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Columna
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¿Hay que preocuparse por Taiwán?

A pesar de toda la crispación política, ni a Pekín ni a Taipéi ni a Washington les interesa un conflicto

Simpatizantes del PPD, este jueves en un mitin en Taipéi.
Simpatizantes del PPD, este jueves en un mitin en Taipéi.CARLOS GARCIA RAWLINS (REUTERS)
Ana Fuentes

El resultado electoral de Taiwán este sábado puede ser relevante, preocupante para algunos, pero no peligroso. A pesar de toda la crispación política, del envío de globos espías, de las maniobras militares amenazantes y de la desinformación que llevan meses calentando la campaña, ni a Pekín ni a Taipéi ni a Washington, las partes con más intereses en juego, les interesa un conflicto. Lo más probable es que todo siga como está.

¿Por qué importa tanto Taiwán? Es una isla pequeña, más o menos del tamaño de Países Bajos, pero su ubicación en el mar del Sur de China es decisiva. En lo económico, tiene cada vez más peso mundial porque fabrica nueve de cada diez chips de última generación. Una hipotética reunificación con China le daría a Pekín el control de esa industria. Por eso, entre otras cosas, Estados Unidos ha reforzado su cooperación militar con Taipéi en los últimos años, aunque siempre manteniendo lo que llaman ambigüedad estratégica: salvo algún lapsus de Joe Biden, desde 1979 Washington ni confirma, ni descarta ni desmiente si ayudaría a Taipéi en caso de agresión.

A China le inquietan estas elecciones porque considera a Taiwán parte de su territorio, en el que se refugiaron los nacionalistas tras perder la guerra civil contra los comunistas. Xi Jinping recalcó hace unos días que no renunciará a la reunificación, un mensaje que se lleva repitiendo en todos los argumentarios oficiales desde hace 70 años. El Partido Comunista, que nunca ha gestionado la isla, quiere que esa vuelta a “una sola China” se haga (por las buenas, preferiblemente) antes de 2049, cuando la República Popular China cumple 100 años. Lo ven como una misión histórica. Aseguran que, si Taiwán cruzara la línea roja y declarase formalmente la independencia, irían a la guerra sin importarles las consecuencias. Quizá lo dicen con la boca pequeña: su economía no está para muchos trotes.

Los taiwaneses van a elegir entre tres formaciones. El partido en el Gobierno, Partido Progresista Democrático (PPD), es el que menos le gusta a China, porque defiende la identidad taiwanesa y el anticomunismo. El Kuomintang (KMT) cree en una sola China, rechaza la declaración de independencia unilateral y negocia con Pekín. Hay un tercero en liza con menos posibilidades: el Partido Popular de Taiwán (PPT), dirigido por un médico y el favorito entre los jóvenes desencantados con la política tradicional.

Si este sábado gana el PPD, como pronostican muchas encuestas, seguirá en el poder una formación que rechaza el principio de “un país dos sistemas”, un irrenunciable para Pekín, y que lleva años tejiendo relaciones con su máximo rival, Washington. En todo caso, el PPD no parece por la labor de declarar la independencia porque Taiwán ya la disfruta de facto. Es una isla autogobernada democráticamente y uno de los lugares más progresistas de Asia. Una pareja del mismo sexo puede casarse y adoptar. La gente se manifiesta por la igualdad de género y las leyes medioambientales. En el Parlamento hay debates inimaginables en la China continental, que en ocasiones se calientan hasta acabar a tortazos entre políticos, con lanzamiento de globos de agua o incluso tripas de cerdo que acaban volando por los aires.

En caso de que gane la oposición, ya sea del KMT o del PPT, China respirará más tranquila, tendrá la sensación de que avanza hacia una reunificación pacífica. Pero hay otras elecciones que le alarman: las de Estados Unidos en noviembre, y la posibilidad de que surja una Administración partidaria de romper el equilibrio histórico a favor de la independencia de Taiwán.

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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