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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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Su próximo CEO será un robot

Una propuesta recorre las redes sociales: ¿y si sustituimos a los directivos por una inteligencia artificial?

Sam Altman, CEO of OpenAI
Sam Altman, en una conferencia en San Francisco la semana pasada.CARLOS BARRIA (REUTERS)
Jaime Rubio Hancock

OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, ha perdido una gran oportunidad. La compañía despidió a Sam Altman, su consejero delegado (CEO en inglés). Como explicaba Marta Peirano en su artículo del lunes, el despido vino tras un enfrentamiento entre el sector más conservador de la compañía y el que encabeza Altman, que quiere avanzar más deprisa hacia una inteligencia artificial general. Vamos, que aspira a seguir el camino habitual de las tecnológicas: primero, romper cosas y, después, pedir perdón por los despidos, la polarización, la difusión de noticias falsas, el ascenso del populismo o lo que toque en cada momento.

A mí me hacía más gracia otro escenario, que alguno también ha propuesto en Twitter: que la empresa hubiera reemplazado a Sam Altman con una inteligencia artificial. Un GPCEO: Generative Pre-trained Chief Executive Officer. No es una idea tan extraña: llevamos años leyendo la amenaza de que la IA nos va a sustituir a todos porque es más barata. Tendría sentido empezar el experimento con los entusiastas de esta tecnología, como Altman, y en empresas que se dedican justo a esto, como OpenAI.

De hecho, no es absurdo defender la idea de que los empleos que corren más peligro no son ni los mecánicos ni los creativos: a quien se puede reemplazar con más facilidad es a los directivos y consejeros, y no solo de compañías tecnológicas. En Twitter se comparte a menudo el pantallazo de un artículo de The New Statesman publicado en 2021: “Los CEO son tremendamente caros. ¿Por qué no automatizarlos?”. En este texto, entre la provocación y la crítica, Will Dunn plantea que es mucho más barato, seguro y eficiente dejar la toma de decisiones en manos de algoritmos, si luego hay espacio para debatirlas. También cita ejemplos de empresas como Google e IBM, que lo hacen en algunos casos.

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Forbes publicaba otro artículo similar en 2020, aunque era más compasivo con los ejecutivos. Su autor, Terry Walby, defendía que la IA no los reemplazará, sino que les ayudará a trabajar mejor. Que no se fíen los consejeros delegados: eso es justo lo que se nos dice a todos, aunque suena a excusa para que sigamos madrugando sin quejas hasta que llegue el momento de los despidos.

Hace apenas unas semanas, el periodista Ed Zitron publicaba en Insider otro compartidísimo artículo en la misma línea. Zitron era además muy crítico con los CEO que aspiran a ser “hombres de ideas”, al estilo de Elon Musk y Steve Jobs. Sobre todo porque no pagan las consecuencias cuando estas ideacas dan resultados catastróficos, como bien saben los extrabajadores de Twitter. Estos ejecutivos tienen, asegura el autor, “el trabajo más fácilmente automatizable de la historia”.

En realidad, mucha gente ya está al servicio de algoritmos e inteligencias artificiales: desde los trabajadores que cobran céntimos por corregir los datos que alimentan a estos sistemas, a los repartidores y conductores de plataformas que deben seguir sus instrucciones. Incluso podemos mencionar a los influencers que intentan seguir las reglas opacas de las redes sociales para que sus publicaciones lleguen a más gente.

Ya lo decía William Morris en El arte bajo la plutocracia (1883): “La frase ‘maquinaria que ahorra trabajo’ es elípitica y significa ‘maquinaria que ahorra el coste del trabajo’, no el propio trabajo, que se invertirá, en caso de ahorrarse, en servir a otras máquinas”. Desde la Revolución Industrial hemos pasado de trabajar para telares mecánicos a hacerlo para ordenadores y móviles, y ahora llegan los algoritmos a amenazar nuestros empleos o —no sé qué es peor— a convertirse en nuestros jefes. A no ser que recordemos que nada de esto es inevitable, que la tecnología se puede regular y que podemos decidir cómo y cuándo usarla, sin necesidad de que Altman, o quien sea, lo haga por nosotros.

Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.
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