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Armie Hammer y Elizabeth Chambers se divorcian tres años después de las polémicas de canibalismo y acoso

El actor, que ha pasado por rehabilitación y que finalmente no se ha enfrentado a cargos de violación, y la presentadora, con dos hijos en común, han oficializado su separación

El entonces matrimonio formado por el actor Armie Hammer y la presentadora Elizabeth Chambers en una fiesta posterior a los Globos de Oro celebrada en Beverly Hills, California, en enero de 2018. Foto: CHRIS PIZZELLO (INVISION/AP/Lapresse) | Vídeo: EPV
María Porcel

Nada queda ya que pueda redimir a Armie Hammer. Ni entrevistas (lo intentó), ni amistades, ni nuevos trabajos donde parezca un tipo renovado y humilde. Ahora, ya no le queda ni su esposa. El actor, tachado de todas las listas de proyectos en Hollywood desde hace dos años y medio a causa de las acusaciones de acoso y abuso y, lo más sonado de su historia, de canibalismo, ha terminado de romper lazos con su pasado. Ahora, como han informado medios como People y Page Six, Hammer, de 36 años, y su esposa, la periodista, presentadora y empresaria texana Elizabeth Chambers, de 40, han alcanzado un acuerdo de divorcio que, en breve, firmará un juez (un paso rutinario) y que ya es definitivo. “Las partes han llegado a un acuerdo por escrito que tiene en cuenta sus propiedades y las cuestiones familiares”, se puede leer en el acuerdo, inicialmente filtrado por el portal TMZ.

Hace meses que las relaciones entre la pareja están rotas. Su separación se ha conocido un martes, justo después del domingo en el que Estados Unidos celebraba el Día del Padre. Chambers colgaba entonces una publicación llena de fotos y con un tierno mensaje hacia los padres “presentes” y “que no abandonan” en su perfil de Instagram, ante sus 243.000 seguidores. El único destinatario del mismo, retratado en sus fotografías, era su propio padre. De Hammer, ni rastro.

La pareja se casó en el año 2010 y se separó en verano de 2020. Ella pidió el divorcio ese mismo año, pero hasta ahora no se había oficializado. Porque fue poco después cuando llegaron las turbulencias. Arrancaba 2021 cuando Hammer se vio obligado a dejar dos proyectos (una película junto a Jennifer Lopez y una serie basada en el rodaje de El Padrino) tras hacerse públicos unos mensajes suyos —dirigidos a una mujer que no era su esposa— donde hablaba de forma explícita de canibalismo y que, tras su filtración, causaron un impacto global y un análisis mediático sin parangón.

“Me pone cachondo pensar en sujetar tu corazón con la mano y controlarlo cuando palpita”, se leía en uno de esos textos. “Soy 100% caníbal. Quiero comerte. Maldición, asusta admitirlo. Nunca lo he admitido antes. He cortado el corazón de un animal vivo anteriormente y me lo he comido mientras aún estaba caliente”. A partir de ahí llegó la tormenta perfecta para un intérprete que estaba en el culmen de su carrera gracias a éxitos de crítica, como Call me by your name, y de público, como la versión siglo XXI de Rebecca en Netflix.

La pareja ya estaba entonces separada, que no divorciada, pero entonces Chambers se convirtió en bastón de su todavía marido y padre de Harper Grace, que ahora tiene ocho años, y Ford Douglas Armand, de seis. Poco después de conocerse las acusaciones, colgó un mensaje en su perfil de Instagram donde afirmaba estar intentando “procesar todo lo ocurrido” y “en shock, con el corazón roto y devastada”, y que su foco estaba puesto en sus hijos, su trabajo y su propia curación. Con el devenir de los meses se supo que Chambers había sido un apoyo para su expareja, y que le había instado a entrar en rehabilitación. A mediados de 2021 Hammer decidió, por su cuenta y animado por quien fue su pareja, ingresar en una clínica en Miami (Florida). Voló allí desde las islas Caimán (en el Caribe, al sur de Cuba, donde la familia se trasladó en pandemia), a cuyo aeropuerto le acompañaron la presentadora y sus dos hijos. A finales de ese 2021, tras casi nueve meses ingresado, el actor acabó su proceso en el centro y regresó a las islas Caimán para estar cerca de los niños. Allí se lo vio, unos meses después, vendiendo multipropiedades en un resort. Los rumores que hacían correr los turistas fueron confirmados por la revista Variety. “Está totalmente arruinado y tratando de llenar los días y de ganar dinero para mantener a su familia”, aseguraba en la publicación una fuente sin identificar.

Para entonces ya se conocía el complejo historial de abuso de sustancias y excesos diversos del protagonista de La red social y El llanero solitario, que habían quedado ampliamente retratados en un largo reportaje de la revista Vanity Fair. En él, varias fuentes cercanas al intérprete y su familia describían: “Puede beberse una botella de vodka sin darse cuenta” o “bebe mucho, fuma marihuana... no hay droga que no consuma”. También afirmaban que tenía “una montaña de porros en su caravana, le pidió a un asistente que le trajera hongos alucinógenos y mezclaba alcohol con medicación para el dolor”; o que era “un adicto a las drogas porque ha pasado muchos traumas y no puede soportar estarse quieto, enfrentarse a sí mismo o estar solo con sus cosas”, según una exnovia.

Fue en 2021 cuando una mujer, que afirmó haber mantenido una relación intermitente de cuatro años con él mientras estaba casado con Chambers, lo denunció tras afirmar que la violó en 2017 durante cuatro horas y que cometió otros “actos violentos” sin su consentimiento. Hace unas semanas, la Fiscalía de Los Ángeles (EE UU) anunció que no presentaba cargos por esa agresión sexual contra él tras una revisión “extremadamente exhaustiva” puesto que “no hay pruebas suficientes” para imputarle un delito. “Como fiscales, tenemos la responsabilidad ética de presentar cargos solo en los casos que podamos probar más allá de una duda razonable… Debido a la complejidad de la relación y la imposibilidad de probar un encuentro sexual forzado y no consentido, no podemos probar el caso más allá de una duda razonable”, afirmaban.

Hace cuatro meses, en febrero, Hammer rompió su silencio. Sin dar la cara aún, sin enfrentarse a unos focos que, como asegura él mismo, ya no lo quieren, el actor californiano negó en una entrevista con la revista Air Mail las acusaciones de abusos a las que se enfrentaba, pero sí entonó un mea culpa, asegurando que sus dinámicas de poder en pareja eran abusivas debido a su calidad de estrella del cine: “Estoy aquí para reconocer mis errores, para responsabilizarme del hecho de que fui un cabrón y un egoísta, que usaba a la gente para hacerme sentir mejor”. Habló de los abusos sexuales que sufrió, con 13 años, por parte de un cura protestante, que para él son el germen de su interés por las prácticas de sumisión y dominación sexuales llamadas BDSM (bondage —prácticas de inmovilización del cuerpo—, dominación, sumisión-sadismo y masoquismo): “Eso hizo que la sexualidad entrara en mi vida de una manera en la que estaba completamente fuera de mi control”. “En esa situación estuve indefenso. La sexualidad me fue introducida de una manera aterradora en la que yo no tenía el control. Eso hizo que mi interés se desarrollara de esa manera: sexualmente, quiero tener el control en la situación”, afirmaba.

En su hasta ahora primera y última concesión ante los medios también reveló que había llegado a pensar en el suicidio: “Me adentré en el océano y nadé tan lejos como pude esperando ahogarme, ser arrollado por un barco, o devorado por un tiburón. Entonces me di cuenta de que mis hijos estaban en la orilla y que no podía hacerles eso”. Ya no citaba a Chambers. Como ella tampoco lo cita a él, desde hace muchos meses, en sus discursos públicos ni en sus redes sociales.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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