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Gas, exportaciones y migración: España y Argelia, una relación más allá de la vecindad

La visita de Albares a Argel, suspendida a última hora del domingo, aplaza asuntos cruciales entre ambos países. Los empresarios confían en que la relación comercial se recuperará independientemente del viaje

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, con el presidente de Argelia, Abdelmayid Tebún, durante su última visita a Argel, en octubre de 2021, en una imagen cedida por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, con el presidente de Argelia, Abdelmayid Tebún, durante su última visita a Argel, en octubre de 2021, en una imagen cedida por el Ministerio de Asuntos Exteriores.MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES (Europa Press)

Viajes como el que pensaba hacer este lunes el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, a Argelia se preparan al detalle y con semanas de antelación. La visita simbolizaba un nuevo comienzo una vez superada al crisis diplomática que provocó el respaldo español a las posiciones marroquíes para el Sáhara Occidental. El deshielo tras un periodo de tensión que se desató hace ya 20 meses. Pero a última hora del domingo, a menos de 12 horas de que despegase el avión que llevaría al ministro, su equipo y un grupo de periodistas a Argel, el viaje se truncó. La causa, según la explicación oficial española, fueron “motivos de agenda argelina”. En concreto, según explicaron fuentes diplomáticas, Albares tenía previsto un encuentro con el presidente Abdelmajid Tebún, pero este se suspendió. Y con él, el viaje, que ha sido aplazado a una fecha aún sin concretar.

En el ministerio de Exteriores aseguran que el viaje se reanudará, aunque, mientras, quedan pendientes algunos asuntos que son cruciales para ambos países. Argelia, aliado de los saharauis y rival de Marruecos, retiró a su embajador en Madrid cuando se hizo pública la carta en la que Pedro Sánchez remitió al rey de Marruecos, Mohamed VI, el 14 de marzo de 2022. En ella afirmaba que España consideraba la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara como “la base más seria, creíble y realista”.

En una respuesta escalada, Argel congeló las operaciones comerciales con España, redujo conexiones aéreas y dejó de aceptar el retorno de sus nacionales que emigran a España de forma irregular. Seis meses antes, en plena crisis diplomática con Marruecos, las autoridades argelinas habían suspendido uno de los dos gasoductos que llevaban este combustible a la Península —el que atraviesa el país vecino—, fiando todo el flujo al Medgaz, que conecta la costa argelina con Almería.

Aunque las relaciones ya venían estrechándose en los últimos meses, la visita suponía, al menos para los empresarios españoles, un paso importante para normalizar los intercambios comerciales. Las exportaciones a Argelia han sufrido un batacazo desde el comienzo de la crisis diplomática. Entre enero y noviembre de 2023, apenas alcanzaron los 278 millones de euros, frente a los 2.900 millones de 2019, antes de que la pandemia y el desencuentro alterasen los registros. Por otro lado, las importaciones —basadas sobre todo en la venta de gas— casi alcanzaron 5.800 millones de euros, frente a los 3.800 millones de 2019, un alza que se explicaría por el brutal aumento del precio de este combustible a raíz de la invasión rusa de Ucrania.

A pesar del aplazamiento, los empresarios españoles, sin embargo, confían en un “desbloqueo progresivo” antes del Ramadán, que comenzará el próximo 10 de marzo, independientemente de la escenificación política. Será para aquellos productos que más necesite Argelia, como ya ha ocurrido con las exportaciones de productos avícolas y la carne roja, muy demandados en la ruptura del ayuno, al anochecer, durante el mes sagrado de los musulmanes. “Argelia está mandando un mensaje de que las cosas deben hacerse poco a poco, de que se abrirá una nueva página, pero que ya no será como antes”, mantiene Djamal Eddine Bouadallah, presidente del Círculo de Comercio e Industria Hispano-Argelino. “Porque la Argelia de 2019 no es la de 2024. Es un país que quiere crecer, desarrollar su industria, y va a poner todos sus medios para ello. Y esto, está claro, tiene una incidencia en sus relaciones diplomáticas”, añade. “En cualquier caso, creo que Argel quiere recuperar el intercambio económico, que se debe resolver esa cuestión, y luego ya se verá a nivel político”.

Otra cuestión será si Argelia vuelve a colaborar más intensamente en otros ámbitos como la lucha contra la inmigración irregular. A diferencia de lo que ha ocurrido con Marruecos cuando ha tensado sus relaciones con España, Argel no ha usado la inmigración como respuesta. De hecho, la llegada irregular de argelinos a costas españolas ha mantenido una tendencia a la baja. Pero hay una cuestión que es de suma importancia para el Ministerio del Interior, que Argelia vuelva a aceptar el retorno de sus emigrantes irregulares. Tradicionalmente, el país ha aceptado la devolución de cientos de argelinos que cada año eran transportados en ferris que salían de Alicante y Almería, unas operaciones que se cancelaron con la crisis y cuyo número en 2023 (menos de una veintena) fue anecdótico.

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Revisión de precios del gas

Por su parte, la exportación de gas lleva décadas jugando un papel esencial en la relación bilateral entre España y Argelia. Un vínculo que, lejos de menguar, ha cobrado especial relevancia en los últimos años, a raíz de la crisis energética. Casi el 30% del gas consumido en 2023 procedió del país norteafricano, el único productor desde donde llega combustible por tubo: el resto de las importaciones son en buque.

La energética española Naturgy (la antigua Gas Natural Fenosa) y la gasista estatal argelina Sonatrach mantienen desde hace dos décadas un acuerdo de compraventa del gas natural que viaja a través del Medgaz, que entra a España por la costa almeriense y que, tras el cierre, por decisión de Argel, del Magreb-Europa, que conectaba ambos países vía Marruecos, es el único activo entre África y la península Ibérica. Ese contrato garantiza el suministro hasta 2030, pero la negociación de los precios se hace año a año, casi siempre a ejercicio vencido. En octubre del año pasado, ambas empresas llegaron a un acuerdo para 2022, con una sustancial —aunque no cuantificada— revisión al alza.

Este año, la negociación de precios —que discurre en paralelo a la relación diplomática, aunque las conexiones entre ambas son más que evidentes— aún no ha concluido. Todo, a pesar de que el periodo de aplicación era para 2023, ya concluido. En ese retraso ha influido, además, el relevo en la jefatura de Sonatrach, con el aterrizaje a principios de octubre Rachid Hachichi al puesto de consejero delegado.

El presidente de Naturgy, Francisco Reynés, viajó a Argel tres semanas después para reunirse tanto con Hachichi como con el ministro de Energía y Minas del país magrebí, Mohamed Arkab. “Hay una voluntad de acercar posiciones, y de encontrar una solución pronta y colaborar”, subrayaban entonces las fuentes consultadas por EL PAÍS. Casi cuatro meses después, sin embargo, el acuerdo de precios para el año pasado y el próximo sigue en el aire. La reciente caída en el precio del gas en los mercados internacionales, sin embargo, invita a pensar en una cierta moderación tras varias revisiones al alza.

La relación económica —y, muy particularmente, energética— entre Argelia y España es de mutua dependencia. El primero tiene pocas alternativas para dar salida a su gas al margen de Italia y de España, dada la escasa capacidad de sus trenes de licuefacción —el proceso para pasarlo de estado gaseoso a líquido, para posteriormente transportarlo por barco—. Por ambos tubos sale el grueso del gas que exporta. Argelia, por su parte, juega un papel esencial para la seguridad energética de España. Pese a contar con una de las mayores capacidades de regasificación de Europa, casi la cuarta parte de las importaciones de gas siguen fluyendo a través del Megaz. Con un valor añadido: el coste del gas que llega por tubo es, por definición —no requiere de ningún procesamiento, más allá de su inyección en el ducto—, inferior al que viaja por barco. Una ventaja competitiva a la que, aún más desde el cerrojazo, nadie quiere hoy renunciar.

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