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Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Tengo el ‘check’ azul de Twitter, pero no te rías de mí

En una caótica jugada digna de estudiarse en escuelas de negocios, Elon Musk ha convertido su producto estrella en la nueva letra escarlata, en la marca deshonrosa que nadie quiere lucir

A Twitter user consults the profile of Javier Salas
Un usuario de Twitter consulta el perfil de Javier Salas.DAVID EXPÓSITO
Javier Salas

“A ver, confiesa, ¿lo pagas?”, fue el primer mensaje que recibí, de una jefaza del periódico. Era la noche de los sellos azules caídos, el jueves pasado, cuando Elon Musk dio la orden de purgar el simbolito de las cuentas verificadas. Yo era uno de aquellos: hace varios años, pasé por todo un proceso que dejara claro, públicamente, que ese @javisalas de Twitter es este mismo que escribe en EL PAÍS. Ahora, al caer los sellos verificados, solo quedamos con check azul los panolis que pagamos.

Por eso, desde entonces, no he dejado de recibir mensajes de este tipo: “Sabemos que has pagado el azul, Javi, no te hagas el distraído”. Por suerte, todos por privado, discretamente. Nadie me lo ha reprochado en público y creo que esa es la clave: todo el mundo sabe que es un estigma. Salvo que seas fan de Elon y sus andanzas, ese sello es hoy como una letra escarlata de deshonra y vergüenza públicas. Contar con el blue check no es pagar por el servicio (luego hablamos del servicio), es tomar partido por todas las declaraciones —y decisiones— tóxicas de Musk desde que tomó las riendas de Twitter cargando con un lavabo.

No nos hagamos trampas al solitario: Musk abordó la plataforma convencido de que la izquierda woke está silenciando a la derecha política. Y el magnate está trabajando en serio para darle altavoz a gente de derechas, aunque sean neonazis o usen Twitter para difundir mentiras peligrosas que desemboquen en golpes de Estado, como Donald Trump. La actitud de Musk ya sería controvertida en un mundo ideal y reflexivo; en este mundo de polarización desbocada y guerras culturales, su figura se ha convertido en una trinchera. Azuzar esas batallas ha sido su política empresarial desde que pagó 44.000 millones de dólares por Twitter, en una jugada maestra digna de estudiarse en escuelas de negocios: la compañía ya no vale ni la mitad de lo que pagó y ha convertido su producto estrella en una letra escarlata, en la marca deshonrosa que nadie quiere lucir.

En Twitter se luce con orgullo no tener sello azul. Es un honor haber perdido la verificación. Por eso, en otra decisión comercial digna de Nobel de Economía, Musk ha decidido castigar con el sello a personalidades que dijeron explícitamente que no lo querían. Autores como Neil Gaiman o Stephen King, la rapera Doja Cat o el deportista LeBron James, quieren que sepamos que no pagan. De las más de 400.000 cuentas verificadas que había antes, ni el 5% ha decidido pagar por mantener ese sello, según la auditoría del desarrollador Travis Brown. Y solo un puñado residual desde la noche de los sellos caídos, el mismo día en que hizo explotar con éxito un cohete en los cielos texanos. Incluso hay una campaña para bloquear a los usuarios con sello, un boicot que asusta a las cuentas comerciales que buscan, legítimamente, mejorar su visibilidad.

Por Lavapiés en fachaleco

Yo tengo excusa, le digo a todo el que se burla de mí: llevo pagando varias semanas para poder escribir esto, contarles cómo se vive con Twitter de pago. Pero eso la gente no lo sabe; por eso, me da vergüenza usar algunos de los servicios que me delatarían, como escribir tuits de más de 280 caracteres. Sería como salir por Lavapiés con fachaleco, mocasines y pulserita rojigualda; o darte una vuelta por la entrega de los Oscars con la famosa gorra MAGA. ¿Qué otros servicios tengo a mi disposición a cambio de 8 euros (11 euros desde la app)? Te permite ver qué artículos están siendo muy compartidos entre las personas que sigues y las que estas siguen; deja editar tuits, pero solo durante 30 minutos (a veces tardas en darte cuenta de la errata) y nunca en hilos (sobre todo tuiteo hilos); tarda en enviar tus tuits, por si te quieres arrepentir; y permite ponerle colorinchis al icono de la app. ¿Eso vale 8 euros al mes?

Los tuiteros se ríen de los suscriptores porque, en realidad, es ridículo hacerlo. Es pagar por hacerle la pelota a Elon. De hecho, él tiene casi 25.000 suscriptores de su cuenta, es decir, gente que paga por contenido exclusivo de Elon (le regalan 100.000 dólares al mes, vaya). Además, Twitter ahora le ha regalado el check azul a innumerables cuentas de más de un millón de seguidores, devaluando el valor del pago auténtico. Algo que ha enfadado incluso a los fans de Musk porque, claro, ellos pagan por algo que él le regala incluso a los wokes (aunque lo haga para chincharles).

Dando una vuelta por la tuitesfera española veo con sello azul a Arturo Pérez Reverte, a políticos de Vox, influencers y memes de extrema derecha, cuentas de parafernalia militar, coaches de emprendimiento y negocios de internet. Y luego, un montón de cuentas de autoayuda estoicista y machirula: El hombre superior, Disciplina de la masculinidad, El estoico, Valor mental, Mentalidad de éxito. Uno puede cruzar la península Ibérica saltando, sin pisar el suelo, sobre cuentas de machotes heridos y machotes frágiles. Pero es que también están verificados Najwa Nimri, Pablo Iglesias y Manuela Carmena. ¿Cuál es el problema? Que nadie sabe si las celebrities pagan o se lo pagan. ¿Y por qué no hago mi trabajo y le pregunto a Twitter, se preguntará usted? Porque Musk ha cerrado la oficina de comunicación y si escribes a su email de prensa, responden automáticamente con un emoji de caca (💩).

Por supuesto, volvieron a aparecer los problemas derivados de verificar cuentas que no merecen verificación: neonazis verificados y el Museo de Auschwitz sin verificar; cuentas falsas del Ejército de Sudán con sello azul que generan desinformación sobre el conflicto; blue check para usuarios fallecidos que no lo han pedido, como Kobe Bryant o el periodista asesinado Jamal Khashoggi; se verificó una cuenta falsa de Disney que tuitea burradas racistas; se retiró el sello a los grandes medios y ahora se lo ha devuelto, pero solo a algunos. Todo este caos, además, podría tener consecuencias legales porque al final se están realizando falsos reclamos comerciales.

Por eso decía antes lo de panoli, porque es pagar por declarar públicamente que eres fan de Musk y que aspiras a tener más visibilidad de la merecida. Por eso, Musk ha tuiteado hoy mismo que los del sello azul seremos “priorizados”. ¿Qué quiere decir eso? Ahora ya da igual. Twitter tenía muchísimas flaquezas y no dejábamos de denunciarlas, pero ahora, si solo vamos a ver a los fans de Elon, no será el lugar influyente que fue. Y no quiero que se rían más de mí, porque es para lo único que me ha servido.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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