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Dos pueblos vecinos, pero solo uno mira al cielo

Cubelles tendrá la desaladora que debe salvarla de la emergencia por sequía que no atraviesa su localidad vecina de Cunit. Las tensiones por el agua se perfilan como gran tema de campaña

Dos mujeres pasean sobre un puente de Cubelles a la altura de la desembocadura del río Foix.
Dos mujeres pasean sobre un puente de Cubelles a la altura de la desembocadura del río Foix.Massimiliano Minocri
Carlos Garfella

El sol seca la tierra, todavía húmeda, que desprende un agradable olor a petricor. Ha ocurrido algo excepcional en Cubelles, el último pueblo al sur de la provincia de Barcelona: ayer llovió.

“Es increíble cómo ha subido el nivel. Hace dos días estaba seco. Por este río ahora casi nunca baja agua”, dice Àlex Noheda, regidor de Medio Ambiente, asomándose al renacer de un pequeño humedal que se conforma en la desembocadura del río Foix. Jaume, un joven espigado que trabaja como técnico ambiental, se acerca segundos después. Se dirige a un pequeño destrozo en una tubería de aguas fluviales que desemboca en la playa. Frente a él, dos vecinas contemplan los trabajos de los operarios mientras toman un café el día de Sant Jordi. Sobre la mesa, un primer tema de conversación: “¿Viste? Ayer llovió”.

Algo habitual en primavera, que del cielo caiga lluvia y del río baje agua, se ha convertido durante los últimos cuatro años en fenómeno paranormal en el Garraf, una de las comarcas catalanas más afectadas por la sequía más intensa desde que existen registros pluviométricos (1905). Desde febrero, el 80% de los catalanes —de las provincias de Girona y Barcelona— conviven con la declaración de emergencia por sequía, la más grave que recoge la ley catalana y que supone limitaciones domésticas (200 litros al día), industriales (un 25% de reducción) y agrícolas (hasta un 50%). Además, prohíbe regar jardines o llenar piscinas, entre otras medidas.

La histórica escasez hídrica ha puesto contra las cuerdas al Govern en minoría de ERC, abocado a hacer malabares para garantizar el consumo doméstico, sin hacer gripar ninguna de las tres poleas que impulsan la locomotora catalana: la industria, el sector primario y el turismo. De trasfondo, la llamada institucional a un ahorro generalizado bajo un lema distópico ‘El agua no cae del cielo’, y la promesa de que esta será la última gran crisis hídrica de Cataluña porque, en cinco años, la comunidad ya “no dependerá de las lluvias”. La tecnología al rescate en la era de la emergencia climática.

El cauce del río Foix en Cubelles.
El cauce del río Foix en Cubelles. Massimiliano Minocri

El regidor Noheda pertenece a Compromís municipal, la formación que gobierna los 16.000 habitantes de Cubelles, en coalición con el PSC y los comunes tras las elecciones de mayo de 2023. Ni un año en el cargo y ya baila con la sequía más fea. “Es impresionante cómo aprieta la presión turística. Muchos dicen estar a favor del medio ambiente, pero vienen aquí y quieren la piscina llena”, cuenta este biólogo. En su particular cruzada tecnológica contra la sequía, el regidor explica que este verano el Consistorio adquirirá un dron para controlar desde el cielo que los vecinos obedecen a la prohibición de llenar piscinas, un reto con dificultades: “Controlar esto es complicadísimo. Cubelles es un pueblo de segundas residencias. Si miras en Google Maps, verás la cantidad de casas con piscina repartidas por la montaña...”, explica. Noheda no deja de sorprenderse ante distintas actitudes: “Una comunidad de vecinos en primera línea de mar pretendía contratar una pequeña desaladora portátil privada para llenar su piscina. Tengo la sensación de que muchos ya viven de espaldas a la naturaleza...”, resume.

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Cubelles tendrá desaladora, pero esta no será pequeña ni portátil, y tampoco funcionará en 2024. Como un náufrago sediento, el resto de Cataluña mira al mar de este municipio residencial para saciar su sed. En las afueras de este municipio es donde está previsto que, para 2029, funcione la gran fábrica de agua que, en palabras del propio Govern, hará que Cataluña no dependa más de las lluvias.

En la imagen los terrenos donde se instalará la desaladora en las afueras de Cubelles.
En la imagen los terrenos donde se instalará la desaladora en las afueras de Cubelles.Massimiliano Minocri

Que Cubelles sea el lugar elegido para instalar la desaladora no es algo casual: es el último pueblo al sur de la provincia de Barcelona y el anteproyecto se diseñó en un principio para que la instalación también enviara agua desalada en dirección a Tarragona. Una conexión que, a juicio de los ecologistas, encubría una conexión con el sistema hidrológico del Ebro. “Un caballo de Troya”, según los activistas, para en un futuro poder bombear agua del río hacia Barcelona. El consejero de Acción Climática, David Mascort, aseguró a este diario en marzo que se había encargado personalmente de borrar del mapa esa conexión.

Cataluña es un mapa parcelado por sistemas hidrológicos y eso explica la kafkiana situación que se vive entre Cunit y Cubelles: los dos municipios comparten la misma playa, pero en un lado tienen agua y en el otro, no. En Cunit se pueden llenar piscinas y regar jardines sin restricciones. Pero a pocos metros, en Cubelles, estas actividades están prohibidas bajo amenaza de sanción. Una situación que puede causar tensiones por el agua, sobre todo en verano, admite una fuente técnica de la Generalitat.

La frontera invisible del agua encuentra su razón de ser en el Ebro. “El minitrasvase se termina aquí porque este es el primer pueblo de la provincia de Tarragona. Y ese el sistema hidrológico por el que nos regimos”, explica el homólogo de Noheda al otro lado de la playa. José Manuel Cabada (PSC), concejal de medio ambiente de Cunit, explica que el Ayuntamiento decidió aplicar medidas de ahorro “por sentido común” y “en solidaridad de sus vecinos de Cubelles”, a pesar de que en su municipio no hay declarada ninguna alerta por sequía. El Ayuntamiento ha reducido el riego municipal y ha inhabilitado las duchas de las playas: “No tendría sentido que en un lado de la playa pudieran usar agua y en el otro no. Hay unos mínimos que queríamos cumplir”, enfatiza.

Paseantes junto al río Foix a la altura de su desembocadura en Cubelles, el miércoles.
Paseantes junto al río Foix a la altura de su desembocadura en Cubelles, el miércoles. Massimiliano Minocri

Esa frontera ficticia es una muestra de la gigantesca obra civil que vertebra Cataluña bajo tierra. Un esqueleto de tubos, estaciones de bombeo, depuradoras, plantas regeneradoras, desaladoras y presas que bombean de un lado a otro millones de litros a diario para regar campos, echar a andar las fábricas y llenar las piscinas de una costa llena de turistas. Y por las tripas, emerge la otra cara: embalses secos, ríos llenos de obstáculos artificiales y la mitad de los acuíferos del territorio contaminados, según datos del propio Govern.

Llamadas a levantar el acelerador

La grave sequía ha hecho crecer las voces que piden un “decrecimiento” de la economía, como limitar el turismo. Las protestas las ha capitaneado el movimiento Aigua és Vida, que aglutina asociaciones ecologistas y sociales. Su cara más visible es la de Dante Maschio (28 años) quien ha logrado colocar sus mensajes en los medios para tratar de influir en la política del Govern presionando, por ejemplo, para que se opusiera tajantemente a otra política de trasvases. “No esperábamos llegar a esta gran sequía. Son 43 meses, cuando la de 2008 duró 18. Aunque nosotros llevábamos alertando desde hace años que podíamos llegar a esta situación, y advertíamos de que se tenían que priorizar usos del agua”, recuerda Maschio.

El paseo marítimo de Cubelles este miércoles.
El paseo marítimo de Cubelles este miércoles. Massimiliano Minocri

¿Marcará un antes y un después esta sequía en las presentes y futuras generaciones? Maschio responde: “Tengo amigas que tienen hijos de tres años que apenas han visto llover en su corta vida. Cuando cae agua del cielo, lo viven como algo nuevo, como una auténtica fiesta… todo deja imprenta”. Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas), opina por su parte que la crisis hídrica puede ser una oportunidad para frenar las pérdidas por las fugas de agua― Cubelles pierde el 40% de su suministro―. “Hay que crear urgentemente planes provinciales de los servicios de agua y un plan de choque de reducción de pérdidas”, reclama.

El catedrático en Geografía Física de la Universidad de Barcelona Javier Martín Vide nota una sensibilidad creciente en la ciudadanía, algo que ya ocurrió en la gran sequía de 2008, cuando los barceloneses redujeron su consumo de agua en 29 litros de media diarios (de 135 a 106). En el último año, el consumo ha bajado otro 10%. Según los datos del último CIS catalán, la sequía se ha convertido en la primera preocupación de los ciudadanos. La emergencia climática será una de las cuestiones de la campaña para las elecciones catalanas del 12-M. “La sequía ha traspasado fronteras. Había semanas en las que cada día me llamaban medios de comunicación de distintos países para preguntar sobre la situación de Barcelona. Veo inquietud en mi entorno, en los pasillos, en los ascensores. A diario. La gente habla de que ya no llueve. La situación es tan grave que hay quienes incluso ya hablan en pasado. Dicen: ‘Antes, cuando sí llovía”.

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Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.
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