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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El prestigio tuitero y el ‘check’ azul

Muchos famosos quieren que nos quede clara una cosa: no pagan por usar Twitter

Jaime Rubio Hancock
Twitter
Las oficinas de Twitter en San Francisco.AMY OSBORNE (AFP)

Se ha consumado lo que los tuiteros estadounidenses llaman el checkpocalypse: el jueves pasado, Twitter empezó a retirar la marca azul de cuenta verificada a los tuiteros que no pagan por su servicio premium, Twitter Blue.

Bueno, a ver, no del todo. Si eres muy famoso, como Stephen King, no te la quitan ni aunque lo pidas.

Empecemos por el principio: en 2009 la plataforma empezó a colocar la marca de verificación a cuentas que corrían el riesgo de ser víctimas de suplantación, como gobiernos, políticos y algunos famosos. La insignia era más o menos útil: servía para confirmar que esa cuenta de Barack Obama era de Barak Obama y no de alguien que se creía muy gracioso y quería hacerse pasar por Barack Obama.

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Pero también se convirtió en una marca de prestigio bastante absurda, entre otras cosas porque los criterios para otorgarla nunca fueron muy claros. Si uno conseguía que le pusieran la marquita, podía caer en el error de pensar que era alguien importante en Twitter. Y eso, como dice el chiste, es como pensar que uno es rico porque tiene dinero, casas y hoteles del Monopoly.

Elon Musk anunció hace meses que iba a terminar con este sistema de “señores y vasallos”, que así lo llamó. Cualquiera que pague los ocho euros al mes por Twitter Blue podrá lucir la marca, además de disfrutar de otras ventajas como editar tuits o escribir mensajes más largos. Pero este sistema tiene sus riesgos: primero, es más fácil suplantar a perfiles oficiales. Los requisitos para pedir la verificación son más estrictos desde que hace unos meses hubo una epidemia de cuentas falsas verificadas, incluidos unos cuantos Elon Musk, pero sigue presente. Y, segundo, la marca de verificación ha dejado de tener el prestigio que tenía (al menos, para algunos). Según la web Axios, el check azul se ha convertido “en una señal de desesperación”.

De hecho, muchos famosos y empresas llevan avisando desde el jueves de que no pagan por Twitter Blue, aunque aún tengan el perfil verificado. Musk ha tuiteado que está costeando algunas cuentas personalmente, pero muchos no están nada contentos con el supuesto regalo. No es de extrañar: tiene pinta de treta mal ideada para que el servicio parezca lo suficientemente atractivo como para convencer a una élite tuitera.

El escritor Stephen King se ha quejado en público y asegura que ni ha pagado ni quiere pagar, a lo que Musk ha contestado: “De nada, namasté”. Paul Krugman, premio Nobel de Economía, ha dicho más o menos lo mismo y Musk le ha respondido con la imagen de un bebé llorando. El Mundo Today fue aún más directo: “Nos han devuelto la verificación, pero queremos dejar claro que no le hemos dado ni un euro al tarado”. Ya han publicado una de sus sátiras: “Deja a su marido al descubrir que estaba pagando Twitter Blue”. No son excepciones: circulan pantallazos que recopilan tuits de empresas y de personas que quieren dejar claro (¡clarísimo!) que ellos no pagan aunque sigan con la marca azul.

Quizás ya no haya señores y siervos, pero desde luego tenemos un caos que no hacía ninguna falta. Además, imagino que hay usuarios que pueden tener interés en pagar por lo que ofrece este servicio más o menos premium, pero probablemente se lo piensen dos veces antes de hacerlo porque va asociado a una insignia que ahora mismo suena a cutrísima y que ni siquiera se puede ocultar.

Lo que está claro es que la verdadera marca de prestigio tuitera es de los pocos que podemos decir que ni tuvimos ni pedimos jamás la marca de verificación. Que también es lo normal: nunca fuimos Obama y siempre hemos sido un poco pringados, pero lo hemos intentado llevar razonablemente bien.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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