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Frisia, la vida entre canales, marismas y pueblos marineros

Islas, diques, molinos, dunas y una naturaleza casi salvaje son los reclamos con los que esta región de los Países Bajos atrae a sus visitantes. La mejor opción: recorrerla en bicicleta y ferris

Canal de Leeuwarden, capital de la región de Frisia, en los Países Bajos
Atardecer en un canal de la ciudad de Leeuwarden, capital de la región de Frisia, en los Países Bajos.Alamy Stock Photo

En Holanda, los hombres pelean con el mar desde hace siglos para conseguir más tierra firme. Con más de una cuarta parte del territorio por debajo del nivel del mar, y buena parte ganado gracias a los famosos pólderes, está claro que la geografía condiciona el paisaje. En la región de Frisia, en la costa norte, se siente más que nunca la omnipresencia del agua, con los vientos constantes del Mar del Norte moviendo los molinos que desde el siglo XIII bombean agua sobre los diques para conseguir ese milagro de la tierra ganando la batalla al mar. Frisia es la región más al norte de los pequeños y húmedos Países Bajos; un paisaje más rural que el resto del país, más salvaje también, bien conservado, perfecto para desacelerar la marcha entre una naturaleza costera virgen y abundantes vacas negras. Un destino que permite recorrer una Holanda muy diferente a la de Ámsterdam o Róterdam, incluso a la de las regiones del sur.

Las bicicletas forman parte de su paisaje, como también los diques, los canales, los molinos, los ríos o la costa; o como lo son los campos de azafrán, de narcisos, jacintos y tulipanes. Recorrer Frisia sobre dos ruedas puede ser una experiencia inolvidable, contemplando los campos de cultivo o las marismas. Los frisones son gente con un idioma propio que exhiben con orgullo en las señales de carretera. No solo tuvieron que construir diques para proteger sus tierras, sino que también crearon las tierras en sí. Las singulares marismas, entrelazadas con el Waddenzee (mar de Frisia), figuran en la lista de tesoros de la Unesco, y las islas de este mar son el destino veraniego más de moda del país, con bosques, dunas y playas surcados de sendas ciclistas.

En el centro de la provincia se halla la atractiva capital bordeada de canales, Leeuwarden, y más allá, pueblos de pescadores y ciudades portuarias como Hindeloopen y Harlingen —poco conocidas como destinos turísticos fuera del país— pueden presumir de su arquitectura del siglo XVI y de haber conseguido mantener un ritmo relajado que no ha cambiado en siglos.

Pero lo que más atrae de la región son sus islas: frente a la costa norte de los Países Bajos, el rico medio natural del Waddenzee es un hábitat privilegiado para la fauna aviar y marina, que como mejor se observa es haciendo una excursión en barco a las marismas. Incluso cuando los ferris llegan abarrotados desde tierra firme, siempre habrá una franja de playa vacía aguardando. Las islas Frisias se pueden visitar saltando de isla en isla sin bajarse de la bicicleta, alquilando un barco para explorar las aguas insulares o inscribiéndose en una carrera por las 11 ciudades y pueblos de la región sobre una tabla de surf de remo, ya que en estas cosas de las actividades al aire libre los holandeses son de lo más imaginativo.

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Leeuwarden: museos y gastronomía

La capital de Frisia resulta una inesperada combinación de calles con mucho estilo, callejones antiguos, canales bordeados de cafeterías y nuevos proyectos urbanísticos. Lo mejor es explorar el trío de excelentes museos de Leeuwarden y los innovadores proyectos culturales heredados de 2018, año en que la ciudad fue Capital Europea de la Cultura. Un flujo constante de ciclistas recorre los anchos carriles que flanquean los canales, cuyos túneles se iluminan de color púrpura por la noche. Pero lo mejor es el ambiente: la hospitalidad del norte se contagia en los muchos cafés y bares, repletos de liwwadders (gentilicio oficial de Leeuwarden) dispuestos a disfrutar de la vida. Las distancias son una de las grandes ventajas para los turistas: la mayoría de los puntos interesantes de la ciudad se concentran en un radio de unos 10 minutos andando. Otra opción es hacer un crucero por los canales en un barco histórico o dar un paseo en góndola.

Zaailand, la plaza central (también llamada Wilhelminaplein), es el núcleo cultural, con el Fries Museum instalado en un edificio imponente con fachada de cristal y un llamativo techo de madera y acero que sobresale sobre la plaza. Se trata del museo provincial, con tres pisos divididos en una serie de galerías que van mostrando todos los aspectos de la región. Otro de los museos de la ciudad es el Keramiek Princessehof, que alberga una de las mayores colecciones de azulejos del mundo, una excelente selección de cerámica de Delft y obras procedentes de distintos países. Pero tan interesante como la muestra es el edificio que lo aloja: una evocadora mansión del siglo XVII en la que el famoso artista gráfico M. C. Escher (1898-1972) nació y vivió hasta 1903, cuando su familia se mudó a Arnhem. Por la ciudad se puede ver arte urbano que homenajea las litografías, grabados y recortes de inspiración matemática de este artista.

Exterior del Fries Museum, en Leeuwarden.
Exterior del Fries Museum, en Leeuwarden.Alamy Stock Photo

Más cultura: el Obe Paviljoen, un pabellón contemporáneo de madera y cristal que resulta llamativo tanto por su diseño arquitectónico como por las exposiciones culturales que acoge. El techo, en forma de ola, sirve también de gradería pública con vistas fantásticas de la plaza histórica Oldehoofsterkerkhof y de la torre torcida Oldehove. Porque este es el último icono de la ciudad: su propia torre de Pisa. Oldehove se levanta en una esquina del casco histórico y rivaliza con la famosa torre inclinada italiana. Comenzó a ladearse poco después del inicio de su construcción en 1529 y nunca recuperó la postura adecuada ni la altura pretendida. Un ascensor sube los 39 metros para contemplar la amplia plaza salpicada de lápidas grabadas, vestigios del cementerio que hubo aquí hasta 1833.

La torre torcida Oldehove, en la ciudad de Leeuwarden.
La torre torcida Oldehove, en la ciudad de Leeuwarden.Alamy Stock Photo

Un lugar que evoca la explosiva corriente de creatividad de la capital frisona es el Blokhuisplein, una prisión del siglo XIX convertida en centro cultural. Docenas de start-ups y negocios jóvenes ocupan las antiguas celdas; el bloque H contiene talleres de artistas, tiendas de tatuajes, boutiques de artesanía y un albergue de diseño. Tiene visitas guiadas por un antiguo guardia de la cárcel, con uniforme y todo. Para una pausa gastronómica, aquí está el Proefverlof, el sitio más de moda de la ciudad para comer o beber junto al canal. Sirven desde ganso salvaje frisón, risotto de guisantes y ostras hasta pulpo frito crujente o comida para picar. El café se acompaña de una pequeña fryske dumkes: una galleta frisona tradicional de almendra o avellana y anís.

Otro de los lugares más que recomendables es el Grand Café, instalado en un local contemporáneo pero majestuoso: el edificio es una oficina de correos de principios del siglo XX, el café es estupendo (tiene su propio tostadero), pero además sirve de todo: desde un buen desayuno hasta tés por la tarde con especialidades frisonas o cócteles con música en directo por las noches.

La huella marinera en el único puerto frisón

Entre la capital y el pintoresco pueblo de Harlingen, se extiende una zona de tierras de cultivo con una sola población importante: Franeker, una antigua ciudad universitaria. Al norte de Harlingen, un elevado dique discurre paralelo a las marismas del Mar de Frisia (Waddenzee), conectando varios pueblos de agricultores con casas bajas de ladrillo. Una visión casi bucólica de la Holanda de antes.

Harlingen es el único puerto frisón que ha conservado su vínculo con el mar. Todavía desempeña un papel importante en la navegación por la zona y es el punto de partida de los ferris que van a las islas de Terschelling y Vlieland. La pequeña ciudad conserva algo de su pasado en sus edificios del centro, un conjunto protegido de casas pintorescas de los siglos XVI y XVII a orillas de los canales, con jardines que tienen bancos para mirar el canal y arbustos con flores de vivos colores. El carillón del stadhuis (ayuntamiento) se oye en toda la ciudad cuando da la hora, como lleva haciendo desde mediados del siglo XVIII. Harlingen se disfruta sobre todo a pie, paseando por los canales, que tienen puentes levadizos que suben con regularidad rítmica, especialmente el Zuiderhaven (lleno de veleros) y el Noorderhaven. En este último atracan desde el siglo XVI los barcos que salen al océano y está bordeado de casas de la rica era del comercio. Para contemplar un buen panorama del bullicioso puerto y el casco viejo, salpicado de campanarios, solo hay que subir la escalera de metal hasta lo alto del faro blanco art déco.

El barco 'Witte Swaen', una recontrucción del buque de expedidión del avegante y explorador neerlandés Willem Barentsz (1550-1597), en el puerto de Harlingen .
El barco 'Witte Swaen', una recontrucción del buque de expedidión del avegante y explorador neerlandés Willem Barentsz (1550-1597), en el puerto de Harlingen .Alamy Stock Photo

Los enamorados de los museos pueden completar la visita entrando al Museo Hannemahuis, en una mansión del siglo XVIIII. Está dedicado al patrimonio marítimo de la ciudad, en particular en su papel en la industria ballenera, que tanta riqueza aportó a Frisia en el siglo XVIII. También abarca otras nobles actividades, como la platería y el destilado de jenever (la ginebra típica neerlandesa, elaborada con una mezcla muy especial de hierbas).

Y una sorpresa: a solo seis kilómetros al este de Harlingen, el pueblo Franeker esconde el planetario en funcionamiento más antiguo del mundo: el Eise Eisinga Planetarium, construido por un cardador de lana del siglo XVIII con una gran afición por la astrología y las matemáticas. Lo construyó él mismo en el salón de su casa a orillas del canal. Y ahí sigue, hoy protegido como patrimonio mundial de la Unesco desde 2023.

El Eise Eisinga Planetarium, en Franeker, patrimonio mundial de la Unesco.
El Eise Eisinga Planetarium, en Franeker, patrimonio mundial de la Unesco.Alamy Stock Photo

Por el suroeste de Frisia: windsurf, velas y pueblos marineros

La región de lagos que se extiende al suroeste de Leeuwarden es perfecta para los aficionados a la navegación, el windsurf y otros deportes acuáticos. Desde que quedaron cercados por el dique Afsluitdijk, los pueblos costeros de Hindeloopen y Stavoren son lugares más aletargados, con ecos de su pasado marinero.

Su mayor ciudad es Sneek. Hay un dicho local que asegura que “todos los frisones saben navegar y todos los frisones saben pescar”, y esto es especialmente cierto aquí, aunque sus habitantes tampoco tienen otra opción: los lagos y ríos frisones están conectados con el lago IJsselmeer. Si nos apetece navegar a vela este es el lugar indicado. Sneek ha sido un nexo de los canales de Frisia durante siglos y no falta un museo que ilustra muchos aspectos de la navegación en la provincia, aunque lo suyo es alquilar un velero o una tabla de surf de remo.

La Waterpoort de Sneek, construida en 1613.
La Waterpoort de Sneek, construida en 1613.© Allard Schager (Getty Images)

La auténtica Frisia se asoma en pueblos de esta zona, como Hindeloopen, que acurrucado a ras de las orillas del IJsselmeer ha estado apartado del resto de Frisia durante siglos. Al acercarse por la llana campiña frisona la repentina aparición de un bosque de mástiles en la distancia señala la próxima llegada a la localidad. En los siglos XVI y XVII, los barcos mercantes procedentes de Ámsterdam anclaban en este puerto del Zuiderzee de camino a Inglaterra y Escandinavia, lo que aumentó su prosperidad y lo conectó con el mundo exterior. La belleza y el encanto de la Edad de Oro neerlandesa perviven en sus estrechas calles, canales llenos de flores en sus 16 puentes y en un puñado de diestros ebanistas que continúan fabricando a mano muebles de roble pintados de forma exótica, como han hecho sus antepasados durante generaciones.

El dique cubierto de hierba que rodea la ciudad, donde pastan ovejas en verano, es ideal para dar paseos y recompensa con amplias vistas del IJsselmeer. Y por supuesto, no faltan los museos, uno especialmente curioso: el Museo del Patinaje de Frisia, dedicado a la historia del patinaje a lo largo de los siglos.

Descubriendo las Islas Frisias

La curva de islas que se extiende sobre Frisia —Vlieland, Terschelling, Ameland y Schiermonnikoog— forma una región natural única y diferenciada del resto de los Países Bajos. Son una barrera natural entre la costa de Frisia y el Mar del Norte y cercan las marismas del Waddenzee, declaradas patrimonio mundial por la Unesco en el 2009, en las cuales se puede practicar wadlopen (paseos por las marismas) con guías profesionales.

Una de las actividades que se puede hacer en la región neerlandesa es el 'wadlopen', paseos por las marismas.
Una de las actividades que se puede hacer en la región neerlandesa es el 'wadlopen', paseos por las marismas.Alamy Stock Photo

Las islas están bordeadas de pueblos, pólderes y salinas por el lado del Waddenzee, y de playas y dunas por lado de mar abierto, y en el interior hay bosques y brezales surcados de rutas de ciclismo y senderismo. Pobladas desde hace al menos mil años, estas remotas islas han sido víctimas frecuentes de los caprichos de la naturaleza: el mar ha barrido localidades del mapa y el desplazamiento de la arena ha alterado el terreno. Debido a la dificultad de vivir en tierra, los habitantes se dedicaron a la pesca y la caza de ballenas, aunque desde mediados del siglo XX el turismo es su actividad económica principal.

Un restaurante en la isla Vlieland, una de las islas Frisias.
Un restaurante en la isla Vlieland, una de las islas Frisias.Alamy Stock Photo

A estas islas se llega en ferris que se mueven entre unas y otras, con muy buen servicio, y que permiten transportar bicicletas y coches, aunque a algunas islas, como Vlieland y Schiermonnikoog, solo los residentes tienen permiso a llevar automóviles. Una vez allí, todas tienen servicios de autobús para moverse y tiendas que alquilan bicicletas junto a los embarcaderos. Todo son facilidades para descubrir estos lugares bien conocidos por los holandeses, pero casi exóticos para nosotros.

Antiguo búnker alemán en un bosque de la isla de Terschelling (Países Bajos).
Antiguo búnker alemán en un bosque de la isla de Terschelling (Países Bajos).Alamy Stock Photo
La localidad de Hollum, en la isla frisia de Ameland.
La localidad de Hollum, en la isla frisia de Ameland.Alamy Stock Photo
Vista aérea de la isla de Schiermonnikoog.
Vista aérea de la isla de Schiermonnikoog.Frans Lemmens (Getty Images)

Lauwersmeer, bajíos y focas

Frente a las islas Frisias, en tierra firme ―que poco tiene de firme―, el pequeño parque nacional Lauwersmeer es como un paraíso natural. El parque protege los bajíos artificiales del Lauwersmeer, dividido entre Frisia y la provincia vecina de Groninga. El lago se formó en 1969 al cerrarse el dique entre el Lauwerszee y el Waddenzee. Los ornitólogos quizá puedan avistar raros pigargos, pigargos europeos y docenas de aves migratorias en los bajíos; y en las praderas que rodean el lago habitan gansos salvajes y caballos konik.

Uno de los puntos de observación de aves en el parque nacional Lauwersmeer (Países Bajos).
Uno de los puntos de observación de aves en el parque nacional Lauwersmeer (Países Bajos).Alamy Stock Photo

La pesca sigue siendo la industria tradicional en Zoutkamp, una aldea de pescadores con casas pintadas de muchos colores, donde aún se ahúman anguilas en el rokerij (ahumadero de anguilas) del muelle. Y desde el puertecito de Lauwersoog zarpan ferris a la isla-parque nacional de Schiermonnikoog.

La novedad es el recién construido centro de focas a orillas del mar en Lauwersoog, instalado en un edificio contemporáneo de cristal diseñado por la arquitecta danesa Dorte Mandrup. Se ha construido sobre pilotes en el agua y alberga exposiciones sobre el ecosistema del Waddenzee, un centro de investigación, una cafetería y piscinas para focas en la azotea, donde pueden observarse.

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