_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Me acosté pronto

Hice cálculos de la cantidad de pena de la que disponía y estuve dándole vueltas al modo de repartirla equitativamente entre la humanidad

Un hombre trata de dormir en su cama.
Un hombre trata de dormir en su cama.José Miguel Sánchez (Getty)
Juan José Millás

Compré un lápiz muy afilado y al llegar a casa lo tiré a la basura por miedo a metérmelo en un ojo. No digo que me lo fuera a meter adrede, o sí, no sé, pero la imagen me producía desazón. Al día siguiente, vi el lápiz en mi escritorio. Alguien lo había rescatado del cubo pensando que había ido a parar allí por error. Le rompí la mina a fin de restarle agresividad y me dispuse a leer el periódico. En una localidad de Galicia, un sacristán había fallecido al caerle encima la imagen de un santo, no decía cuál. Qué ironía, pensé. Lo del cáncer de Kate Middleton me produjo pena y sentimiento de culpa al mismo tiempo. Se trataba de un tumor que ni me iba ni me venía, cuando a un familiar que le ha salido un bulto no le dan hora hasta dentro de dos meses. Por la tarde, se lo comenté a mi psicoanalista y estuvimos hablando un rato de las metástasis sentimentales que provocan los medios.

—Debería controlar mis emociones —dije al fin.

La terapeuta emitió un sonido que no significaba nada y el resto de la sesión discurrió sin grandes avances.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Al volver a casa, alguien había afilado el lápiz. Lo probé sobre un dedo y me salió una gota minúscula de sangre con la que emborroné una página del cuaderno de notas. Estuve observando un rato la mancha, que se parecía a las del test de Rorschach. Aunque era roja, tenía la forma de un cuervo negro. Mientras la observaba volvió a venirme a la cabeza la imagen del santo gallego. Se trataba de una talla enorme, de madera policromada, que pesaría 200 kilos, quizá más. Vi cómo esperaba disimuladamente la llegada del sacristán para dejarse caer sobre él. Somos tan dueños de las historias que se suceden en nuestras cabezas como Kate Middleton de los bultos que brotan en su abdomen. De todos modos, hice cálculos de la cantidad de pena de la que disponía y estuve dándole vueltas al modo de repartirla equitativamente entre la humanidad. Me fui a la cama pronto.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_