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Red de redes
Columna
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Javier Milei: el abrazo y la hemeroteca

Un gobernante tiene derecho a cambiar de opinión y de estrategia, a rectificar e incluso a desdecirse. Pero hay casos en los que la marcha atrás es tan sorprendente como las hipérboles retóricas del pasado

Abrazo entre el papa Francisco y el presidente argentino, Javier Milei.
Abrazo entre el papa Francisco y el presidente argentino, Javier Milei.VATICAN MEDIA HANDOUT (EFE)
Francesco Manetto

Casi ningún político o figura pública supera la prueba de la hemeroteca en las redes sociales. El alcance del pasado de cada uno es diferente, al igual que la exposición de sus ideas, pensamientos o exabruptos. Un gobernante y los dirigentes de un partido tienen derecho a cambiar de opinión, estrategia, rectificar e incluso desdecirse. Pero hay casos en los que la marcha atrás es tan sorprendente, a veces indignante, como en su momento lo fueron las hipérboles retóricas. El presidente de Argentina, Javier Milei, transitó hace días de una andanada de insultos al papa Francisco a un abrazo. Lo hizo delante de las cámaras, en el Vaticano. La fotografía del primer encuentro con el Pontífice, tras la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, fue un hito precisamente por el odio que, en su larga carrera hacia la Casa Rosada, el economista de ultraderecha había exhibido.

“Dedicado a vos, zurdo hijo de puta que andás pregonando el comunismo por el mundo. Sos el representante del maligno en la casa de Dios. ¡Viva la libertad, carajo!”, espetó en 2018 Milei en el entonces Twitter —hoy X— al citar un pasaje del Evangelio según San Lucas. Es solo un ejemplo que, además de la mala educación y del desprecio a las más elementales reglas del diálogo, demuestra lo lejos que estaba en ese momento el actual mandatario de cualquier hipótesis de gobernar. Esas palabras se ubican en un lugar donde todo está permitido y ese lugar, presidido por la ira o la exaltación, no tiene nada que ver con un proyecto político sereno.

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La pregunta que formula el escritor y periodista Martín Caparrós es crucial para ese contrato entre ciudadanos y sus representantes. “¿Cómo conseguimos creerles a personas que le dicen a alguien lo que le dijo Milei al Pontífice y dos años después se abrazan a las carcajadas? Todo lo que nos pase es ‘nuestra’ culpa”. El deshielo había empezado el pasado 21 de noviembre, tras la victoria del líder ultra. Francisco le llamó por teléfono y el presidente electo le invitó a visitar Argentina. Durante ese encuentro, al que le siguió una audiencia de más de una hora, el Papa le preguntó si se había cortado el pelo y este contestó: “Lo emprolijé [arreglé]. ¿Te puedo dar un abrazo?”.

La conversación privada, según se informó, abordó la economía y la crisis que asfixia a los argentinos, con una inflación interanual que la semana pasada superó el 254%. Milei, que no se ha pronunciado sobre sus contradicciones, llegó a Roma procedente de Israel, un país que proclamó, junto con Estados Unidos, como su principal aliado internacional. Durante la campaña contempló convertirse al judaísmo y ahora ha querido coronar esa relación en plena guerra con Hamás. “Quiero que mi presencia sea la ratificación de todo lo que he estado diciendo, no solo en el último tiempo o desde el 7 de octubre, sino desde mi posición histórica de apoyo y de amistad hacia Israel”, afirmó durante un encuentro con el presidente Isaac Herzog.

A su regreso a Buenos Aires, le recibió la enésima polémica alimentada por sus salidas de tono. El mandatario y sus seguidores promovieron una embestida contra la actriz y cantante Mariana Lali Espósito, abiertamente opositora. Milei la llamó “parásito” y “Lali depósito” y la diva pop le respondió con un largo post, recordando que trabaja en televisión desde los 10 años, y rechazando “la falta de respeto y la descalificación sin sentido”. En este caso, es mucho más inverosímil que el desprecio del presidente desemboque en una foto amistosa. Así son los equilibrios de la política.

Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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