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La sequía pone en jaque al turismo de la Costa del Sol

El potente sector malagueño se prepara para un verano en el que pretende superar su récord de 14 millones de visitantes mientras 250.000 personas sufren ya restricciones en la provincia

Turistas en una playa de Málaga, el 27 de enero de 2024.
Turistas en una playa de Málaga, el 27 de enero de 2024.Carlos Diaz (EFE)

La Costa del Sol afronta este 2024 un año paradójico. Por un lado, busca superar los 14 millones de turistas que llegaron en 2023, su récord histórico. Por otro, no dispone de agua ni para su población. Los datos indican que unas 250.000 personas del litoral de Málaga ya tienen restricciones, de las que 100.000 sufren cortes nocturnos en 15 municipios. Y, claro, surgen las preguntas. ¿Se podrá atender al turismo? ¿Seguirán llegando viajeros? ¿Aceptarán no poder ducharse a ciertas horas o que la piscina de la casa de alquiler esté vacía? Las dudas sobrevuelan a un sector que afronta un verano espinoso y que es indispensable para la economía malagueña: durante el año pasado creó más de 128.000 empleos y dejó más de 19.000 millones de ingresos, según los datos de la Diputación provincial. La incertidumbre rodea a una zona sedienta de turistas, pero que se atraganta ante la persistente falta de lluvia.

Enrique Navarro, director del Instituto Andaluz de Turismo en su sede malagueña, explica que el consumo de agua turístico varía mucho según el tipo de alojamiento. Las cifras más bajas corresponden a hoteles de una o dos estrellas y las más altas a los de lujo, que cuentan con piscinas, spas o grandes jardines. Hay pocos estudios con datos concretos, pero en la Universidad de Baleares aprovecharon la pandemia para analizar la demanda de los residentes en las islas. Lo compararon con años de turismo y calcularon así el gasto de los visitantes: hay municipios donde apenas el 40% es consumido por residentes. Los cálculos de la investigación indican que en un hotel de cinco estrellas cada persona gasta unos 500 litros al día, “pero pueden ser incluso 700″, explica el profesor Cels García, catedrático de Geografía Física de dicha universidad, quien señala que en un tres o cuatro estrellas baja hasta rondar los 300 litros por día. Sea como sea, el consumo medio de un turista siempre es mayor que el de la población local. Según el Instituto Nacional de Estadística, cada habitante de España gasta 133 litros diarios de media, a los que sumar un 25% más por las pérdidas en la red de abastecimiento.

Los datos de Acosol, la empresa pública de aguas de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental, también indican que la demanda de agua se triplica e incluso cuadriplica en verano respecto al invierno de la mano del turismo. Según la red Hidrosur, el nivel de los pantanos malagueños ha bajado en 130 hectómetros cúbicos en el último año. Les quedan solo 95. A pesar de los esfuerzos públicos por impulsar la regeneración en las depuradoras, hay una cuestión importante que hacerse: ¿Habrá agua para todos este verano si no llueve? “Quienes vengan tendrán que adaptarse a lo que se encuentren y ser respetuosos con la situación del territorio. Sería una locura que hubiera agua para los turistas y no para la población local”, afirma Antonio Guevara, decano de la facultad de Turismo de la universidad malagueña.

Turistas de crucero en el Teatro Romano de Málaga en octubre de 2023.
Turistas de crucero en el Teatro Romano de Málaga en octubre de 2023. García-Santos (El Pais)

Todos los municipios del litoral han implantado ya restricciones, así que los hoteles estudian ya iniciativas para ahorrar agua. Hay de todo. Desde no facilitar el tapón de las bañeras para evitar que el turista se pueda dar un baño hasta disminuir la presión de las duchas. También se analiza la posibilidad de asignar una serie de litros a cada habitación o sustituir las zonas de césped por zonas verdes de plantas autóctonas que necesiten poco riego. El sector trabaja sobre el peor de los escenarios, aunque espera no verse obligado a implantar ninguna de estas u otras medidas. Las previsiones de lluvia ayudan poco. Si 2023 fue el año más seco en Málaga desde que hay registros (1961) con apenas 218 litros por metro cuadrado (según Aemet), este 2024 ha arrancado igual. Las precipitaciones pasan de largo. Y sin ellas el turismo se tambalea. “Podemos pasar de tener el mejor año de la historia a tener uno muy malo”, avisó hace unas semanas el presidente de Turismo Costa del Sol, Francisco Salado.

El sector, de momento, lanza un mensaje de tranquilidad. “El verano será de normalidad”, señaló este lunes José Luque, presidente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), que subrayó: “Agua para las personas no va a faltar”. “Hay buenas sensaciones: este año se ve con ambición”, insistía a EL PAÍS el máximo responsable de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía, Carlos Pérez-Lanzac para quien la sequía “es un tema delicado”. “El impacto que tenga dependerá de las medidas que se tomen y cómo afecten a los visitantes. Y para ello hay que reaccionar de manera urgente para contar con las infraestructuras necesarias”, asegura. Los empresarios no son demasiado optimistas ahí porque creen que la falta de previsión desde las administraciones públicas es “un despropósito”, como afirmó Luque. La Junta de Andalucía —que advirtió en enero de restricciones en las grandes capitales en verano si no llovía antes durante 30 días seguidos— acaba de lanzar su cuarto decreto contra la sequía y busca soluciones de urgencia como la instalación de desaladoras portátiles en distintos puntos de la costa malagueña o el transporte de barcos con agua desde Murcia hasta el puerto de la capital. Todavía no hay fechas, pero Arturo Bernal, consejero de Turismo, muestra seguridad: “No va a haber problemas”.

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Nadie duda de que al turismo hay que mimarlo por lo que aporta a nivel de empleo e ingresos, pero hay quien pide sentido común. “El discurso roza a veces la paranoia: queremos seguir batiendo récords turísticos cuando no tenemos agua ni para nosotros y estamos pensando en traer agua en barco”, resume José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga. “Hace años que venimos consumiendo más agua de la que teníamos, pero ha tenido que venir una sequía especialmente prolongada e intensa para darnos cuenta. Y como se produce sobre esa situación de déficit hídrico, pues los embalses están muy por debajo de lo que debieran”, insiste el especialista (están al 15,3% de su capacidad, de media, en la provincia). Ruiz Sinoga señala no solo al sector turístico, también a la agricultura, que lleva años cambiando las tradicionales plantaciones de secano por regadío. Y no solo en la Axarquía, donde almendros y olivos han sido sustituidos por mangos y aguacates, frutas que atraviesan su particular vía crucis con la caída del 80% de la producción debido a la falta de agua; también en áreas como Antequera, donde el olivar se cultiva ahora en intensivo y se riega con tuberías. “Es un error de manual”, insiste el experto, que acumula tres décadas analizando las dinámicas del cambio climático y advirtiendo de lo que podía ocurrir, como finalmente ha ocurrido.

El catedrático no entiende, además, cómo los municipios con problemas de abastecimiento se niegan a implantar la tasa turística —como ya hacen Cataluña o Baleares e intentó la Comunidad Valenciana hasta su derogación por el nuevo gobierno autonómico— para, por ejemplo, financiar las infraestructuras hídricas necesarias. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, le ha abierto la puerta, pero siempre ha subrayado que es competencia autonómica dejarla entrar. Y la Junta de Andalucía dice que lo deja en manos del sector turístico, al que prefiere no enfrentarse consciente de su fuerza. “No tiene sentido someter al territorio, ya sean sus recursos o su población, a tal nivel de estrés hídrico por la llegada de más turistas. Con menos visitantes, pero haciéndolo bien, sería mucho mejor para todos”, concluye Juan Ignacio Pulido, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Jaén.

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