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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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No es un momento ‘Kumbaya’

Para entender el mundo, ahora es más relevante la geopolítica que las cifras del comercio o las finanzas

Joe Biden y Xi Jinping
El presidente chino, Xi Jinping, y el de EE.UU., Joe Biden, en la cumbre del G20 el pasado 14 de noviembre en Bali (Indonesia).Alex Brandon (AP Photo/LaPresse) (AP)
Joaquín Estefanía

Es verosímil que, a la vista del desarrollo de la guerra de Ucrania y de ese empate técnico perpetuo, la misma vaya a ser más decisiva para la globalización y la interdependencia de los países que la propia pandemia de la covid e incluso que la Gran Recesión. Si no hay acontecimientos imprevistos, la guerra va a marcar por mucho tiempo los comportamientos de los países implicados, directa o indirectamente: la ruptura con Rusia durará más allá del conflicto bélico y la utilización de sanciones económicas como arma de guerra extenderá sus consecuencias a lo largo del tiempo. Una mayor fragmentación del planeta.

Desde que varias crisis mayores continuas han determinado el contexto en el que evoluciona el mundo, se han recolocado tres tendencias que matizan el comportamiento de etapas anteriores: los países están dando prioridad a su seguridad frente a la eficacia de las acciones económicas, buscan la diversificación de los suministros y hay una “nacionalización” o al menos una regionalización de sus cadenas de suministro. A ello se refirió el presidente Biden cuando comentó que iba a crear un gabinete dentro del gabinete de gobierno para asegurar las inversiones en el interior de EE UU. Y es por ello que una zona como Europa se ha puesto en posición de “taxímetro apagado” en sus normas empresariales y sus reglas del juego como el déficit y la deuda pública: para asegurar no quedarse atrás en la competencia económica. Lo más probable es que no haya una desglobalización dura, sino una lenta tendencia a las políticas nacionalistas, sobre todo en el terreno industrial.

La principal fuerza motriz del momento es la lucha por la hegemonía mundial entre EE UU (y sus aliados) y China (y los suyos). Todos los movimientos geopolíticos se pueden analizar en esa clave. La geopolítica es más importante para los análisis que el movimiento de las cifras del comercio o las finanzas. Asuntos aparentemente anecdóticos como la prohibición del uso de TikTok en los dispositivos electrónicos de los empleados de la Comisión y el Consejo de la Unión Europea tienen que ver con ello. Es una medida calcada a la que hace unos meses tomó el Congreso de EE UU, que obligó a su gente a desinstalar la aplicación china de sus dispositivos por recelo a que se utilice como una pieza más del espionaje. Las aplicaciones y los productos tecnológicos chinos despiertan un gran recelo en las autoridades occidentales. TikTok, propiedad del gigante tecnológico chino ByteDance, cuenta con 1.000 millones de usuarios y es una de las redes más populares en estos momentos entre los jóvenes. Hace unos meses, en el XX Congreso del Partido Comunista de China, una de las ideas-fuerza fue la modernización, entendida como un ascenso en la escala tecnológica hasta llegar a la autosuficiencia.

Fue el propio Biden el que dijo que entre EE UU (y por extensión Occidente) y China no hay en esta coyuntura “un momento Kumbaya” (canción que se asocia con la cercanía y el entendimiento que ha cantado Joan Báez). Se extiende una mentalidad de segunda Guerra Fría, en la que la realidad ideológica y militar va teniendo tanta importancia como la económica y la tecnológica. Ambas potencias, acompañadas de sus aliados naturales, se consideran rivales sistémicos de manera abierta y cada una utiliza sus fortalezas: EE UU fomenta los aranceles a las exportaciones a China, y ésta utiliza la existencia de la isla y del estrecho de Taiwán, que acumula la mitad de la producción de semiconductores del mundo y prácticamente la totalidad de los más avanzados (preguntado por Taiwán un alto cargo chino, respondió textualmente: Taiwán es parte del territorio chino, no ha sido nunca un país y no lo será nunca).

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En su último libro, Megamenazas (Deusto), Nouriel Roubini escribe que en un mundo de globalización lenta, EE UU y China pueden operar sistemas de comercio e inversión que competirían entre sí; la mayoría de las naciones se alinearían con uno o con otro y habrá quien trate de mantener buenas relaciones entre ambos rivales. Eso mejor que nada.

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