Marruecos bajo Mohamed VI: 25 años de transición truncada
La modernización de las infraestructuras y la expansión diplomática del país magrebí contrastan con el auge de la desigualdad económica y el recorte de la libertad de expresión cuando se cumple un cuarto de siglo de un reinado que comenzó con la esperanza de reformas sociales y reconciliación política
“Señoras y señores, Al Borak les da la bienvenida”. La megafonía del tren de alta velocidad marroquí, bautizado con el nombre del mítico corcel alado que condujo a Mahoma hasta Jerusalén, saluda a los pasajeros que dejan atrás Tánger, que se abre por entero al mar tras la inauguración del megapuerto de Tanger Med, próximo a Ceuta y principal terminal de contenedores del Mediterráneo. En apenas dos horas, los viajeros llegarán a Casablanca, 340 kilómetros al sur, capital económica de un país que el año pasado fue el primer exportador de vehículos a la UE, con más de medio millón de unidades, por delante de Japón. Cuando Mohamed VI, que cumplirá 61 años el mes que viene, fue entronizado —hace ahora un cuarto de siglo–– el viaje por línea férrea entre las dos grandes urbes costeras se cubría en más de cinco horas, solo se exportaban fosfatos y conservas de pescado, y los mercantes atracaban en plena bahía de Tánger. El Producto Interior Bruto de Marruecos, que se dispone a superar el listón de los 40 millones de habitantes, se ha triplicado desde entonces hasta llegar a los 130.000 millones de euros en 2023.
Su reinado arrancó con esperanzas de cambio, con reformas sociales como la del Código de Familia, que hace 20 años favoreció los derechos de las mujeres; o por la investigación en una comisión de la verdad, la Instancia de Equidad y Reconciliación, de la represión durante los años de plomo (1970-1990) de su padre, Hasán II. Pero tras la violencia terrorista de los atentados de Casablanca (2003) o la controvertida gestión del terremoto de Alhucemas (2004), la transición de Mohamed VI se truncó y dio un giro hacia un modelo autoritario.
En el recorrido en tren entre Tánger y Casablanca ya no se observan grandes asentamientos de chabolas, como a comienzos de siglo, aunque sí las extensas barriadas de bloques sencillos o casas autoconstruidas en calles sin asfaltar en torno a las grandes ciudades. Desde el año pasado, 3,8 millones de familias reciben un ingreso social del Estado y 23 millones de marroquíes cuentan son seguro de enfermedad obligatorio, pero una ola de calor que superó los 47 grados causó 21 muertos la semana pasada en Beni Melal, en el interior profundo del país, en su mayoría personas aquejadas de enfermedades crónicas.
Las sombras planean sobre las luces del reinado de Mohamed VI. La tasa de analfabetismo se sitúa aun en el 24%, y el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que mide la educación, la salud y otros parámetros, además del desarrollo económico, ha retrocedido al pasar del puesto 112, hace 25 años, al 120, en 2022. La brecha de la desigualdad económica se ha agrandado. La base de datos World Inequality refleja que un 10% de los marroquíes controla el 63% de la riqueza del país, mientras el 50% más desfavorecido solo suma un 5%.
Marruecos espera cambios. Abderramán el Fathi, director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Tetuán, se jacta de que su ciudad, que fue capital del Protectorado Español (1912-1956) sobre el norte de Marruecos, va a ser escenario de “actos fastuosos” durante la celebración en la Fiesta del Trono a partir del martes, gracias a la presencia del monarca en su residencia de verano de Mdiq (el Rincón de la era colonial), en la cercana costa mediterránea. Mientras, su hijo y heredero del trono, llamado a reinar algún día como Hasán III, ha pasado unos días en la isla griega de Mikonos acompañando a su madre, Salma Bennani, una ingeniera informática plebeya a quien su padre convirtió en princesa con un papel público ―por primera vez en el caso de una esposa de un monarca alauí― antes de que ambos se divorciaran en 2018.
“Hay que reivindicar los logros de estos 25 años, pero los marroquíes necesitan más. Existe expectación sobre lo que el rey diga en su discurso [de la Fiesta del Trono]”, sostiene El Fathi, de 59 años y doctor por la Universidad de Sevilla. “Se espera que hable de proyectos sociales para mejorar la situación económica y también de mayores libertades”, precisa, “que marque una hoja de ruta sin retrocesos”.
Habla por teléfono desde el norte del país magrebí, que se vio relegado durante el reinado de Hasán II, y al que Mohamed VI devolvió a la senda del desarrollo con grandes proyectos como el puerto de Tanger Med o la nueva zona económica de Tetuán. Como muchos marroquíes, El Fathi cree que su país vive un punto de inflexión similar al experimentado por España entre el Mundial de Fútbol de 1982 y los Juegos Olímpicos de 1992. Considera que, “de aquí al Mundial de 2030 [coorganizado por Marruecos con las federaciones de fútbol española y portuguesa], debe producirse un cambio. Si no se invierte en la situación de la gente, por muchas carreteras y muchas líneas ferroviarias que se creen, el país no va a mejorar”.
Se pueden constatar algunas mutaciones en Marruecos. Tras llegar al trono hace 25 años, el rey solo tardó dos meses en permitir el regreso de uno de los exiliados más célebres, el izquierdista Abraham Serfaty, originario de una familia judía de Tánger, quien pasó 17 años en las cárceles de Hasán II y fue llamado el preso político más antiguo de África, después del sudafricano Nelson Mandela. A punto de cumplirse el 25º aniversario de su entronización, un tribunal de Rabat ha condenado al exministro marroquí Mohamed Ziane, nacido hace 81 años en Málaga de madre española, a cinco años de cárcel por “implicación en desvío de fondos electorales públicos” de su partido político de oposición. Está considerado el político preso de mayor edad de África.
Sigue internado en la prisión de Arjat (en las afueras de Rabat) desde noviembre de 2022, cuando fue condenado a tres años de cárcel por 11 delitos, entre los que figuraban “insulto a las instituciones” o “adulterio”. En septiembre de ese año, Ziane difundió un vídeo en las redes sociales en el que criticaba “las ausencias de Mohamed VI” de Marruecos —el soberano pasaba entonces largos periodos de tiempo en el extranjero— por desentenderse presuntamente de los asuntos del reino, y reclamaba la abdicación del monarca en favor de su hijo, el príncipe heredero Hasán, de 21 años.
“Regresión de las libertades”
La prensa, en particular los semanarios en francés y algunos diarios en árabe que ejercían el periodismo de investigación, alcanzó en los primeros años del siglo cotas de independencia sin parangón en el mundo árabe y el continente africano, como reconoció Reporteros Sin Fronteras. También se ha registrado un cambio.
“En los últimos años hemos vivido una verdadera regresión en materia de libertades”, asegura Jadiya Ryadi, dirigente histórica de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, una de las pocas voces que se atreve hoy a romper el silencio dentro del país. “La justicia ha sido instrumentalizada por el aparato de seguridad del Estado para meter en la cárcel a inocentes por el solo hecho de tratarse de periodistas críticos, defensores de los derechos humanos, activistas sociales e incluso simples blogueros que opinan en las redes sociales”, lamenta esta veterana militante de la izquierda marroquí.
“La represión se sirve ahora además de la vigilancia de la vida privada a través de la intervención de móviles [con programas espía] o de cámaras ocultas en habitaciones de hotel”, señala Ryadi, de 64 años, en referencia al informe de la ONG Human Rights Watch, con sede en Nueva York, que ha denunciado “tácticas” de las autoridades marroquíes para acallar la disidencia con condenas de cárcel relacionadas con acusaciones por delitos sexuales. En 2020, el propio Ziane culpó a los servicios de seguridad de haber manipulado un vídeo en el que aparecía junto a una cliente casada en la habitación de un hotel.
El octogenario preso fue decano del Colegio de Abogados de Rabat y letrado defensor de encausados por las revueltas sociales que agitaron la región del Rif (norte) entre 2016-2017, que se saldaron con más de medio millar de detenidos. Una decena de presos cumplen aún condena, entre ellos Nasser Zafzafi, considerado cabeza visible del movimiento rifeño y sentenciado a 20 años de cárcel. Desde la sociedad civil surgen peticiones para que el rey les conceda el indulto con motivo del 25º aniversario de su llegada al trono.
Activistas sociales como Jadiya Ryadi no excluyen el riesgo de un estallido social en el país magrebí, que sufre una extrema sequía por sexto año consecutivo. Los embalses se encontraban al 23% de su capacidad a comicios de año, 10 puntos porcentuales menos que al inicio de 2023. Tras las lluvias de la primavera, apenas llegan ahora al 30%, por debajo de los reservas registradas hace un año. El Gobierno ha puesto en marcha un vasto programa de regadíos y plantas desaladoras para intentar paliar los efectos del estrés hidráulico. El sector agrario representa un 15% del PIB, pero da empleo a cerca del 40% de la población activa. El Barómetro Árabe, un estudio de opinión elaborado por una red de investigadores universitarios del Norte de África y Oriente Próximo, revelaba en junio que el 35% de los marroquíes se ha planteado emigrar a Europa y Norteamérica, y más de la mitad de ellos están dispuestos a hacerlo de forma ilegal.
La prensa marroquí aborda estos días con loas y hagiografías el 25º aniversario de la entronización. La Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales de la Universidad Mohamed V de Rabat celebró recientemente una conferencia internacional titulada “Marruecos, un cuarto de siglo de un reinado glorioso”, según informa el portal digital Hespress. “La transformación en 25 años es evidente. El país es otro país..., la condición de la mujer, la modernidad cultural...”, asevera Mehdi Qotbi, director de la Fundación Nacional de los Museos, en la sede del Museo Mohamed VI de Arte Moderno en la capital marroquí, que gestiona junto a otra veintena de centros culturales.
Nacido en un suburbio pobre de Rabat hace 73 años, y después de pasar media vida en su estudio de París, el pintor Qotbi fue designado en 2013 para el cargo por el rey. Al frente de un organismo independiente del Ministerio de Cultura, es una clara imagen de estilo de gobernanza que ha definido el cuarto de siglo del monarca de la dinastía alauí, que reina, pero también gobierna. Mohamed VI se reserva el control directo de ministerios clave como Interior o Asuntos Exteriores, que reportan directamente al palacio real y no al primer ministro.
La reforma constitucional de 2011, oportunamente aprobada poco después de las multitudinarias marchas de la primavera árabe marroquí, le sigue reservando un poder ejecutivo casi exclusivo. “La Constitución ha confirmado la concentración del poder, que sigue centralizado en las manos de la monarquía: preside las reuniones del Gobierno, que se limita a ejecutar las decisiones reales, y como Comendador de los Creyentes es el líder religioso, todo en el marco de un sistema basado en la ausencia de rendición de cuentas”, cuestiona Jadiya Ryadi, dirigente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos.
La Fundación al Mada, que administra los intereses económicos de la familia real, es considerada la primera fortuna del país magrebí. Centra su actividad en sectores como la banca, las telecomunicaciones, la construcción, el turismo o los supermercados. Entre otras propiedades, el rey posee una lujosa mansión privada en el corazón de París que costó hace cuatro años unos 80 millones de euros.
“Claro que hay desigualdades en Marruecos”, reconoce Qotbi, “pero también una gran solidaridad, como demostró el terremoto del Atlas [en septiembre de 2023, cerca de 3.000 muertos, 60.000 viviendas dañadas y 2,8 millones de damnificados], que afectó a las personas más humildes”. “No controlo todo el abanico político”, se excusa el pintor, “pero se han hecho cosas, y aún queda mucho por hacer. Este país no tiene petróleo, tiene personas”. “Sería estúpido decir que todo es una maravilla, pero hay que reconocer que las cosas han ido a mejor. Es como el día y la noche”, reflexiona en voz alta con gestos pausados. “No es como cuando yo era niño y caminaba casi descalzo por las calles de Tekudum [su barrio natal, en la periferia oriental de la capital]. No se puede comparar”.
Posición internacional afianzada por EE UU
El profesor Abderramán Fathi recuerda que incluso en los peores momentos de las relaciones entre España y Marruecos, “los intercambios económicos han seguido siendo importantes”. La crisis del islote español Perejil (Laila, para los marroquíes) marcó el inicio del reinado de Mohamed VI en 2002, puso a ambos países al borde de un conflicto armado cuando fuerzas de seguridad marroquíes ocuparon el peñasco deshabitado, situado cerca de la costa, hasta que fueron desalojadas por el Ejército español. Bien distinta fue la crisis de la frontera de Ceuta, en 2021, en la que miles de marroquíes, entre ellos cientos de menores, irrumpieron en la ciudad autónoma española ante la laxitud de los agentes dependientes de Rabat, que hicieron la vista gorda tras el ingreso del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en un hospital español, defensor de la autodeterminación y la independencia del Sáhara Occidental.
Enrocado en la tesis de la autonomía para el Sáhara dentro del reino jerifiano tras la deriva en su favor de Estados Unidos ―que reconoció en 2020 su soberanía sobre el territorio de la antigua colonia española―, Marruecos parece jugar con ventaja en el tablero internacional. Varios países occidentales se han aliado abiertamente con las tesis de Rabat, entre ellos España. París parece dispuesto a seguir los pasos de Madrid, según acaba de advertir, sin aportar evidencias, el Gobierno de Argel, que respalda al Frente Polisario.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puso fin a la crisis en 2022 al reconocer ante Mohamed VI en la capital marroquí que consideraba su propuesta de autonomía como la solución “más seria, realista y creíble” para el conflicto del Sáhara, que cumplirá 50 años en 2025. Marruecos se ha comprometido a aceptar la apertura de aduanas comerciales en la frontera que comparte con las ciudades autónomas norteafricanas de Ceuta y Melilla, un gesto que España puede interpretar como reconocimiento implícito de soberanía de ambas plazas. Rabat aún no ha cumplido su promesa.
El reconocimiento de Washington de la autoridad marroquí sobre el Sáhara también conllevó la normalización de relaciones con Israel, que avanzaron con brío en materia de seguridad y defensa, comercio y turismo hasta el estallido de la guerra en Gaza, en octubre del año pasado. El rey Mohamed VI, que preside el Comité Al Quds (denominación árabe de Jerusalén) en el seno de la Organización de Cooperación Islámica, ha condenado los ataques israelíes a la población palestina. Pero su Gobierno acaba de contratar con la empresa estatal Industrias Aeroespaciales de Israel la compra de un satélite espía de nueva generación por unos 925 millones de euros.
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