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Columna
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Los equidistantes

La deriva antidemocrática que vive la derecha española sostiene ahora un proceso de olvido y manipulación del pasado

El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), y el vicepresidente, Juan García-Gallardo (Vox), participan en la sesión plenaria de las Cortes de Castilla y León, en Valladolid, el pasado 30 de abril.
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), y el vicepresidente, Juan García-Gallardo (Vox), participan en la sesión plenaria de las Cortes de Castilla y León, en Valladolid, el pasado 30 de abril.R. GARCÍA (EFE)

Leopoldo Panero y Luis Cernuda fueron dos buenos poetas y dos amigos. Durante la Guerra Civil, Cernuda se comprometió con la España republicana como nunca más se comprometería con otra ilusión política. Panero fue detenido por rojo, corrió peligro y tuvo que sobrevivir adaptándose a la España franquista. Por encargo de Castiella se mudó a Londres en 1946 para poner en marcha el Instituto Español, y allí reencontró a Cernuda. Mantuvieron su amistad, aunque fue inevitable que discutiesen en algunas ocasiones. Mientras se dolían de la Guerra Civil y las víctimas, Panero afirmó que se habían cometido barbaridades en los dos bandos. Cernuda le contestó que sí, pero que un bando, sólo un bando, había sido culpable de un golpe militar y del encadenamiento de horrores provocados por la Guerra Civil.

La deriva antidemocrática que vive la derecha española sostiene ahora un proceso de olvido y manipulación del pasado, algo que afecta desde el franquismo a los equidistantes. El argumento de que los dos bandos hicieron barbaridades se utiliza para ocultar responsabilidades y evitar los actos de respeto a las víctimas y a sus familias. Tres relatores de la ONU, expertos en víctimas y desaparecidos, han instado al Gobierno español a tomar medidas contra las leyes de la derecha extrema que intentan paralizar la apuesta por la verdad, la justicia y la reparación. Debemos tomárnoslo en serio, porque más que el pasado está en juego el futuro que intentan imponer en el mundo personajes como Trump, Bolsonaro, Netanyahu o Milei. La crispación de hoy tiene relación con la de ayer. Hay gente que se cree con el derecho de tratar a España como una propiedad particular.

Y algunos escritores se muestran muy partidarios de la equidistancia. Sostener que Sánchez Mazas era tan bueno como García Lorca o que Agustín de Foxa fue tan respetable como Cernuda, les ayuda a valorar su propia condición literaria.

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