‘Los astronautas’, de Laura Ferrero: los recuerdos de los hijos de los matrimonios rotos de los ochenta

La reconstrucción de la memoria del olvido, de la familia como el lugar inventado más real, mantiene al lector atado a la novela, pese a su final poco ambicioso

La escritora Laura Ferrero, autora de 'Los astronautas', el 29 de marzo pasado en Barcelona.Carles Ribas (EL PAÍS)

22 abr 2023 - 05:30CEST

Laura Ferrero (Barcelona, 1984) es escritora, periodista y guionista. Ha publicado hasta la fecha los libros de relatos Piscina vacías (2016) y La gente no existe (2021), y las novelas Qué vas a hacer con el resto de tu vida (2017) y, en colaboración con Marc Pallarès, El amor después del amor (2018).

Su nueva publicación es Los astronautas, en la que a partir de un hecho autobiográfico —la ausencia de fotos con sus padres antes de la separación de éstos, más allá de una, casi aparecida al azar— construye como ficción un viaje con los mapas de la memoria de su familia. Diversos, fragmentarios e involuntariamente poco precisos. Asistimos al intento de reconstruir un país —la infancia, la primera familia— que se nos muestra, a medida que leemos, como una construcción deformada, más verosímil que cierta, un puzle al que siempre le falta una pieza, no siempre la misma. Su ejercicio de autoficción nos muestra que todo lo que damos por cierto, la fortaleza desde la que nos construimos de adultos, es una verdad inventada. No fue así o no de esa manera, o tú no estabas o quién sabe, pero de todo ello hacemos un ancla, el hilo que nos sostiene al tiempo que es una cadena que no nos deja ser de otra manera.

Los astronautas narra cómo la protagonista busca el regreso a casa no por ajustar cuentas, sino por entender y entenderse, llegar a un compromiso tan emocional como intelectual con sus padres. Habla de los hijos de matrimonios rotos de los ochenta, donde, en muchas ocasiones, la ruptura significaba un agujero negro del que, en mayor o menor medida, los hijos eran piezas afectadas, dañadas, responsabilizadas. Su mirada sobre ese momento y esos hijos y padres es novedosa y no se queda en enfatizar hechos, sino posibilita alzar el vuelo, mirar y hasta comprender. La prosa de Ferrero, limpia, directa y nunca vanidosa, nos ayuda en este ejercicio de autoficción poliédrica. Inserta datos e información ajena a la narración, pero bien trenzados o, al menos trabajando a favor de obra, que nos mantienen atados a ella.

T. S. Eliot dejó escrito que la misión del poeta es decir qué pasa y no lo que le pasa. Y ahí, cuando el texto se convierte en mero dietario o terapia, es cuando Los astronautas se nos empequeñece. También en la tercera y última parte de la novela, en la que lo construido por Ferrero se nos deshace peligrosamente hasta un final poco ambicioso. Sin embargo, las buenas noticias llegan en toda la novela cuando trata de explicar qué pasa, en esa propuesta de desentrañar qué hay dentro de los protagonistas de esa foto única de cuando fueron tres, antes que las segundas familias la colocaran en un limbo determinado, en el lado oculto de su propia luna. Personajes, lejos de estereotipos, manteniéndose, cuando es preciso, al margen la narradora de lo que explica, con buenos diálogos, mostrando hechuras de lo talentosa que es Laura Ferrero en esta reconstrucción de la memoria del olvido, de la familia como el lugar inventado más real que conoceremos jamás.