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Hacia un verano negro de muertes por ahogamiento

Con 57 accidentes mortales, este junio fue el segundo mes con más fallecimientos por esta causa en los últimos nueve años

Un vigilante de la playa observa a los bañistas desde su torre en la playa de la Fontanilla en Conil de la Frontera, a 8 de julio de 2023 en Cádiz (Andalucía).
Un vigilante de la playa observa a los bañistas desde su torre en la playa de la Fontanilla en Conil de la Frontera, a 8 de julio de 2023 en Cádiz (Andalucía).joaquín corchero (Europa Press)
Lucía Foraster Garriga

Cuando suben las temperaturas, que son cada vez más altas, apetece darse un baño. Los turistas están volviendo, después de una pandemia, a playas y piscinas. Y los veraneantes optan por llenar sus agendas con más actividades de ocio, entre ellas las que se realizan en el medio acuático. “Estas tres realidades implican más bañistas, y a más bañistas, más riesgo de ahogamientos”, comenta Frederic Tortosa, presidente de la Federació Catalana de Salvament i Socorrisme (FCSS), sobre las razones que explican la tendencia al alza en España de las muertes por ahogamiento no intencionado. En junio se reportaron 57 fallecimientos por esta causa, convirtiéndose en el segundo mes con más defunciones por esta causa en los últimos nueve años. Según el Informe Nacional de Ahogamientos (INA) de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS), que lleva un registro desde 2015, solo en junio de 2017 se contabilizaron en un mes más ahogamientos, con un total de 70 víctimas.

Este mayo fueron 33, quedando solo por detrás de mayo de 2016, con 54 ahogamientos mortales. En números totales, durante los primeros seis meses de 2023 perdieron la vida ahogadas 169 personas, 29 más que en el mismo período de 2022. Únicamente los años 2016, con 211 decesos, y 2017, con 209, superan las cifras de mortalidad de este año. Y parece que la tendencia al alza se mantendrá en julio, aunque todavía no se cuenta con datos que lo confirmen. A 14 de julio, Cataluña acumulaba 13 muertes en las playas en un mes, la mayor cifra a estas alturas de temporada desde 2013. “Es mucho más que probable que con las olas de calor que nos esperan igualemos y superemos el número de ahogamientos del año pasado”, comenta Ramsés Martí, que es especialista en seguridad acuática.

El perfil del ahogado

Durante junio, Cataluña fue la comunidad autónoma con más fallecimientos por ahogamiento, registrando 10 casos, seguida de Andalucía con siete, y Comunidad Valenciana y Región de Murcia con seis cada una. En Baleares se contabilizaron cinco, en Galicia y Asturias cuatro, y en País Vasco, Navarra y Canarias tres cada una. Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha tuvieron dos fallecimientos, mientras que Aragón reportó un caso. La playa fue el lugar donde ocurrieron más fallecimientos, con 30 decesos (52,63%), seguido por nueve en piscinas y ocho en ríos.

De los fallecidos en julio, 46 (80,7%) eran españoles y 11 provenían de otros países, 10 de Europa y uno de África. En 26 casos no había servicio de vigilancia, en 22 sí lo había, y en nueve no se especificó. El grupo de edad con más muertes por ahogamiento fue el de mayores de 45 años, con 41 fallecimientos (82,45%). 10 personas tenían entre 45 y 54 años, otras 10 entre 55 y 64, ocho entre 65 y 74, y 13 tenían 75 años o más. En el tramo de hasta 17 años hubo tres muertes, una en el grupo de cuatro a seis años, dos en el de 11 a 17, otras dos en el de 18 a 25, cinco en el de 26 a 34, y tres en el de 35 a 44.

44 fallecimientos ocurrieron entre las diez de la mañana y las diez de la noche (77,19%), especialmente entre las diez de la mañana y las dos de la tarde, con 18 casos, mientras que ocho tuvieron lugar durante la noche o la madrugada.

Entre la precariedad de los socorristas y la irresponsabilidad de los bañistas

Martí denuncia la falta de logística en las playas y la precariedad de las condiciones laborales de los socorristas. “En España, estamos 20 años atrás en términos de socorrismo. Todavía hay socorristas vigilando áreas de 80.000 metros cuadrados, cosa que es humanamente imposible, cuando tendrían que estar separados por 200 metros. Y todavía hay socorristas vigilando desde sillas que no son eficientes para su trabajo, muchas veces metálicas, cuando deberían hacerlo desde torres avanzadas con cristales inclinados que reduzcan los reflejos y protejan del sol, del calor, del viento”, desarrolla. Esto, dice, explica que la atención de los trabajadores baje y, sobre todo, que falten socorristas en zonas de gran afluencia. “Habría que hacerles un monumento”, coincide Tortosa, de la FCSS.

Pero la mortalidad no se explica únicamente por estos motivos. La responsabilidad de los bañistas también influye, dicen los expertos. “Tenemos poca cultura del agua”, defiende Tortosa, que propone: “Hay que adelantarse a los hechos y empezar en la escuela. Desde las edades más tempranas hasta las más adultas. Hay que implementar en el sistema educativo no solo sesiones donde se enseña a nadar, sino también explicar los riesgos asociados al agua y enseñar a intervenir ante una situación de emergencia”.

Cómo reducir las cifras

En este sentido, Martí sugiere una serie de 10 recomendaciones para reducir los ahogamientos mortales. La primera, formar a la población en maniobras de soporte vital básico. “Que la gente sepa cómo actuar en caso de un ahogamiento, porque muchos ocurren en sitios que no están vigilados y donde no hay servicio de socorristas. Si las personas de alrededor saben cómo actuar, quizá podrán ayudar a la víctima hasta que llegue el servicio de emergencias”, dice. La segunda, limitar el acceso a los espacios acuáticos a los pequeños —que se ahogan frecuentemente en piscinas, principalmente particulares, por falta de supervisión y durante la sobremesa— si no están acompañados de un adulto responsable y capaz físicamente de ayudarlos en el agua.

La tercera, colocar carteles informativos con pictogramas claros que expliquen qué zonas no están vigiladas y qué riesgos hay. La cuarta, instalar equipamiento que la gente pueda utilizar para lanzárselo a una persona que esté en zona de peligro y no pueda salir. La quinta, fomentar el uso de dispositivos flotantes unidos al cuerpo, como las boyas atadas a la cintura. La sexta, aumentar el aprendizaje de la natación desde muy temprano, añadiendo la enseñanza de conductas seguras dentro y cerca del agua y la enseñanza de habilidades de supervivencia.

La séptima, estandarizar aspectos clave de los servicios de salvamento y socorrismo. “Que la gente sepa, por la ropa que lleva, que un socorrista es un socorrista en Cádiz o en Cantabria”, señala Martí. La octava, actualizar los modelos de socorrismo, a su parecer atrasados tanto en número de socorristas como en el material empleado y en el material de protección al socorrista. “Eso acaba mermando sus cualidades para vigilar”, lamenta.

La novena, incidir en los ambulatorios y con campañas públicas para que los bañistas pluripatológicos (enfermos crónicos con síntomas continuos) o vulnerables no vayan solos a la playa o que lo hagan en horas con el servicio de socorrismo activo. La décima y última, promover el conocimiento de las banderas del mar, recordando que mucha gente se ahoga con bandera verde.

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Sobre la firma

Lucía Foraster Garriga
Reportera en Sociedad y Planeta Futuro desde 2021. Licenciada en Relaciones Internacionales por la Blanquerna - Universitat Ramón Llull y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre temas migratorios, de género, violencia sexual y derechos humanos. Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2022 por la investigación de abusos sexuales en la Iglesia española.

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