_
_
_
_
_
Navidad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cómo gestionar la Navidad con niños sin ponerse de los nervios? Olvídate de la perfección

Incluso en la mayor armonía familiar, económica y de salud, todo padre tendrá sus momentos histéricos cuando sus fiestas navideñas imaginadas choquen con la realidad. Pero la vida no es un catálogo ni una revista

Navidad con niños
El truco para disfrutar la Navidad es recordar que es ahora cuando se están creando para los hijos recuerdos maravillosos.SrdjanPav (Getty Images)

Cuando eres niño, hay una época mágica en la vida donde disfrutas de todo lo bueno de las fiestas navideñas: regalos con envoltorios vistosos, luces imaginativas que iluminan las calles, villancicos pegadizos que suenan por todas partes, reuniones familiares con primos que no veías desde hace tiempo, mucho dulce y muchas actividades infantiles. Pero para los padres la visión de la Navidad se centra más en una sucesión agobiante de colas, colas y más colas, con otros padres nerviosos y niños hiperactivos con los que solo serías comprensivo si fueran los tuyos, transportes públicos colapsados, falta de plazas para aparcar, megafonías atronadoras por todas partes con villancicos que ya no aguantas más. Además, están los ayudantes de Papá Noel que parecen salir del casting de una función escolar, rollos de papel de envolver que se han ido acumulando año a año que no te llegan para nada, pero que da pena tirar, y turrones que traen las visitas pero que son de sabores que no te gustan y que merodearán por casa hasta marzo.

Y, por supuesto, a ello se suma la magia de la conciliación navideña, varias semanas con los niños en casa, seguramente constipados.

Cuando llegas a una cierta edad, se te juntan en la cabeza los dos tipos de Navidades. Por un lado, la felicidad infantil, cuando no te tenías que ocupar de nada y todo era fiesta, felicidad y turrones, donde en muchísimas casas estaba toda la familia y en armonía. Y, por la otra, las navidades de ahora, en las que eres consciente de toda la logística, de los gastos y hasta de los triglicéridos, y cuando vas a montar la mesa te entra morriña por las sillas que ya no ocuparán los que faltan y emoción por las que ahora ocupará la familia que has creado.

Todo padre sabe por adelantado que se pondrá de los nervios ya a mitad de diciembre, cuando se adentre con sus críos en una juguetería para intentar agarrar un catálogo entre decenas de adultos que pisotean, ignoran el espacio mínimo interpersonal y hacen sus pedidos a voz en grito sin darse cuenta de que hay niños a su alrededor.

O cuando intente compaginar tantas horas de vacaciones escolares con las obligaciones laborales adultas, con horarios y entregas concretos.

O cuando se pase horas comprando y cocinando manjares, para que luego los niños se llenen con ganchitos y aceitunas y dejen los platos chupados y medio llenos.

O cuando intente hacer una foto familiar de esas bonitas, de las que por fin se animará a enmarcar, y uno esté con los cascos, otro con el móvil, otro haciendo la siesta y nadie le haga caso.

Incluso en la mayor armonía familiar, económica y de salud, todo padre tendrá sus momentos histéricos, sobre todo cuando su Navidad idílica imaginada choque con la realidad concreta de su presente.

Pero el truco es recordar que es ahora cuando se están creando para tus hijos esos recuerdos maravillosos que les harán emocionarse y ponerse nostálgicos dentro de unos años (y, ya de paso, esperemos que también les hagan felices ahora). Así que olvídate de la perfección de las películas, series y reportajes del ¡Hola!, con banquetes espectaculares en mesas infinitas, llenas de criaturas repeinadas y trajeadas, posando con sonrisas deslumbrantes. Porque la vida real no es un catálogo ni una revista. Tiene niños que se manchan, que se enfadan, que se aíslan, que a veces ni saludan cuando llegan los invitados o sois vosotros los invitados, y que, según el día, igual ni dan las gracias después de todo el esfuerzo.

Y disfruta de lo que tienes, de lo que hayas podido comprar y cocinar, de las conversaciones que haya en la mesa y de las sonrisas de los críos en cada uno de los momentos navideños. Aunque estén manchados, se hayan caído tres copas, hayan saltado encima del sofá sin quitarse los zapatos y hayas limpiado la mesa aguantando los bostezos mientras los demás se lo pasaban bien.

Seguramente, tú también serás feliz al verlos felices. Y, además, tienes un comodín: cuando abras la nevera y te la encuentres llena de sobras que no hace falta cocinar experimentarás un momento mágico.

Feliz Navidad paternal a todos.

Y, por cierto, esos turrones que nadie se quiere comer y que de normal aguantan camuflados en un mueble hasta marzo, bien triturados dan para varios batidos que te alegran un domingo.

Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.

Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_