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España se seca

La huerta de Europa se asoma a la desertificación

La agricultura intensiva amenaza al 74% del suelo fértil en España

Una parcela seca donde antes se cultivaba algodón, en Las Marismas del Guadalquivir, una de las comarcas más golpeadas por la falta de agua, a mediados de julio.
Una parcela seca donde antes se cultivaba algodón, en Las Marismas del Guadalquivir, una de las comarcas más golpeadas por la falta de agua, a mediados de julio.EDP

La elevada fertilidad de los campos españoles está en peligro de evaporarse. Tres cuartas partes del territorio nacional corren el riesgo de convertirse en un enorme arenal por el excesivo consumo del agua que escasea y por el masivo empleo de fertilizantes que contaminan el subsuelo. Lo corrobora en su web el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO), que prevé un futuro dramático si no se actúa con rapidez. La agricultura intensiva y el urbanismo salvaje agravan los efectos de la crisis climática y son los principales aceleradores de una desertificación que amenaza a la huerta más importante de Europa. España es el mayor exportador de hortalizas, como señala el informe sobre cifras clave de la cadena alimentaria de la UE de Eurostat.

La Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación (ENLD) menciona la pérdida de terreno productivo como uno de los problemas ambientales más graves. Naciones Unidas define el fenómeno como “la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y seco-subhúmedas resultante de varios factores, que incluye las variaciones climáticas y las actividades humanas”. Las tierras fértiles se convierten en áridas cuando el ritmo de evaporación del agua supera el de las lluvias y regadíos. Es precisamente lo que ocurre estos años en España. Las áreas más afectadas son Murcia, Almería, Granada, Málaga, el sur de Alicante y Albacete. También se encuentra en peligro la depresión central del Ebro, que cubre en parte Zaragoza, Huesca, el norte de Teruel, La Rioja y el sur de Navarra.

Mapa aridez

La agricultura intensiva, como coinciden los expertos, es el factor clave de esa desertificación. La sobreexplotación de las tierras deteriora la calidad del suelo y, en muchas zonas de la península Ibérica, destruye los ingredientes necesarios para la fertilidad del terreno. “Tenemos un modelo agrícola que está dejando desnudos los suelos ante las inclemencias climáticas”, afirman fuentes de la cúpula de Greenpeace.

En esa sobreexplotación, el riego se ha convertido en un factor determinante. En España se riegan diariamente 3,8 millones de hectáreas, una superficie ligeramente inferior a todo el territorio de Extremadura (4,1 millones de hectáreas). “El regadío intensivo está esquilmando el agua, y nos está acercando al borde del precipicio”, añaden en Greenpeace.

Debido a ese ingente gasto de agua, el regadío se bebe el 80% del agua disponible en España. Santiago Martín, ingeniero agrónomo y coordinador en Ecologistas en Acción, afirma que la agricultura consume más agua de la que realmente está disponible. La Comisión Europea estima que este sector es el que más recursos utiliza, por encima del ocio y la industria textil. “Es como gastar el dinero que no tienes. No hay más remedio que reducir 100.000 hectáreas de regadío”, afirma el ecologista.

Son las tierras de regadío, sin embargo, las que aportan importantes ingresos al campo español, convertido en la gran despensa de Europa. El 75% de la producción de las zonas de regadío se exporta a otros países europeos, como Alemania, Francia y Reino Unido, según la Asociación Española de Economía Agraria. Siete de cada diez hortalizas y frutas que han brotado en suelo español, como la lechuga o el limón, se consumen en otros países europeos, según los datos que recoge en su web el Ministerio de Agricultura.

La situación, coinciden expertos y activistas medioambientales, es insostenible en un país en el que no solo llueve menos, sino que registra períodos de sequía año tras año. Jaime Martínez Valderrama, investigador en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, considera que España debe modificar el modelo de producción para primar la calidad en lugar de la cantidad. “Utilizamos muchísima agua en regadíos intensivos, no solo para poder dar respuesta al consumo interno, sino a una creciente demanda de productos destinados a la exportación”, coincide también Greenpeace.

El problema lo agrava la producción, también en masa, de carne procedente de miles de centros y de decenas de macrogranjas –se han incrementado un 49% en 2020, según los datos de Agricultura–. El uso excesivo de abonos y fertilizantes que provienen de los excrementos de los animales contaminan las aguas subterráneas bajo los cultivos y, en consecuencia, desertifica el terreno fértil. “Más que abonar, envenena”, afirma Martín. Los expertos coinciden en reducir la cabaña ganadera para proteger el suelo.

A la desertificación contribuyen también el urbanismo salvaje y el crecimiento descontrolado de las grandes ciudades. Algunos recientes proyectos lo evidencian. La Junta de Andalucía aprobó en mayo un macroproyecto en Trebujena (Cádiz), consistente en la construcción de 300 viviendas, un hotel y un campo de golf en más de 2.000 hectáreas situadas en el entorno del Parque Natural de Doñana. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha vetado el proyecto, con el argumento de que el agua para la zona procedería de ese río, con un caudal raquítico debido a las sequías.

Una vez más, proyectos como este muestran que en España no hay agua suficiente para emprender nuevas iniciativas de este tipo, cuando ni siquiera hay para mantener las actuales estructuras productivas actuales. Jorge Olcina, catedrático de Geografía y responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, asegura que “hay que hacer una transformación prudente del territorio, y no intentar rebasar los límites de la naturaleza”.

La crisis climática es ya una realidad imparable. La temperatura media de España ha subido 1,5 grados en los últimos 70 años y en la última década se han duplicado las olas de calor, según la Aemet. Este incremento hace que el suelo envíe a la atmósfera más agua de la que llega por precipitaciones y, en consecuencia, los terrenos se secan. Además, el catedrático indica que “los factores climáticos, como las escasas precipitaciones o las lluvias torrenciales, favorecen la erosión y la pérdida del suelo fértil”. Andalucía y Cataluña son las comunidades con procesos erosivos más altos.

El cambio climático y la acción humana son factores determinantes para que se produzca la desertificación, cuyas consecuencias pueden hacer que el suelo español pierda toda su riqueza productiva. España es el país europeo con mayor porcentaje de territorio en riesgo, según apunta Martínez. Si no se toman medidas inmediatas, la huerta de Europa corre el riesgo de convertirse en un desierto.

Este trabajo forma parte de un especial sobre la sequía realizado por los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Consulta aquí más información sobre el máster.

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