidas, tanto de bote como refrigeradas, son una opción perfecta, pero cocerlas desde crudo tampoco tiene mucho misterio: aquí te dejamos unos cuantos trucos para que las lentejas te salgan perfectas, lo mismo con los garbanzos y aquí un manual genérico que también sirve para judías y más. Si preparas un kilo de una variedad diferente cada semana o cada dos y las congelas en bolsas podrás preparar platos de cuchara rápidos como los que sugerimos hoy, ensaladas, cremas, curry, untables y mucho más.
Puedes cocinar ingredientes que necesiten puntos de cocción diferentes en una sola cazuela si respetas sus tiempos. Si crees que es imposible porque quieres dorarlos un poco antes de cocinarlos, empieza con los que vayas a añadir después, cuando tengan color sácalos a un bol y devuelve a la cazuela en el momento adecuado para que queden en su punto.
Prepara el doble de crema de coliflor y congélala para comer otro día; al no llevar patata queda perfecta. También puedes hacer más sofrito de setas, calabaza y salchichas, y convertirlo en una comida diferente como base para un arroz o quinua caldosos o simplemente dándole un hervor de cinco minutos con alguna legumbre cocida. El dahl de lentejas rojas también es perfecto para congelar antes de añadirle el huevo; puedes servirlo con yogur o leche de coco, unos dados de tofu duro o seitán salteado o mezclarlo con los restos de algún guiso de carne o pollo desmigado.
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