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Columna
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La Amazonia —y nuestra vida— se hacen humo

La crisis climática puede estar acelerándose. La amenaza para la existencia es mayor que en nuestras proyecciones más sombrías

Botes y viviendas varados por el bajo nivel del agua en el río Negro, en Manaos.
Botes y viviendas varados por el bajo nivel del agua en el río Negro, en Manaos.BRUNO KELLY (Reuters)
Eliane Brum

En la mayor cuenca hidrográfica del mundo falta agua para beber. En la mayor selva tropical del planeta se hace difícil respirar el aire. Así es la vida en la Amazonia en la sequía extrema de 2023. Nos despertamos y nos acostamos con el olor a quemado, que se infiltra en el cuerpo, la ropa, las sábanas. Los paneles solares no cargan porque el humo de los incendios bloquea los rayos del Sol. Barrios enteros llevan días sin agua. Alguno de nuestros amigos o vecinos cae en depresión y hay que empujarlo a salir de la cama. Hay días en que somos nosotros mismos. Para quienes viven en primera línea de la guerra contra la naturaleza, la única claridad en una cotidianidad en la que el humo ha bloqueado cualquier posibilidad de horizonte es la de que estamos presenciando el fin del mundo. Los artículos científicos señalan que lo que sentimos en el cuerpo está demostrado por la ciencia: la crisis climática puede estar acelerándose, y la amenaza para la existencia es mayor que en nuestras proyecciones más sombrías.

En el informe El estado del clima en 2023: entrando en territorio inexplorado, firmado por investigadores de varios países, los científicos afirman: “La vida en el planeta Tierra está asediada. Nos encontramos en un territorio desconocido. Durante varias décadas, los científicos han advertido sistemáticamente de que el futuro estaría marcado por condiciones climáticas extremas debido a la escalada de las temperaturas globales, provocada por las actividades humanas en curso que liberan gases de efecto invernadero nocivos a la atmósfera. Por desgracia, el tiempo se ha acabado. Estamos viendo (…) una situación de la que nadie ha sido testigo directo en la historia de la humanidad”.

Y concluyen: “Como científicos, cada vez más se nos pide que expliquemos al público la verdad sobre las crisis a las que nos enfrentamos en términos sencillos y directos. La verdad es que estamos estupefactos por la ferocidad de los fenómenos meteorológicos extremos de 2023. Nos asusta el territorio desconocido en el que hemos entrado. Las condiciones van a volverse muy angustiosas y potencialmente inmanejables en amplias regiones del mundo con la subida de 2,6 grados que se prevé a lo largo del siglo. (...) Les advertimos de que los sistemas naturales y socioeconómicos pueden colapsar en un mundo así, en el que nos enfrentaremos a un calor insoportable, frecuentes fenómenos meteorológicos extremos, escasez de alimentos y agua dulce, subida del nivel del mar, más enfermedades emergentes y un aumento del malestar social y de los conflictos geopolíticos. El sufrimiento masivo debido al cambio climático ya está aquí, y ya hemos sobrepasado muchos límites seguros y justos del sistema terrestre, poniendo en peligro la estabilidad y los sistemas que sustentan la vida”.

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Mientras se acumulan las advertencias, en Brasil, el presidente Lula está a favor de abrir otro frente de explotación de petróleo en la Amazonia, la COP-28 empezará acechada por la incredulidad de realizar avances significativos y el mundo asiste a otra devastadora guerra entre humanos. Solo puedo pedir disculpas inútiles a todos los animales, plantas y hongos que están muriendo abrasados, muchos con un dolor lacerante, en la selva que arde a mi alrededor. No se merecen un flagelo como la especie humana.

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