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Las nuevas variantes de la covid no cambian nada: los contagios han aumentado en verano, pero la gravedad no

El repunte de infecciones empieza a remitir y ha sido menor que el de Semana Santa o el del pasado diciembre

Nuevas variantes covid
Dos hombres, uno protegido con mascarilla, charlan sentados en un banco este miércoles en Vitoria.David Aguilar (EFE)
Pablo Linde

El epidemiólogo Antoni Trilla compara al coronavirus con un coche. La marca es covid-19. Se han sucedido distintos modelos: alfa, delta, hasta llegar a ómicron, la variante dominante desde hace más de un año y medio. En todo este tiempo, ha ido cambiando lo que equivaldría a la cilindrada, o al color: todas las mutaciones desde entonces son pequeños cambios, subvariantes de un mismo patógeno que no han modificado sustancialmente el panorama en la salud pública. A pesar de algunas subidas en los contagios, como la que se ha vivido este verano, la gravedad no se incrementa o es incluso inferior. “Yo les digo a mis alumnos que mientras se mantenga el mismo modelo del coche y apliquemos refuerzos en las vacunas a los vulnerables, estamos bien”, razona Trilla, que es catedrático de Salud Pública en la Universidad de Barcelona.

Los datos disponibles muestran que el incremento de contagios de este verano comienza a bajar y que ha sido inferior al que se registró alrededor de la Semana Santa, otro periodo de viajes y contacto social y familiar, o a otro que hubo en diciembre, aunque hace ya muchos meses que las estadísticas oficiales de la covid están lejos de la realidad. En marzo de 2022 dejaron de ser obligatorios los diagnósticos para la población general y, a medida que se ha atenuado la gravedad del virus, la mayoría de quienes tienen síntomas se limitan, como mucho, a un test casero del que no informan, ni deben hacerlo. El 4 de julio, el Gobierno declaró el fin de la emergencia después de que lo hiciera la OMS sobre la pandemia, y Sanidad dejó de publicar sus informes semanales de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos. Incluso los de mayores de 65 años, que eran los únicos que monitorizaba.

Las subidas o bajadas de transmisión se conocen por el mismo sistema que se ha usado durante años para otros virus respiratorios: los médicos centinelas de los centros de salud, que reportan los diagnósticos para que se ponderen y se haga una aproximación, que es lo que publica el Instituto de Salud Carlos III.

Fernando González Candelas, catedrático de Genética de la Universidad de Valencia, explica que, desde la aparición de la ómicron, las variantes de la covid no han producido diferencias sustanciales. “[Las mutaciones] resultan interesantes para los especialistas y permiten seguir los cambios en el virus, porque hay que mantener la vigilancia, pero no son relevantes a nivel general. Como siempre, un aumento de los casos, como ahora, está asociado a las variantes que circulan en ese momento, pero su contribución al aumento de casos es posiblemente mucho menor que otros factores, como la relajación de las precauciones o disminución de la inmunidad tras la última vacunación o infección”, resume.

La última subvariante de la ómicron que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue con interés es la EG.5, que popularmente se ha bautizado como Eris. Como cualquier mutación que se abre paso sobre las demás, tiene mayor capacidad de contagio que la anterior. De lo contrario, no prosperaría. Pero en los países donde va creciendo, no se aprecia mayor gravedad, como tampoco lo hicieron otras a las que se pusieron apelativos tan catastróficos como perro del infierno o Kraken, que hacía referencia a un temible monstruo marino.

Aunque la EG.5 se ha detectado en España, todavía es incipiente y no es la que ha causado las infecciones veraniegas, de las que tienen la culpa sublinajes primos de esta, todos descendientes de la última variación de la ómicron, englobada en una familia denominada con las letras XBB.

Aunque la OMS insta a las autoridades a mantener la vigilancia, los especialistas consultados no creen que la EG.5 vaya a causar más problemas que las anteriores. Como Candelas, Rafael Toledo, catedrático de Parasitología en la Universidad de Valencia, opina que el seguimiento pormenorizado de este tipo de mutaciones debería ser de interés para los especialistas en el tema, pero no para la población general. “Que un virus mute es lo normal, lo hacen todos. Lo que pasa es que con otros no se hace este seguimiento tan exhaustivo. Muy poca gente, incluso los expertos, saben cuál es el virus de la gripe que está predominando ahora”, ejemplifica.

Toledo parece irritarse cuando oye hablar de nuevas variantes con mayor tasa de transmisión que se hacen dominantes. “Claro, es lo que tiene que suceder, lo preocupante sería al contrario”, ironiza. Y subraya que no estamos viendo un “impacto clínico importante”, que sería lo que podría causar preocupación.

La importancia de la vacunación

Este mensaje, dice Trilla, hay que darlo con cautela: “Aunque en la mayoría de las ocasiones sea muy leve y ya no estemos en 2020, las personas más vulnerables necesitarán una nueva dosis de la vacuna en otoño”. Se refiere a personas mayores, con otras patologías o inmunosuprimidas.

El Ministerio de Sanidad tiene previsto para ellas una nueva campaña de inmunización que irá de la mano con la de la gripe, aunque de momento no está claro cuál será la vacuna elegida. Aunque España tiene millones guardadas, los laboratorios trabajan en nuevas, adaptadas a la familia XBB, que no está claro que puedan llegar a tiempo para la vacunación de otoño.

En cualquier caso, argumenta Trilla, cualquiera será recomendable para reforzar la inmunidad de estas personas cuyas defensas van decayendo a medida que transcurre el tiempo desde el último pinchazo, y que son las que están más en riesgo de sufrir un cuadro grave a causa de la covid. “Dependerá también de la situación epidemiológica, de la variante que predomine y de qué efectos esté teniendo”, añade.

El documento que tiene preparado Sanidad incluye en las recomendaciones de vacunación a los mayores de 60 años, embarazadas, a las personas que vivan en residencias, a las que tengan ciertas comorbilidades (diabetes, obesidad, enfermedad renal, dolencias coronarias o respiratorias), a pacientes inmunodeprimidos y sus convivientes.

Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología, asegura que lo ideal sería hacer pruebas celulares a los candidatos a la vacuna para saber si realmente la necesitan si mantienen la protección frente al virus. Cree que no será necesaria para todos los mayores de 60: “A esa edad no tienes por qué tener inmunosenescencia [deterioro del sistema inmunitario por vejez], hay que tener en cuenta la fragilidad, y vacunar a los más frágiles”.

Para el resto de la población, la vacuna es opcional, pero no está recomendada. Mientras el virus siga mutando de la forma que lo está haciendo y no haya un cambio sustancial, ya no es necesaria. En organismos sanos, la mezcla de las infecciones y de las vacunas es más que suficiente para pasar la covid de forma leve, con un cuadro parecido a la gripe, en el peor de los casos. Ha llegado el momento en el que es una enfermedad más: no es banal, conviene proteger a los vulnerables, se sigue cobrando vidas, como hacen otras, pero no es una emergencia sanitaria, y son las autoridades sanitarias y los especialistas los que deben estar atentos de las mutaciones del virus.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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