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Columna
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La deshumanización de los animales

Para hacer frente a los genocidios, quizá haya que vestir otros pensamientos

Israel Hamas
Una palestina abraza este martes en un hospital de Jan Yunis, al sur de la Franja, a un niño muerto en un ataque israelí.MOHAMMED SALEM (REUTERS)
Eliane Brum

“Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, declaró el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, en un intento de justificar lo injustificable: el corte de agua, electricidad, gas y alimentos a la población de la franja de Gaza tras la masacre de civiles israelíes a manos del grupo terrorista Hamás. La frase ejemplifica lo que varios articulistas de todo el mundo han definido como la “deshumanización” de aquellos que son étnica o racialmente diferentes, raíz de los genocidios ocurridos a lo largo de la historia. Como el de los tutsis en Ruanda, a quienes los hutus llamaban “cucarachas”. “Matad a las cucarachas”, se exhortaba por la radio y los periódicos. Y 800.000 tutsis fueron asesinados en 100 días en 1994.

Al tratar al otro como un “animal”, el exterminio estaría justificado. Bastaría con promover la deshumanización para autorizar la matanza. Esta deshumanización mutua es quizá el único consenso explícito entre la extrema derecha israelí liderada por Benjamin Netanyahu y los dirigentes de Hamás. Para ambos lados, la única salida es barrer al otro no solo de su territorio, sino de la vida. Y, para ello, toda la violencia contra la población civil sería legítima. Pero, ¿se trata de deshumanización?

Desde una perspectiva eurocéntrica, sin duda. Sin embargo, merece la pena arriesgarse a pensar desde otras tradiciones filosóficas, que desafían el antropocentrismo —la especie humana en el centro—. Para muchos de los pueblos originarios de las Américas, por ejemplo, “los animales son personas”. La humanidad reside en el punto de vista de quien mira. Lo que significa que, para sí mismos, los animales son humanos. No es posible explicar algo tan complejo en tan poco espacio. Para profundizar en esta idea, sugiero sumergirse en el fascinante concepto de “perspectivismo amerindio”, elaborado por los antropólogos brasileños Eduardo Viveiros de Castro y Tânia Stolze a partir del conocimiento de distintos pueblos originarios.

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Así pues, lo que todos comparten no es la “animalidad”, sino la “humanidad”. Esta visión es evidente en los mitos, que evocan una época en la que los diferentes seres se comunicaban y se reconocían mutuamente como humanos. No se trata de una mera inversión, sino de un desplazamiento radical del pensamiento colonizador. Si lo traigo en este momento de horror desencadenado por los acontecimientos de Oriente Próximo es porque sospecho que la denuncia de la “deshumanización” del otro, al ser denominado “animal”, aunque sea “animal humano” —ya sea judío o palestino—, sigue remitiendo a la misma lógica que mueve la guerra, todas las guerras. La denuncia opera, por lo tanto, con la misma lógica que denuncia.

Este pensamiento y esta lógica son los mismos que provocan la sexta extinción masiva de especies y el calentamiento global, una concepción del mundo que ha perdido la posibilidad de entender que todas las vidas tienen cabida y todos comparten el mismo destino, y esta es quizá otra traducción de las humanidades, en plural. Creo que hay que romper el enclaustramiento de la comprensión de los mundos para poder crear una salida. Si hay alguna posibilidad de que salgamos del horror, es mediante la descolonización radical del pensamiento.

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