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No hay “socialistas buenos” en la Asamblea de Madrid

La votación de la moción del PP contra la amnistía fracasa en su intento de romper el grupo de Lobato en una sesión marcada por la bronca que estalló cuando un diputado de Más Madrid llamó “facha” a Ayuso

El portavoz del PSM, Juan Lobato, antes de participar en el pleno de la Asamblea de Madrid de este jueves.
El portavoz del PSM, Juan Lobato, antes de participar en el pleno de la Asamblea de Madrid de este jueves.Rodrigo Jiménez (EFE)
Fernando Peinado

El morbo de este jueves en la Asamblea de Madrid era saber si algunos “socialistas buenos”, como los llaman algunos en la derecha, iban a romper filas para votar con el PP y Vox en contra de la amnistía a los separatistas catalanas. Para animar a los posibles disidentes, el grupo popular había tomado la medida extraordinaria de solicitar el voto secreto. De este modo, dijeron, tendrían “intimidad”. Normalmente, los diputados aprietan los botones (verde, rojo o amarillo) en un tablero junto al micrófono de su escaño y el sentido del voto aparece en un marcador electrónico en la esquina del hemiciclo. Esta vez la pantalla iba a permanecer negra.

¿Podría el anonimato desvelar alguna ruptura en la bancada de Juan Lobato?

La idea la llevaban alimentando tres semanas los populares, desde que se conoció que por toda España iban a presentar mociones en contra de esa exigencia de Junts en las negociaciones de Pedro Sánchez para la investidura. El runrún había crecido por el goteo de voces discrepantes dentro del PSOE contra ese acuerdo: desde la vieja guardia del partido hasta el anterior líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez (destituido por Pedro Sánchez en 2015). También contribuía al rumor el perfil propio de Lobato, que ha marcado distancias con Sánchez puntualmente, al apoyar medidas como la rebaja del IRPF a rentas altas o, aún más relevante para lo que se discutía hoy, la reforma del delito de malversación pactada el año pasado con los separatistas.

Cuando llegó la hora de debatir, los socialistas adelantaron que no habría sorpresas: “Anticipo que el voto va a ser un no como una casa”, dijo la portavoz adjunta, María de los Llanos Castellanos. En el PSOE estaban muy seguros de ese desenlace. Lo habían discutido en la reunión del grupo el lunes. El PP había planteado dos Proposiciones No de Ley, una contra la amnistía y otra a favor de la igualdad de los españoles ante la ley. Sobre la primera, la respuesta era votar no sobre algo que es aún “ficción”; sobre la segunda, concluyeron que ese lenguaje sobre la igualdad era suficientemente ambiguo como para oponerse, así que acordaron la abstención. Solo la primera era secreta.

No hubo sorpresas cuando se votó pasadas las cinco de la tarde. La Proposición No de Ley (PNL) contra la amnistía fue aprobada con el voto de 81 síes, de PP y Vox, y 54 Noes, de PSOE y Más Madrid. Y la PNL sobre la igualdad tuvo también los 81 síes de PP y Vox, 27 noes de Más Madrid y 27 abstenciones de los socialistas.

Lo que pasó es lo normal en las votaciones secretas. No suelen tener disidentes. Quizás porque la disciplina de voto está muy arraigada en España o quizás porque realmente no hay fisuras en los grupos.

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Fue lo que pasó la última vez que se votó de modo oculto en el parlamento madrileño en 2020, cuando la izquierda quiso reprobar al consejero de Sanidad Enrique Escudero por los “protocolos de la vergüenza” para las residencias de mayores. En el Congreso de los Diputados el voto secreto se ha usado muy pocas veces: en 2003 sobre el apoyo a la guerra de Irak, o en 2014 contra el proyecto de nueva Ley del aborto del PP. Entonces, fue muy sonado el desmarque de la diputada popular Celia Villalobos.

El debate dos horas antes de las PNL en la cámara, del que se ausentó la presidenta Isabel Díaz Ayuso, estuvo marcado por la polarización de los dos bloques. La derecha acusó de traición a los socialistas y la izquierda tachó al PP de hipócrita (por sus pactos con los nacionalistas en el pasado) y le pidió que deje de traer temas nacionales a la cámara.

El ánimo ya venía caldeado desde la mañana. La bronca estalló cuando un diputado de Más Madrid, Pablo Padilla, llamó “facha” a Ayuso. Padilla lamentaba que Telemadrid haya pasado a ser “Teleayuso”: “Si ustedes quieren un espejito que le diga a Ayuso lo lista, lo facha y lo bien que lo hace todo, que se lo pague con su dinero”, dijo desde su escaño. La bancada popular reaccionó airada. El portavoz parlamentario popular, Carlos Díaz Pache, pidió la palabra. Se levantó de su escaño en segunda fila, detrás del asiento de la presidenta, que se quedó sentada, y pidió la palabra a su compañero de partido, el presidente de la Asamblea, Enrique Ossorio.

El diputado de Más Madrid, Pablo Padilla, durante su intervención en la que llamó "facha" a Ayuso.
El diputado de Más Madrid, Pablo Padilla, durante su intervención en la que llamó "facha" a Ayuso.Rodrigo Jiménez (EFE)

“No puede usted, señor Padilla, insultar a la presidenta del grupo parlamentaria, decirle insultos de esa gravedad y pretender que aquí no pase nada”, le reprochó desde su lugar en el hemiciclo, “¡Un respeto a esta cámara, un respeto a los diputados de esta cámara porque ustedes no pueden insultar de esa manera! Pido, presidente, que ese calificativo sea retirado del diario de sesiones”.

La pregunta que quedó en el aire es si para el PP facha es un insulto o un piropo. La presidenta ha reivindicado en otras ocasiones el calificativo facha. Por ejemplo, cuando le dijo a la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana que “si te llaman fascista estás en el lado bueno de la historia”, o cuando tuiteó un vídeo que declaraba el orgullo de que la izquierda usara esa palabra como ataque. “Me Too”, escribió ella, usando el famoso eslogan de las feministas estadounidenses (Yo también).

La petición de Pache también sorprendió porque en la cámara se han escuchado palabras mucho más gruesas. Sin ir más lejos, el presidente Ossorio llamó una vez “pedófilos” a los diputados de Podemos.

La otra aparente incoherencia es que el artículo 114 del Reglamento de la cámara madrileña permite que un aludido tome la palabra para defenderse. Pero en este caso, la presidenta Ayuso se quedó sentada y no quiso intervenir.

En la bancada de Más Madrid no se quedaron callados. El diputado Alejandro Sánchez resaltó esa contradicción y clamó contra “la dictadura del Partido Popular”.

Mónica García también pidió la palabra para quejarse al presidente. “Me gustaría que usted nos concretara aquí si ese artículo lo podemos pedir el resto de grupos parlamentarios cada vez que el Partido Popular falte al decoro de nuestro grupo parlamentario, nos insulta y me insulta a mí la presidenta personalmente diciendo que no me aguantan en mi casa o que tengo que hacer terapia o que tengo que venir llorada, etcétera, etcétera. ¿Podré usar ese artículo?”

“Por supuesto”, le dijo Ossorio.

La bronca entre las dos bancadas continuaba. Desde su escaño, Pache y el número dos de Ayuso en el PP de Madrid, Alfonso Serrano, se enfrentaban a voces con Padilla y sus compañeros con el micrófono cerrado. “¡Facha tu padre!”, se oía decir a Serrano.

El tema de Telemadrid venía a cuento porque la cadena ha sido noticia estos días. El Tribunal Supremo ratificó hace una semana que el despido del antiguo director de informativos de la cadena, Jon Aritztimuño, fue ilegal y esta mañana Ayuso ha sufrido un nuevo varapalo cuando el Alto Tribunal también ha tomado una decisión idéntica por el despido del adjunto a los informativos de Telemadrid.

La cosa no quedó ahí. Durante la jornada el debate sobre qué es un insulto ha reaparecido. Primero cuando Elisa Vigil, del PP, llamó “matones supremos” y “chabacanos” a los diputados de Más Madrid. Lo hacía mientras hablaba de un tema menos acalorado que Telemadrid, una moción de ese partido de izquierda sobre la industria de los chips informáticos, que el PP va a rechazar. Más Madrid se quejó de acuerdo con el 114 y luego Vigil se defendió: “Ustedes son unos matones. Eso no es un insulto. Es una definición per se”.

Y, luego, llegó Monasterio, cuando el PSOE llamó extrema derecha a Vox. Monasterio pidió a Ossorio la palabra en uso del 114. ¿Por cuál alusión?, le preguntó el presidente. “Ya está bien de llamar extrema derecha a Vox”. Ossorio quedó atónito, quizás dudando de si eso era un insulto o una definición per se. Finalmente se la concedió. “Ya está bien de llamar extrema derecha a los que estamos defendiendo políticas de extrema necesidad para los españoles”. La cara de Ossorio era un poema.

Ese fue el tono del día. El contraste lo puso un inusual acuerdo entre PP y PSOE. Los populares apoyaron una PNL del socialista José Cepeda para crear un centro avanzado de ciberseguridad, un proyecto que el PP no pudo sacar en la anterior legislatura. “Después de la tormenta viene la calma”, celebró Cepeda.

Contacta al autor en fpeinado@elpais.es o fernandopeinado@protonmail.com

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Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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