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Nagorno Karabaj, las claves de largo conflicto en el que ahora se impone Azerbaiyán ante la pasividad de Rusia

El litigio por el enclave de mayoría armenia nació con el fin de la URSS y ha derivado esta semana en nuevos enfrentamientos con cientos de muertos y el riesgo de una limpieza étnica

Nagorno Karabaj Armenia Azerbaiyán
Un soldado ruso ante un grupo de civiles de Nagorno Karabaj evacuados ante el ataque de las fuerzas de Azerbaiyán, en un vídeo divulgado el 21 de septiembre.RUSSIAN DEFENCE MINISTRY (via REUTERS)
Andrés Mourenza

La disputa por el control del enclave de Nagorno Karabaj ha provocado dos guerras abiertas entre Armenia y Azerbaiyán en las últimas tres décadas y un largo conflicto que ha dejado 40.000 muertos y más de un millón de desplazados. Estas son las causas de un enfrentamiento que envenena el Cáucaso hasta la actualidad. Esta semana, tras un nuevo bombardeo y cientos de víctimas mortales, los armenios de Nagorno Karabaj se han rendido ante Azerbaiyán al constatar la falta de apoyo internacional.

¿Qué es Nagorno Karabaj?

Es un enclave de mayoría armenia en territorio internacionalmente reconocido como Azerbaiyán. Con una población de unas 120.000 personas, se halla en el sur del Cáucaso, una zona del mundo que siempre ha sido un caleidoscopio de pueblos y culturas: con un tamaño de algo más de la mitad de España, en el Cáucaso se hablan medio centenar de lenguas, conviven las tres grandes religiones abrahámicas y diversas variantes de estas. Históricamente, estos pueblos han vivido, quizás no mezclados pero sí puerta con puerta, al menos hasta los conflictos y limpiezas étnicas que se produjeron a principios del siglo XX y, sobre todo, tras la disolución de la Unión Soviética. Por ejemplo: la población de la capital de Armenia, Ereván, es hoy prácticamente en su totalidad armenia y cristiana, pero durante el siglo XIX el grupo étnico mayoritario era el de los azeríes (entonces llamados tártaros), un pueblo de habla túrquica y religión musulmana. En cambio, en Bakú, la actual capital de Azerbaiyán, los rusos suponían un tercio de la población a inicios del siglo XX, y armenios y azeríes un cuarto cada uno. Y en Tiflis, la capital de Georgia, los armenios eran más del 40 %, por delante de rusos y georgianos.

El propio nombre de Nagorno Karabaj refleja este pasado mestizo: es una mezcla de palabras en ruso, azerí y persa que significa “montañoso jardín negro”. Es una zona verde y fértil, en comparación con las pedregosas estepas y valles del sur de Armenia y Azerbaiyán, y desde finales de la Edad Media fue gobernada con cierta autonomía por diversas dinastías de príncipes armenios y azeríes bajo el vasallaje de los imperios persa, primero, y ruso, después. Pese a que la mayoría de la población era armenia, en la década de 1920, las autoridades de la Unión Soviética decidieron incluir el territorio en la República Socialista Soviética (RSS) de Azerbaiyán con el estatus de región autónoma.

¿Por qué Azerbaiyán ha logrado recuperar terreno?

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En los últimos años, los ingresos del petróleo han permitido a Azerbaiyán modernizar sus Fuerzas Armadas con tecnología importada de sus aliados, especialmente de Turquía e Israel. En 2020, el Gobierno de Ilham Aliyev lanzó una operación de reconquista y en seis semanas barrió la resistencia armenia, recuperando las siete provincias ocupadas y prácticamente la mitad de Nagorno Karabaj. El conflicto concluyó con un acuerdo bajo mediación de Rusia, que preveía la retirada de las tropas de la República de Armenia y que los armenios del enclave quedasen bajo protección de una fuerza de paz rusa de unos 2.000 soldados, que se encargaría de garantizar el libre tránsito entre Nagorno Karabaj y Armenia a través del corredor de Lachin.

Un grupo de ciudadanos hace cola para conseguir comida en un comercio de Stepanakert, en Nagorno Karabaj, durante el bloqueo al enclave por parte de Azerbaiyán, el 30 de diciembre de 2022.
Un grupo de ciudadanos hace cola para conseguir comida en un comercio de Stepanakert, en Nagorno Karabaj, durante el bloqueo al enclave por parte de Azerbaiyán, el 30 de diciembre de 2022. DAVIT GHAHRAMANYAN (AFP)

Desde entonces, Azerbaiyán ha ido estrechando el cerco sobre Nagorno Karabaj y en diciembre de 2022 bloqueó el corredor, impidiendo el suministro a excepción de algunos productos básicos transportados por la Cruz Roja y los militares rusos. La excusa de Azerbaiyán para tomar esta medida, que provocó una grave crisis humana, fue que el corredor de Lachin se estaba utilizando para el “contrabando de armas”.

Tras acceder a varias de las demandas de Bakú ―incluidos cambios en el Gobierno de la autoproclamada República de Artsaj―, la disputa parecía solucionada a mediados de este mes. Pero unos días después, el 19 de septiembre, Azerbaiyán lanzó una intensa campaña de bombardeos exigiendo la disolución de las instituciones de Karabaj y la rendición de sus fuerzas militares. En apenas 24 horas de ofensiva azerbaiyana y tras constatar su inferioridad y falta de apoyo internacional, los armenios capitularon.

¿Por qué Rusia no ha apoyado a los armenios?

Tras la caída de la URSS y mientras Azerbaiyán trataba de alejarse de la órbita de Moscú, Armenia optó por unirse a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una especie de OTAN liderada por Rusia. Ereván también mantuvo en su territorio una antigua base soviética con unos 3.000 soldados rusos.

En 2020, el Gobierno de Armenia solicitó ayuda ante la ofensiva azerbaiyana en Nagorno Karabaj. Rusia respondió entonces que no podía actuar, dado que el conflicto se producía en un territorio internacionalmente reconocido como Azerbaiyán. Pero Moscú tampoco accedió a ayudar a Ereván en 2021 y 2022, cuando los combates con Azerbaiyán se extendieron a territorio de Armenia, y eso a pesar de que Ereván sí ha contribuido con tropas a otras misiones de la OTSC.

Las fuerzas de paz rusas en Karabaj tampoco han movido un dedo ante las recientes ofensivas de Azerbaiyán en el enclave, algo que se debe a varios factores. Las autoridades azerbaiyanas se han negado a especificar por escrito el mandato de los militares rusos, manteniéndolos en un limbo. Dada su historia y las matanzas perpetrados por los soviéticos en Azerbaiyán, a Bakú no le hace gracia tener a soldados rusos en su territorio y espera poder enviarlos de vuelta a casa en 2025, cuando expire el acuerdo, y, además, debido al reducido rendimiento militar ruso en Ucrania, Moscú ya no asusta tanto como antaño.

La postura de Rusia ha hecho que Armenia empiece a buscar otros aliados. Unos días antes de la ofensiva azerbaiyana, el ejército de Armenia inició maniobras militares conjuntas con Estados Unidos, lo que irritó a Moscú. Y en los últimos días, las declaraciones del Kremlin dejan entrever que su pasividad ha sido una forma de escarmiento al Gobierno armenio. Por otro lado, las sanciones occidentales a Moscú por la guerra de Ucrania han hecho que Rusia busque vías alternativas de importación y exportación, y tanto Azerbaiyán como su aliada Turquía se han convertido en algunas de las rutas principales.

¿Como han reaccionado EE UU y la UE?

En los últimos años, la UE ha reforzado su cooperación con Armenia. Una misión europea fue desplegada el año pasado en la frontera con Azerbaiyán para monitorizar la situación. Sin embargo, tanto Bruselas como Washington se han limitado a mostrar preocupación por la situación y pedir que Bakú detenga su ofensiva, pese a que varios eurodiputados han reclamado sanciones a Azerbaiyán. El problema es que este país caucásico se ha convertido en un suministrador estratégico de hidrocarburos para la UE a raíz de la invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia.

¿Y por qué Armenia también se cruza de brazos?

“Incluso la madre Armenia nos ha abandonado”, se quejaba este miércoles Artak Beglarián, exministro de Estado karabají. El Gobierno de Nikol Pashinián decidió no acudir en auxilio de los armenios de Karabaj en esta última ofensiva sabedor de su inferioridad militar (en 2020, sus Fuerzas Armadas quedaron diezmadas) y pensando que una intervención extendería el conflicto al territorio de Armenia. En los últimos tres años, Pashinián ha buscado por todos los medios un acuerdo de paz definitivo con Azerbaiyán, consciente de que solo así logrará la apertura de las fronteras y poner fin al aislamiento de Armenia. Pero esto le ha valido acusaciones de traición por parte de los partidos más nacionalistas y de parte de la diáspora armenia.

Esta diáspora está compuesta por unos siete millones de personas y siempre han sido un puntal económico para la supervivencia de la propia Armenia y de Nagorno Karabaj. Algunos de los principales inversores del exterior se mostraron felices con el acceso de Pashinián al poder en 2018, a raíz de una revuelta popular contra la corrupción imperante, pero tras la derrota militar de 2020 le han retirado ese apoyo. Parte de ellos son descendientes de los supervivientes del genocidio armenio de 1915, durante el que las autoridades otomanas provocaron la muerte de un millón de armenios, así que en la diáspora no están contentos con hacer concesiones al “turco”.

¿Por qué se teme una limpieza étnica?

Del mismo modo que el Holocausto a Israel, el genocidio es un hecho inseparable de la fundación de Armenia como Estado. La primera Armenia independiente de la era moderna se formó tras la I Guerra Mundial en parte con súbditos del imperio ruso y en parte con aquellos armenios otomanos que huían de las masacres en el este de Anatolia. Pero, en las últimas décadas, la propaganda nacionalista armenia ha establecido una línea de continuidad entre el genocidio perpetrado por los turcos otomanos y la lucha contra los que llaman “turcos” azeríes, pese a que estos no participaron en las matanzas de 1915. “Nuestra historia es antigua. Los azeríes no son como nosotros, no tienen nuestra historia. Karabaj siempre ha sido armenio, quizás los azeríes vivieron aquí en algún momento, pero esto es Armenia”, comentaba un general armenio desplegado en la zona en 2018, en un aula de clases repleta de imágenes que relataban la historia oficial, desde láminas del Arca de Noé ―los armenios se reclaman descendientes de uno de sus hijos― hasta fotografías de la primera guerra de Karabaj.

El presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, ha asegurado que los “derechos culturales y democráticos” de los armenios del Karabaj serán respetados. Pero lo cierto es que, desde hace décadas, en Azerbaiyán, se ha impuesto un lenguaje del odio hacia los armenios en el discurso público y en las escuelas, se han desacralizado varios cementerios armenios y su patrimonio en Azerbaiyán o ha sido destruido o se ha rebautizado como legado de la Albania Caucásica, un pueblo cristiano que vivió en la zona hasta el siglo VIII d. C.

De ahí que, teniendo en cuenta la historia reciente, la propaganda de ambos bandos y el pobre historial de Azerbaiyán en materia de derechos humanos, muchos expertos creen que la mayoría de los armenios de Nagorno Karabaj optarán por huir a medida que Bakú retome el control de la zona, con el riesgo de consumar una limpieza étnica.

¿Cómo comenzó el conflicto?

A finales de la década de 1980, al calor de la perestroika iniciada por los líderes de la URSS y basándose en el principio de autodeterminación que incluían los textos constitucionales soviéticos, el soviet local de Nagorno Karabaj exigió su independencia de la RSS de Azerbaiyán y su unión con la vecina RSS de Armenia. En apenas unos años de propaganda cada vez más nacionalista, las relaciones entre vecinos se enrarecieron y la animadversión se instaló entre ambas comunidades. Decenas de miles de azeríes fueron expulsados de Armenia, mientras que en Azerbaiyán se desataron brutales pogromos contra los armenios. “Grupos de azeríes vestidos de negro y armados con barras de hierro recorrían las calles con las direcciones de los armenios. Tiraban sus muebles a la calle y arrastraban a los armenios para después matarlos. Desde mi ventana vi cómo ataron a una chica a un coche y la violaron”, relataba a este diario Rosana, una armenia superviviente del pogromo de Sumgait. Traumatizados y con un odio creciente, cientos de miles de armenios tuvieron que abandonar Azerbaiyán en dirección a Armenia y el enclave de Nagorno Karabaj.

Al disolverse la URSS, se marcharon las fuerzas de interposición soviéticas instaladas en la zona para evitar los enfrentamientos y se desató un conflicto bélico entre las recién independizadas Armenia y Azerbaiyán, con continuas matanzas y crímenes de guerra por parte de ambos bandos. Después de tres años de combates, los armenios se impusieron a Azerbaiyán, cuyas unidades militares estaban mal organizadas y continuamente abandonaban el frente para hacer política por la fuerza de las armas en Bakú.

¿Qué ocurrió tras la guerra?

En 1994 se firmó un precario alto el fuego entre armenios y azerbaiyanos, pero los incidentes a lo largo del frente ―delimitado por trincheras propias de la I Guerra Mundial― continuaron, con cientos de muertos por fuego cruzado y escaramuzas.

En Nagorno Karabaj los armenios establecieron un Estado independiente, la República de Artsaj (como llaman ellos a la zona), con sus propias instituciones pero sin reconocimiento internacional, por lo que realmente dependía de la vecina Armenia para todo: el 90% de los alimentos procedían de Armenia y las fuerzas militares estaban vinculadas al ejército de Armenia (incluso muchos armenios de la República hacían el servicio militar en Nagorno Karabaj).

Los armenios no solo se hicieron con el control del enclave, sino también con el de siete provincias azerbaiyanas circundantes, que consideraban su “anillo de seguridad”. De allí expulsaron a unos 600.000 azeríes que durante décadas se vieron obligados a malvivir en residencias, fábricas abandonadas e incluso vagones de tren en espera de regresar a sus hogares. “Quiero que sufran todo lo que sufrimos nosotros, y que sus madres lloren como las madres de nuestros mártires”, decía en 2020 Sumaya Isayeva, una refugiada azerí en referencia a los armenios de Nagorno Karabaj.

Pese a los sucesivos intentos de alcanzar una solución promovidos por el Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (copresidido por Francia, Rusia y EE UU), las negociaciones nunca fructificaron, en buena parte porque los armenios se sabían con la sartén por el mango. Y el conflicto quedó congelado.

¿Y cómo ha aumentado su poder Azerbaiyán?

A raíz de la humillante derrota contra Armenia, un antiguo dirigente soviético, Heydar Aliyev, tomó el poder ―que su hijo Ilham heredaría en 2003― y se centró en reconstruir Azerbaiyán. “Esos tiempos fueron caóticos y se trató de un momento existencial: ser o no ser como país. Así que apostamos por tener un Estado fuerte”, explicaba una fuente del Gobierno azerbaiyano en 2021. Un Estado fuerte, centralizado, implacable con la oposición y bendecido con grandes reservas de petróleo y gas.

En 1994, el PIB de Azerbaiyán y el de Armenia era prácticamente iguales, unos 1.300 millones de dólares [unos 1.222 millones de euros]. En 2022, el de Armenia alcanzó los 19.500 millones, pero el de Azerbaiyán llegó casi a los 80.000 millones. La población azerbaiyana era de siete millones en 1991, ahora supera los 10. En cambio, de los 3,6 millones de habitantes que tenía Armenia en 1991 se ha pasado a 2,8 actualmente, pues muchos han emigrado para escapar de la pobreza en un país encajonado en el Cáucaso, cuyas fronteras con Azerbaiyán y Turquía ―las más extensas― permanecen cerradas desde la primera guerra de Nagorno Karabaj.

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