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Navidad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Hangxiety’: cuando las resacas te dan ansiedad

Este es un término relativamente nuevo, pero lo llevamos sufriendo toda la vida y no es una invención: existen factores bioquímicos y psicológicos para que esas dos copas de más nos produzcan un gran malestar

What is Hangxiety symptoms?
Una mujer de resaca.Martin Dimitrov (Getty Images)

Fue en un artículo publicado en The Guardian en 2019 lo que puso en el mapa la palabra hangxiety, una fórmula creada mediante las palabras en inglés hangover (resaca) y anxiety (ansiedad). El término, tan conciso, se popularizó rápidamente a través de grupos de WhatsApp y feeds en redes sociales acompañado, en numerosas ocasiones, por el meme de “Literalmente yo”. Nadie había puesto un nombre tan específico a ese cóctel de dolor de cabeza, palpitaciones, intranquilidad y un profundo sentimiento de culpa y malestar producido por el exceso de espirituosos de la noche anterior. No es tan simple como una resaca, es mucho peor. Aunque en una época donde la palabra “ansiedad” puede unirse a casi todo para dar con una forma mucho más específica de esta emoción que puede derivar en trastorno —desde ecoansiedad hasta fachoansiedad— cabe preguntarse si la resaca produce realmente ansiedad. “La respuesta es sí, la hangxiety es real”, responde a EL PAÍS Joaquín T. Limonero, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, además de coordinador del grupo de investigación en estrés y salud de la Universidad Autónoma de Barcelona. Partiendo de esta base, ¿qué la causa?

“Es una mezcla producida por la alteración bioquímica cerebral, derivada del consumo de alcohol, y después, de ciertos factores psicológicos”. El alcohol, según explica el psicólogo, actúa sobre el neurotransmisor inhibitorio más importante, llamado Gaba, que se encarga de enviar mensajes químicos desde el cerebro al sistema nervioso, “y que es la parte del cerebro más vinculada con la toma de decisiones, con la planificación y donde también se hacen conscientes las emociones”. “El alcohol estimula a Gaba, por eso te relajas, te calmas y te diviertes cuando bebes”, explica Joaquín Limonero. Una copa y todo bien. Dos o tres, y comienza el descontrol: empiezas a disminuir el glutamato, el principal transmisor excitador del cerebro. “Más glutamato significa más ansiedad. Menos glutamato significa menos ansiedad”. Simple. Pura química. El problema es que, al día siguiente, cuando el sol empieza a entrar por la ventana, se produce un efecto rebote: “El cerebro busca regularse y recuperar los niveles de funcionamiento normal, por lo que disminuye los neurotransmisores Gaba y aumenta el glutamato”. Esta sensación de activación del glutamato es lo que produce la sensación de ansiedad.

Pero existen más factores que el desequilibrio entre el Gaba y el glutamato. Por ejemplo, el aumento de los niveles de cortisol. “El alcohol interrumpe el ciclo natural del cortisol, una hormona que se incrementa de manera natural durante el día, y nos alerta de posibles amenazas, y se reduce por las noches”, explica el psicólogo. Esta hormona se relaciona comúnmente con el estrés, puesto que estimula nuestra producción de glucosa y, cuando nuestro cuerpo detecta algún tipo de peligro, detiene la absorción de glucosa y comienza a producir energía. Al descompensarse tras el consumo de alcohol, aumenta la ansiedad porque estamos “más vigilantes, más activos y más tensionados”. “Otro factor que influye en esta sensación de ansiedad es la deshidratación: sabemos que el alcohol deshidrata y disminuye la concentración de agua en el organismo, lo que suele provocar que nos despertemos con dolor de cabeza”. Lo que también sucede es que nuestro corazón tiene que trabajar más a causa de esa deshidratación. ¿Otro síntoma de ansiedad? Palpitaciones. “A esto hay que añadir la falta de sueño: cuando bebemos alcohol, dormimos peor”, añade el psicólogo. La falta de sueño también produce cansancio e irritación. En otras palabras, puede favorecer la ansiedad.

Además de esto, no hay que olvidar otros elementos psicológicos. La culpa y el arrepentimiento derivados de esa sensación de no saber qué hicimos exactamente la noche anterior, si hicimos el ridículo o si nos pasamos de la raya haciendo un chiste inadecuado con alguien de, por ejemplo, nuestro entorno laboral en unas copas de Navidad o si mandamos un mensaje a algún ex. “Tenemos recuerdos borrosos de la noche anterior, lo cual nos puede llevar a un estado de agitación provocado por la incertidumbre y el arrepentimiento: ‘¿Qué pensarán de mí?”, explica Limonero, quien también afirma que el contexto es importante: no es lo mismo emborracharse con amigos que con compañeros de trabajo. Ante la duda, mejor no beber más de la cuenta.

La culpa y el arrepentimiento por haber hecho o dicho algo equivocado favorecen la ansiedad del día después.
La culpa y el arrepentimiento por haber hecho o dicho algo equivocado favorecen la ansiedad del día después.Milko (Getty Images)

El problema tendría una fácil solución: no beber. Y punto. Pero seamos realistas, y más en estas fechas. “Recordemos que se trata de algo temporal, como la propia resaca, que puede durar unas horas o un par de días”, apunta el psicólogo, quien también recomienda que, si esa ansiedad se alarga en el tiempo, es recomendable consultar a un especialista en salud mental. Y, sobre todo, si padecemos un trastorno de ansiedad, lo mejor es beber lo menos posible, para ahorrarnos disgustos el día después.

Sobre su remedio, todo hijo de vecino tiene su propia cura para una terrible resaca, pero todos coinciden en uno o varios puntos: beber mucha agua, descansar y tomarse, si es necesario, algún medicamento para que cese el dolor de cabeza. ¿Tomar un ansiolítico sería recomendable? “Para mí sería contraproducente”, afirma Joaquín T. Limonero, “lo mejor es hidratarse, comer sano aunque el cuerpo te pida comida basura, tomar vitamina B y no consumir cafeína, porque nos activará de nuevo, y lo que queremos es tranquilizarnos”. Como toda la vida.

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