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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

No vas a heredar la empresa

Los estadounidenses descubren la jornada laboral, trabajar sin ir más allá ni en obligaciones ni en horario

Jaime Rubio Hancock
Quiet quitting
Una escena de la película 'Trabajo basura', de Mike Judge (1999)

Todos nos hemos planteado en algún momento nuestra relación con el trabajo: ¿merece la pena dedicarle tantas horas? ¿No hay otra forma de pagar el alquiler? ¿A partir de qué premio de la Primitiva nos retiraríamos? Muchos estadounidenses están también en esta posición. Y, como le ponen nombre a todo, ahora toca hablar del quiet quitting, la dimisión silenciosa. Llega después de la Gran Renuncia: tras la pandemia, millones de trabajadores dejaron su empleo en busca de mejores condiciones laborales. Sin embargo, la nueva propuesta ha causado más indignación y sorpresa que solidaridad, porque tiene poco de dimisión y mucho de silenciosa.

La idea se ha popularizado gracias a una cuenta de TikTok, @zaidleppelin, y se ha comentado también en hilos de Twitter, vídeos de Instagram y artículos de prensa. En ese vídeo de TikTok se explica que la dimisión silenciosa consiste en trabajar sin ir más allá de las obligaciones y el horario, y sin olvidar que hay vida más allá de la oficina. Y esto es lo que ha llamado la atención: la supuesta rebeldía consiste, literalmente, en hacer nuestro trabajo y, como mucho, en poner algunos límites. Como han recordado muchos tuiteros, no es más que recordar aquello de que “no vamos a heredar la empresa”.

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De hecho, casi parece que se trate de un invento de jefes asustados ante la posibilidad de que los empleados se busquen otro empleo o, casi peor, de que pidan un aumento de sueldo. En su boletín, el periodista Ed Zitron lo llama “uno de los conceptos más obviamente estúpidos y en contra de los trabajadores” que recuerda. Y añade: “Nadie se pregunta qué es lo que no están haciendo los jefes”. O, como ironiza el cómico Scott Seiss en uno de sus vídeos para redes: “Si se espera que de mí que vaya más allá, mi sueldo también debería ir más allá. No pidas algo a cambio de nada, ¿verdad?”.

Hay una cuestión semántica importante: hay jefes que critican la dimisión silenciosa porque consideran que consiste en hacer “lo mínimo” para evitar un despido. Pero, como apuntan otros, no es ni lo mínimo, ni lo máximo, es lo acordado. Siguiendo con lo que decían Zitron y Seiss, si la empresa paga el sueldo sin añadir algún centenar de euros más porque sí, ¿también está haciendo “lo mínimo” para evitar una multa?

Una de las cuentas que lo resume mejor es la de “memes socialistas de Los Soprano, donde Chris Moltisanti explica que eso de la renuncia silenciosa “significa no hacer la mierda por la que no te pagan, pero parece que necesitaban ponerle un nombre estúpido”.

En realidad, todo esto no es nuevo ni en Estados Unidos: al hilo de las pseudodimisiones, un artículo de Los Angeles Times recordaba la película Trabajo basura, de 1999, en la que el protagonista hace lo mismo (además de robar a la empresa, pero eso ya sería “el aumento silencioso”).

De hecho, si quisiéramos dimitir en silencio, pero de verdad, con ganas, en España tenemos una buena tradición que seguir. En la ficción podemos recordar el tiempo que dedica Superlópez a hacer pajaritas o esas páginas de la novela El gran momento de Mary Tribune en las que Juan García Hortelano cuenta cómo el protagonista se dedica a matar el tiempo mirándose las uñas, calculando los días que faltan para cobrar y encadenando clips. También podemos recordar al escritor Manuel Matoses: a finales del XIX y unas décadas después del Vuelva usted mañana de Larra, escribió que “en España todo el mundo madruga, menos el empleado”. Y, por supuesto, tenemos casos reales, como el del funcionario valenciano que estuvo 10 años sin ir a trabajar, pero sin dejar de cobrar. No solo eso, sino que después montó una exposición dedicada a “toda una vida de trabajo”. Silencioso, imagino.

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Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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