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Tribuna
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Las dos izquierdas

Las negociaciones sobre la confluencia de candidaturas progresistas han eclipsado un importante problema de fondo: la profunda fractura territorial que se está cimentando entre lo urbano y lo rural

La candidatura de Sumar Aragón visita Jánovas (Huesca), un pueblo con cinco habitantes censados en 2022.
La candidatura de Sumar Aragón visita Jánovas (Huesca), un pueblo con cinco habitantes censados en 2022.SUMAR ARAGÓN (SUMAR ARAGÓN)
Ignacio Urquizu

En las últimas semanas, se ha hablado de las dos izquierdas a la izquierda del PSOE: Unidas Podemos y Sumar. El debate se ha centrado en cuestiones partidistas sobre si confluían o no confluían en una sola candidatura, algo que finalmente ha sucedido. Pero, en cambio, hay dos izquierdas que están pasando desapercibidas y que no sólo fueron relevantes en las elecciones del 28 de mayo, sino que además pueden marcar el devenir de los progresistas en España. Me estoy refiriendo a la profunda factura territorial que se está cimentando dentro de la izquierda: la urbana y la rural.

En los 50 municipios de mayor población de nuestro país tenemos al 35% de los españoles y en los 8.043 restantes está el 65% de la población. Muy pocas ciudades concentran a más de un tercio de toda la ciudadanía. El pasado 28 de mayo, el PSOE obtuvo un 25,7% de apoyo en estas 50 ciudades, mientras que en el resto de España su porcentaje de voto fue ligeramente superior: un 29,1%. En cambio, las diferentes marcas que adoptó todo lo que está a su izquierda, mostraron una fractura territorial mayor. En la España profundamente urbana, esta izquierda alcanzó el 14% de los votos, mientras que en el resto del país el porcentaje de apoyo fue del 4,3%. Es decir, casi 10 puntos de diferencia.

No es la primera vez que observamos esta brecha territorial. Usando como referencia estas 50 ciudades, en 2019 pasó algo parecido. El PSOE consiguió cinco puntos más de apoyo en la España menos poblada, mientras que en las marcas a la izquierda del PSOE la diferencia fue de un 18,1% es las ciudades más pobladas frente a un 10,4% en el resto del país (casi ocho puntos de diferencia). Pero, quizás, la fractura más llamativa fue en 2015. Entonces, el Partido Socialista sumó el 20% de los votos en las 50 ciudades más pobladas, frente al 27,2% en el resto del país (7,2 puntos de diferencia). Las marcas a la izquierda del PSOE lograron superarlo en la España más urbana, 25% de los votos, frente a la España menos poblada, donde consiguieron casi 15 puntos menos de apoyo.

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¿Pero siempre fue así? En 2007, antes de la Gran Recesión y el 15-M, la izquierda no mostraba tal fractura. En las elecciones municipales de ese año, el Partido Socialista obtuvo el mismo porcentaje de votos en las dos Españas que acabamos de describir: el 34%. Y lo que había a su izquierda (Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya, el Bloc…), lograron también el mismo porcentaje de apoyos en las 50 grandes ciudades y en el resto de las poblaciones: el 7%.

Hay dos posibles argumentos para lo que está sucediendo. Por el lado de la sociedad, estamos asistiendo a una crisis política de la que no acabamos de salir. Desde la Gran Recesión, la gente está muy interesada por la política, pero siente un gran desapego hacia ella. La ciudadanía padece una profunda desafección hacia los actores políticos: no comparten ni el fondo ni las formas. De hecho, rechaza la polarización en la que vive el país. Además, sienten que no son representados de forma correcta. En otras palabras, lo que caracterizó al 15-M sigue de alguna forma entre nosotros, especialmente en las grandes ciudades, que es donde surgió este movimiento de protesta.

Por el lado de los partidos de izquierdas, existe un problema de agenda. Las dos grandes transformaciones por las que está pasando el mundo son la tecnología y la sostenibilidad ambiental. Y ambas cuestiones son percibidas de forma distinta en el mundo urbano y el mundo rural. Desde el punto de vista de la sostenibilidad, la España menos poblada percibe que su papel va a ser secundario. Actividades como la caza, la ganadería o la agricultura están siendo puestas en cuestión, contribuyendo a una mayor despoblación de esta parte del territorio. Además, lo único que parece atribuirse a la España rural es la de generadores de energía renovable, actividad que genera riqueza, pero pocos empleos.

En el desafío tecnológico pasa algo parecido. Nuestros hábitos de consumo cambian y, además, en las pequeñas poblaciones no existen las mismas posibilidades que en el mundo urbano. Por lo tanto, actividades como el comercio local están en riesgo. Pero esto afecta mucho más a las pequeñas poblaciones que a las grandes ciudades. Una tienda o un bar, si cierra en un pueblo, tiene un mayor impacto social y económico que si lo hace en una gran ciudad.

En definitiva, los progresistas parecen fragmentarse territorialmente: urbano y rural. Hay una agenda política y un electorado progresista que difiere en las grandes ciudades respecto del resto del país. Esto está condicionado por las bases de apoyo y por la agenda programática. De cómo demos respuesta a esta fractura, depende mucho el futuro de la izquierda.

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