_
_
_
_
_

Diego San José: “No hay mejor manera de desnudar a una persona que saber qué le hace gracia”

El creador de ‘Venga Juan’, la serie de moda, habla de comedia, libertad de expresión y éxito: “Cuando dejas de vivir la vida que preocupa al que ve tu obra, es muy complicado que le interese”

El guionista Diego San José, fotografiado en Madrid.
El guionista Diego San José, fotografiado en Madrid.INMA FLORES (EL PAIS)
Manuel Jabois

Diego San José (Irún, 43 años) se sienta en una terraza del centro de Madrid, pide un café cortado y dice que no tiene vocación de escribir cine (lo hace ocho horas al día) ni es cinéfilo, ni ve tantas películas como la gente. Guionista de Vaya Semanita con 25 años, programa de Euskal Telebista que a principios de siglo desbordó fronteras haciendo humor sobre ETA con la banda terrorista en activo; coguionista junto a Borja Cobeaga de la película más taquillera de la historia del cine español, Ocho apellidos vascos, y en la actualidad creador de la serie española del momento, Venga Juan, tercera entrega de un personaje patético, Juan Carrasco (Javier Cámara), que encarna todos los terrores del espectador medio: el miedo de ser realmente así, de que nos riamos para defendernos.

Pregunta. ¿El cine no fue su vocación?

Respuesta. Podría dedicarme a otra cosa y no lo echaría de menos. Pero me gusta mucho ser guionista. Y me da mucha envidia el director o el guionista que se declara vocacional y dice utilizar la ficción para matar demonios. No tengo esos demonios; en cambio, me gusta contar historias ajenas. Yo, sin embargo, no he vivido tantas cosas como para escribir tantas páginas.

P. La vida de fuera.

R. Lo dijo Azcona en su día: le preocupaba que el cine español se empezase a fijar más en las otras películas que en la propia vida. Y con tantas plataformas, y tanta oferta que ver, para un guionista que empieza eso puede ser un problema.

P. Azcona también decía que un guionista se empieza a echar a perder en el momento en que deja el transporte público para empezar a moverse en taxi.

R. Porque deja de conectarse con la gente. Y de ver cómo se comporta, y cómo habla, y cómo se viste. ¿De qué escribes entonces? Las primeras películas de los grandes directores suelen ser mucho mejores, excepto las de genios como Scorsese. Pero suele ser normal que las grandes películas de directores y guionistas de éxito sean de cuando compartían piso o pagaban dos años de su vida en función de que la película fuera buena o mala. Luego, de repente, cuentan cosas que no entendemos y les preocupan cosas que no nos preocupan al resto. Y la putada y la bendición de las películas es que son obras que no tiene sentido hacerlas para ti mismo; si las haces para colmarte no van a ningún lado. Y cuando dejas de vivir la vida que preocupa al que ve tu obra, es muy complicado que le interese.

P. Vaya Semanita.

R. Nos cambió la vida, nos llevó hacia la comedia y a tener siempre bastante trabajo. Ahí estaba Borja Cobeaga, ahí estaba Nacho Vigalondo y Gorka Otxoa, que luego fue protagonista de Pagafantas. De repente nos conocimos. Fue lo que más cercano que he vivido a pertenecer a una generación. Luego nos vinimos muchos a Madrid, nos reunimos aquí y eso funcionó como una especie de burbuja de protección.

P. ¿Fueron valientes en ese programa?

R. No. Valiente es el que es consciente del riesgo y aún así lo hace. Nosotros no fuimos conscientes. Yo me juntaba con amigos míos de 25 años a ver quién la soltaba más gorda. Pero no éramos conscientes del peligro, así que no fuimos valientes. Y hoy en día me siento más orgulloso de Vaya Semanita que de películas que he hecho después. Porque muchas veces lo importante no es tanto los temas de los que hablas, sino el momento en que hablas de ellos. Y esto ocurría en 2003.

La manera de hacer que la corrupción española fuera graciosa era contarla absolutamente en serio

[Un whatsapp a Diego San José le informa de que en la comparecencia del expresidente Mariano Rajoy en la comisión por el caso Kitchen, la diputada de Unidas Podemos Sofía Castañón ha citado varias escenas de Venga Juan]. “Me cago en mi vida”, dice el creador de la serie.

P. Ha creado un monstruo.

R. A la hora de narrar la corrupción en España, la manera de hacer que eso fuera gracioso era contarlo absolutamente en serio. Si tú le quitas el volumen a Venga Juan podría pensarse que lo que están diciendo los personajes es doloroso, porque la comedia viene de que la realidad que hemos vivido en los últimos quince años de la corrupción española es tan esperpéntica que si la hubiésemos empujado hacia la comedia, nos hubiésemos pasado de frenada. La mejor manera de hacer comedia es contarla muy en serio. El thriller es la ensaladera. Pero luego los ingredientes de la ensalada es la corrupción española, que es el esperpento. Y además que yo creo que está muy bien eso, porque es la comedia netamente nuestra.

P. ¿Nuestro sello?

R. No hay nada más bonito para diferenciar sociedades que saber de qué se ríen. Lo que a nosotros nos hace diferentes a los franceses o a los anglosajones es el esperpento y el astracán. Y no ha habido nada más esperpéntico en la España reciente que la corrupción política. No creo que un noruego robe de manera tan torpe. Yo me imagino acrónimos más elaborados que los nuestros o atajos fiscales mucho más complejos que romper un ordenador a martillazos. A España la define nuestra corrupción.

P. Porque también hay una manera muy sui generis de robar.

R. La manera de robar nuestra nos define muy bien como país y nos emparenta con el pícaro. ¿Cómo roban los políticos de hoy en día. A mí me lleva al Papus, me lleva a Mihura, a Jardiel Poncela y a autores de los que me siento orgulloso. A mí me gustaría que Venga Juan quedase como un legado de cómo robaban los políticos españoles y que alguien dentro de 50 años no se pueda creer que Juan Carrasco intentase romper un ordenador con una llave inglesa, porque además eso ocurrió de verdad. La comedia que completa la narración histórica es maravillosa. Yo he aprendido mucho de la Guerra Civil por La Vaquilla. No hay mejor manera de desnudar a una persona que saber qué le hace gracia. De lo que nos reímos en una cena es lo que nos deja en evidencia ante los demás.

P. Suele hablar David Trueba del poder, en las ficciones, de los personajes. Nuestro enganche a él más que a la historia. Un personaje bien escrito, alguien por quien abandonarías una historia coral si muere.

R. Los del equipo nos hemos enamorado de Juan Carrasco. Peor. Nos hemos visto defendiendo moralmente a un tipo que representa todo lo reprochable que hay en la vida. ¿Por qué quiero a alguien tan miserable? Porque uno no puede odiar del todo al que pierde. Para odiar y condenar a alguien tiene que haber ganado algo. Si se tropieza y se cae, aunque sus intenciones sean malas, no puedes condenarle. Detrás de la derrota está el cariño. Y te permite ser empático con aquel que tropieza constantemente, aunque sea un ser putrefacto. Juan Carrasco es homófobo, es machista, ha robado, no tiene talento, delata al amor de su vida. Pero fíjate que esto último lo hace por no estar solo. Lo que te permite cogerle la mano al personaje es que hace algo horrible por un fin muy pequeño, que es: “No quiero estar solo”. Es un miserable, pero tiene buen fondo.

P. Berlanga.

R. Tanto él como Fernán Gómez lo que más representaban era España. Y cuando uno intenta explicar por qué las comedias de Berlanga son inmortales y por qué viajaron tan mal fuera, es precisamente porque son España. Y de hecho hasta los actores, los actores muy guapos de la época, como Fernando Rey, no curraban con Berlanga. Con Berlanga curraban los actores que representaban al españolito. Y yo creo que el españolito y la comedia del españolito es una cosa que desgraciadamente hemos empezado a perder recientemente, porque intentamos hacer la misma comedia que le hace gracia al de París y al de Milán.

Una cosa que yo odio mucho en la comedia es hacer chistes sobre cosas que la gente ya tiene claras. Es decir, la ficción que tú haces para dar la razón al espectador en lugares donde se está calentito. Y cuando los trenes están ya están arrancados te subes a ellos.

P. Lleva 18 años haciendo comedia. Tanto tiempo que por entonces no se debatía sobre los límites del humor.

R. Mi primer trabajo es Vaya Semanita: es muy complicado que me bajes de ahí. A mí me da mucha pereza cuando las cosas se escriben para ser provocadoras; o sea, cuando el fin está tan claro. En Vaya Semanita no nos reíamos de las víctimas porque también es bueno saber a qué diana tiene que ir el dardo. Y me parece muy importante que cuando uno escriba un chiste, luego pueda sentarse en una cafetería a defender lo que ha dicho en ese chiste. Es decir, que tú tengas un mínimo de bagaje moral para decir yo me río aquí de esto. Por eso creo que sí puede haber chistes de todos los temas, siempre y cuando sepas explicar de qué te has reído, porque muchas veces hay chistes que no se pueden explicar, y eso sí que es un problema. Si es así no lo escribas, es una provocación vacía. Pero es que además…

P. ¿Qué iba a decir, que no dice?

R. No sé, es que por un lado... Mira, a mí me da un poco de pena que la comedia, que es un vehículo maravilloso para contar muchas cosas, la hayamos convertido sólo en un lugar en el que discutir dónde están los límites. Y además sólo le pasa a la comedia. No le pasa ya no a ningún otro género, sino a ninguna otra disciplina. Nadie habla de los límites de nada que no sea la comedia. ¡Llevamos tantos años delimitándola! Cuando la comedia es un género que precisamente sólo tiene sentido cuando bordea. Tiene sentido cuando con la punta del pie no sabes si hay suelo o ya te vas para abajo. Ahí está el chiste.

P. La autocensura.

R. Respecto a eso, conviene no meterse en jardines en los que uno no tiene un punto de vista personal mínimamente elaborado. Y más: una cosa que yo odio mucho en la comedia es hacer chistes sobre cosas que la gente ya tiene claras. La ficción que tú haces para dar la razón al espectador en lugares donde se está calentito, pues claro. Cuando los trenes están ya están arrancados te subes a ellos. Algo guay de escribir comedia es hacer un listado de qué chistes están en la calle para eliminarlos y ver que hay detrás, es decir: ¿qué nos queda?, ¿queda algo?

P. Piden pena de prisión para el cómico David Suárez por un chiste que escribió en Twitter. Y hay mucha gente, y muchos políticos, que defienden que a ese cómico se le juzgue y se le condene.

R. Y algo más: he escuchado a mucha gente diciendo que es una locura que juzguen a David Suárez pero dejando claro que a ellos el chiste no les ha gustado. Pero a mí qué me importa lo que te gusta y lo que no te gusta cuando se está juzgando una cosa tan delicada. ¿De repente eres sumiller de chistes? El tema que se discute ahora es si alguien debe pagar una condena por un chiste. Y entiendo que para los políticos sea complicado defender un chiste. Un chiste es una víctima muy sencilla de abofetear. Es como pegar al más débil de clase. Es mucho más sencillo tumbar un chiste que defender un chiste. Y nadie quiere defender un chiste teniendo un cargo político, como es normal.

P. Nos reímos cada uno de una forma diferente. Pero lloramos prácticamente por lo mismo.

R. Otra vez Azcona: él decía que hay una manera científica de comparar la comedia y el drama, que es que te coloquen delante a un niño de cuatro años. Es mucho más difícil hacerle reír que hacerlo llorar. El drama apela a una cosa más física, más visceral. Y la comedia requiere algo de retórica mental. Y además creo que nos reímos de lo que nos preocupa y de lo que tememos. Porque es un desahogo. Vaya Semanita, Ocho apellidos vascos o Fe de etarras viven mucho de eso. Del miedo. Y los chistes son más graciosos porque dos días antes esos mismos elementos te preocuparon y te atemorizaron en la prensa diaria. Así que de repente llega un gag con unos ingredientes que tu cabeza vincula al dolor y provoca una explosión mucho mayor.

P. La comedia define claramente las sociedades y los pueblos.

R. La películas de Ozores, por ejemplo, más allá de su nivel cinematográfico. A mí me sirven para entender con qué andaba la gente en esos tiempos. Me sirven desde el título, vamos. Cuando vi Los Bingueros de pequeño no la entendía, pero luego de mayor digo: claro, es que llegó el bingo un día a España. O Que vienen los socialistas. Y así decenas. Lo que estaba en la calle está en el título y eso a mí me permite saber cosas que a mí no me han contado en el colegio, como el divorcio a través de la película de un cura atormentado con los divorcios.

He escuchado a gente diciendo que es una locura que juzguen a David Suárez pero dejando claro que a ellos el chiste no les ha gustado. Pero a mí qué me importa lo que te gusta y lo que no te gusta cuando lo que se está juzgando es una cosa tan delicada. ¿De repente eres sumiller de chistes?

P. El último episodio de Venga Juan (HBO), emitido este domingo, no es fácil de encasillar. ¿Tampoco lo será usted en un futuro?

R. A mí me pone cachondo matarme en una curva que no he recorrido. Y creo que uno sólo tiene sentido profesionalmente si se plantea hacer lo que no ha hecho. Yo no podía seguir haciendo películas o series basadas en conseguir el mayor número de chistes por minuto, porque ya lo hice y ya funcionó una vez. Entonces era o quedarme a vivir en ese lugar que está guay, que es muy bonito, incluso económicamente es el más ambicioso por el que he pasado, o probar en otros lugares. Ese capítulo que dices, por ejemplo, no es comedia pero tampoco drama. Lo peor que hizo la ficción española siempre fue encajonar los géneros. El drama era para llorar y la comedia era para reírse, y no valía dar sorpresas. Si esto es de chiste, ¿por qué me metes a alguien llorando? Pues porque la vida es así. Y la ficción se desinfla cuando tú recuerdas constantemente que lo que estás viendo es de mentira.

P. ¿Sus padres contaban chistes?

R. Yo vengo de una familia especialista en manejar cosas grandes que pesan mucho. Un padre ferroviario de la Renfe, por ejemplo. Pero una madre andaluza de Estepa que es buenísima contando historias. La típica señora que tú la dejas en una cena y en diez minutos la gente sólo está pendiente de ella. Cuenta lo mismo que contaría mi padre, pero con más gracia. Eso es la comedia: ella usa las mismas palabras que él, pero hace reír.

P. Que usted esté en la comedia, y no en el drama, es culpa de ella.

R. El eco biológico de mi madre ha llegado hasta mí. Además, yo físicamente soy ella tal cual, su ADN ganó clarísimanente.

P. Es curioso eso. Mi hijo es clavado a su madre. Llevo años esperando la remontada, pero no llega.

R. Es que hay unas edades en las que el partido está acabado, ya no puedes darle la vuelta

P. Tiene cosas…

R. Pero no tiene la cara. La victoria es la cara. Es el gol que vale doble. Yo no quiero la espalda, que se ponga las manitas en la espalda como yo. Quiero su cara. Es tu legado: una cara tuya andando por ahí.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Mariano Rajoy y Sofía Castañón en el Senado este lunes.Vídeo: EPV


Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_