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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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Los arreglos de Giorgia Meloni con la familia tradicional

Con el anuncio en las redes de su ruptura con Andrea Giambruno, algo inédito desde el punto de vista de la comunicación política, la líder neofascista ha logrado reforzar su imagen de mujer fuerte que prioriza el bienestar de los suyos

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y su expareja, Andrea Giambruno, en una imagen del 7 de diciembre de 2022, durante su llegada al teatro de la Scala, en Milán.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y su expareja, Andrea Giambruno, en una imagen del 7 de diciembre de 2022, durante su llegada al teatro de la Scala, en Milán.Alessandro Bremec (ZUMAPRESS.com / Cordon Press)
Carla Mascia

Cuando vi el pasado 19 de octubre que las redes sociales italianas difundían grabaciones fuera de cámara del programa Striscia la notizia en las que se veía al presentador y pareja de Giorgia Meloni, Andrea Giambruno, retratarse públicamente desde la vulgaridad más absoluta como un machista libidinoso de manual, reconozco que me alegré. Ya no había duda posible sobre el tipo de hombre que había elegido la primera ministra italiana para compartir su vida y criar a su hija. Esa masculinidad tóxica que ella se negaba a combatir le acababa de explotar en plena cara y en Mediaset. Se enteró todo el mundo. Esa noche, mientras las redes se llenaban de memes, a cual más humillante, y los comentaristas se preguntaban cómo iba a reaccionar la premier a la enésima metida de pata de Giambruno, creo que nadie se imaginaba que a la mañana siguiente la máxima defensora de la familia tradicional italiana dejaría a su pareja a través de las redes sociales. Y menos aún que la política conservadora saldría reforzada de este episodio.

Como ha recalcado La Stampa, la operación de la líder de Hermanos de Italia constituye un auténtico caso de estudio por su carácter inédito desde el punto de vista de la comunicación política. Si bien el pudor en lo que respecta a la vida privada de los políticos ya es cosa del pasado, no deja de sorprender que una jefa de Gobierno exponga su vida íntima, familiar, como si de Shakira se tratara. Y es que las rupturas públicas movilizan en esos espacios virtuales, invitan a tomar partido, a empatizar con la que se supone que es la víctima de la relación. Tanto es así que a las pocas horas de publicar el anuncio simultáneamente en Twitter, Facebook e Instagram, Meloni no solo ha conseguido aumentar el número de sus seguidores, sino que además ha logrado suscitar un 72% de reacciones positivas y aparecer como “una mujer fuerte (...) que prioriza el bienestar de su familia y de su hija”.

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El tour de force operado por la líder neofascista demuestra que la hipocresía y las contradicciones fácilmente demostrables que impregnan su discurso ―ha tenido a su hija fuera del matrimonio y no vivía con Giambruno― no parecen tener el mínimo efecto sobre sus votantes. Como si un dirigente ecologista conocido por ir a trabajar en 4x4 y que comiera chuletón cada día consiguiera mantener intacta su imagen de defensor del planeta. En el caso de Meloni, la estafa es doble: no sólo no se aplica a sí misma lo que defiende para otros, sino que dice execrar al feminismo y desmarcarse de él en su papel de mujer fuerte cuando todo lo que ha conseguido en la vida lo debe justamente a las batallas de esas mujeres que abomina, ya sea para desarrollar una carrera, convertirse en la primera mujer al frente de un Gobierno en Italia o incluso poder separarse del padre de su hija sin ser estigmatizada.

Como bien recordaba el escritor Nicola Lagioia en sus redes, tomando el ejemplo del divorcio de sus padres en un pueblo agrícola del sur de Italia en los años setenta, si la separación de Meloni hubiese ocurrido 50 años atrás, “los suyos la habrían masacrado, habrían intentado hacerle la vida imposible, humillarla a ella y a su hija”. Meloni, sin embargo, es incapaz de percibir la dimensión simbólica que su gesto puede tener para muchas mujeres que por su situación social o económica no pueden separarse de sus maridos, incluso en el siglo XXI. No la ve ni la quiere ver. Cuando meses atrás, Giambruno ofendía a las mujeres como colectivo al afirmar, en medio de la conmoción provocada por dos casos de violaciones en grupo, que la mejor manera para una mujer de evitar una violación era no emborracharse, Meloni no dijo ni mu, analiza la escritora Rosella Postorino en La Repubblica. La razón es sencilla y es que la única mujer cuyos derechos le interesa defender a Giorgia Meloni es Giorgia Meloni. Mientras, las italianas van perdiendo derechos históricos y oportunidades. Algunas incluso apoyando en las urnas un fraude del que son las primeras víctimas.

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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.

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