_
_
_
_
_
RED DE REDES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

X, un nido de negacionistas climáticos

En Francia, las cuentas de usuarios que niegan el calentamiento global y se dedican a atacar a científicos y ecologistas no han dejado de crecer desde la pandemia

La activista ecologista Greta Thunberg en Londres (Reino Unido), el pasado 2 de febrero.
La activista ecologista Greta Thunberg en Londres (Reino Unido), el pasado 2 de febrero.TOLGA AKMEN (EFE)
Carla Mascia

A ciertas personas, visiblemente, les cuesta entender que otras puedan tener principios y que, para colmo, intenten vivir siendo coherentes con ellos. Hace unos días, la activista climática Greta Thunberg viajó al departamento del Tarn, en el sur de Francia, para protestar, junto a grupos ecologistas franceses, contra la construcción de una autopista entre Toulouse y Castres. No hacía ni 24 horas que Greta había puesto un pie en el pueblo de Saïx, cuando el vicepresidente macronista del área metropolitana de Toulouse, Vincent Terrail-Novès, favorable al controvertido proyecto de la A69, acusó en X a la activista de haber cogido ―aquí viene lo mejor, porque el listado es muy preciso― “un boeing 747, dos lanzaderas en el aeropuerto, dos taxis y un coche para llegar hasta Toulouse desde Washington”, e ironizaba sobre “la huella de carbono” que supone semejante travesía. “Y mientras, los ecologistas aplaudiendo. El mundo está enloquecido”, escribió, muy indignado, en un tuit que, curiosamente, borró en silencio y sin dar explicaciones al cabo de unos días, al darse cuenta de que estaba propagando una noticia falsa fabricada en la fachosfera.

Como explicó el diario Libération, el político, cuyo mensaje tuvo 800.000 visualizaciones y dio lugar a numerosos retuits, se inspiró de un tuit publicado por una cuenta perteneciente a la extrema derecha zemmouriana, llamada @France61224153, seguida por 18.000 personas. La foto de perfil de esta cuenta creada en 2022 es la de una mujer sonriente de unos cincuenta años junto a una bandera tricolor con el escrito “amo mi país y sus valores; equipo bocadillo de jamón y mantequilla”, en referencia al famoso y tradicional jambon beurre, usado como símbolo identitario por la ultraderecha para estigmatizar a los musulmanes.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

No deja de ser llamativo que un macronista se preste al juego sucio de intentar desacreditar con argumentos tan grotescos a una activista que, guste o no, lleva años demostrando la sinceridad de su compromiso ecológico. Un par de minutos le hubieran bastado para comprobar que Greta no estaba en Washington sino en Londres y que, siempre que se desplaza al extranjero, elige el tren o incluso el catamarán si se trata de recorrer largas distancias. Al difundir este bulo, Terrail-Novès se ha convertido en un mercenario más de la comunidad negacionista francesa cuya presencia en X no ha dejado de crecer desde la pandemia, según un reciente estudio de cuatro investigadores del CNRS ―el CSIC español―, para el que fueron analizados más de 400 millones de tuits entre 2021 y 2023. Un colectivo que empezó a constituirse durante el verano de 2022 en torno al movimiento antivacunas, se consolidó con la guerra en Ucrania y la propaganda rusa, hasta casi confundirse hoy con la derecha identitaria, y cuyo propósito es “sembrar la duda sobre la realidad del cambio climático y frenar toda acción encaminada a reducir la huella del hombre sobre el clima”.

Para conseguirlo, esta comunidad ―que es 3,5 veces más propensa a compartir contenido tóxico que cualquier otra en X―, recurre a la “estrategia de las cinco D”: desacreditar, deformar, distraer, disuadir y dividir, introduciendo la idea de que el discurso ecologista está urdido por “las élites” para controlar a la población, o destruir la economía, porque, sostienen, el CO2 es bueno para el planeta. Cuanto más delirante, mejor. La comunidad científica y los activistas ecologistas son el principal objetivo de este grupo de iluminados que no duda en atacarlos personalmente, como en el caso paradigmático de Greta, cuya capacidad para digerir a diario tanto odio y tanta burda estupidez me resulta admirable.

El deleznable acoso que sufre este colectivo no debería encontrar apoyo ninguno entre los partidos del arco republicano. Por muy tentador que pueda resultar para un político en busca de popularidad sumarse al actual linchamiento del discurso ecológico en medio a las protestas de los agricultores, verter fango sobre lo que probablemente es la única corriente capaz de salvarnos del futuro apocalíptico que nos deparan los científicos, tarde o temprano tendrá un precio. Y lo pagaremos todos.

Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_