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Jakub Józef Orliński, contratenor: “Estoy feliz tras las últimas elecciones en Polonia, hemos salido de algo parecido a la Edad Media”

Es el último fenómeno de la ópera mundial y la música barroca. Fue modelo en su época de estudiante. Tiene carisma y descaro. El polaco aúna, con naturalidad en escena, el rigor del canto como contratenor y la acrobática espontaneidad del ‘breakdance’ para arrastrar al público más joven

Jakub Józef Orliński
Jakub Józef Orliński, retratado en Varsovia.Anna Liminowicz (Contacto)
Jesús Ruiz Mantilla

La nueva estrella de la ópera mundial aparece con gorro, plumas abultado y zapatillas deportivas con suela verde fosforito en mitad de la nieve. Alumbra con una bienvenida en medio de la calle y una sonrisa expansiva la mañana gris que cae plomiza y fría sobre la entrada del imponente y laberíntico Teatro Nacional de Varsovia. Un edificio situado en el centro de la ciudad donde nació, vive y se ha formado desde pequeño. Hoy, con 33 años, Jakub Józef Orliński raramente la pisa. Anda entregado a sus giras y los montajes donde participa este contratenor que llena de público joven sus conciertos barrocos, con el poder sobre las tablas que le ha dado ser modelo, e irrita a algunos puristas cuando, naturalmente, encuentra el puente en escena que une sus dos pasiones: el canto y el breakdance. Solo cuando le sale, se marca sus acrobacias. “No soy un mono de feria”, dice, “debe estar justificado”. Entonces, el baile y alguna pirueta fluyen junto a su voz fresca y versátil, entrenada desde niño en el coro Gregoriano de la capital polaca.

Pregunten por Orliński a quien le haya visto en vivo. A aquellos que han sentido su frescura y su carisma. A los que, en cualquier parte, hayan disfrutado de su canto purificador, con una tremenda capacidad de arrastre. Son cualidades ya probadas en quien ha luchado por llegar a la cima bien formado, entrenado y con un equilibrio entre la madurez y el entusiasmo. Dos factores que le empujan hacia la búsqueda de nuevas formas dentro de su campo barroco para seducir a un público entregado, pero sediento de nuevos alicientes.

“Busco la naturalidad, no la perfección. Hasta el punto de que, a veces, me siento mejor dentro que fuera del escenario”. Puede que así logre esa transmisión de emociones que lo acercan al sentido de su misión como artista. Para que todo funcione, dice Orliński, juegan su papel factores externos: “El público, que cumple contigo una tarea mutua”. O el espacio, también. El cantante es consciente de ello porque el día que creyó intuir su destino, el lugar donde estaba se reveló como fundamental. “Fue en la catedral de Colonia, en Alemania, donde fuimos a cantar con el coro”. El sonido entre las paredes de aquel templo gótico de más de 150 metros de altura y con un volumen de casi 8.000 metros cuadrados le impactó. “Hasta el punto de que mi primer disco, Anima sacra, está inspirado en esa experiencia”.

“Tengo carácter acrobático, pero no soy una atracción de circo”, dice Jakub Józef Orliński.
“Tengo carácter acrobático, pero no soy una atracción de circo”, dice Jakub Józef Orliński.Anna Liminowicz (Contacto)

La arquitectura le atraía desde niño por su abuelo, que la ejerció. Orliński creció en un ambiente artístico, con unos padres pintores, además. La fusión entre arte, música y espacio le subyugó. “Comprendí lo que significaba la grandeza espiritual dentro de esa dimensión. Quizás ahí empieza todo, en mi caso, como una revelación para seguir un camino determinado. No tiene que ver, por otra parte, con un dios católico, más bien con una trascendencia que nos habla a todos de una fe liberadora. La que impulsa a romper cadenas, no a atarnos”.

Antes había sido niño del coro con voz de contralto en un grupo que le cambió la vida. “Entré con ocho años y estuve allí hasta los 21″. Infancia y adolescencia. La primera, una época feliz sin turbulencias. La segunda, con sus conflictos. “Era como una segunda casa. La experiencia en el coro me transformó, no solo me enseñaron mi vocación, sino algo tan importante como el placer de interpretar música por el gusto de hacerlo, sin más aspiraciones que esa”. Así lo ha asimilado hoy. Pero cuando fue cumpliendo 15, 16 años, en plena edad del pavo, no todo encajaba tan bien. Rodeado de amigos deportistas y una testosterona sin encauzar del todo, se sentía raro. Le daba apuro contárselo a sus colegas en el instituto. “No fue fácil. No los invitaba a los conciertos. Me daba miedo producir rechazo. Ellos jugaban al baloncesto, al tenis, a videojuegos… Yo también, pero estaba seguro de que mi manera de cantar, cuando me cambió la voz y elegí ser contratenor, en plan castrato, no les iba a molar. Temía que se rieran de mí”, recuerda.

Entonces descubrió el breakdance. Una válvula de escape, en apariencia dispar, pero que se convirtió sin embargo en una vía intermedia y muy motivadora. “Eso me salvó, me dio confianza, ahí podía demostrar mis destrezas”. Se trata de una cultura muy abierta, admite a todo el mundo, asegura Orliński. “La manera de escenificar el rito, en círculos, el hecho de que debas convertir ese espacio de exhibición en algo tuyo requiere seguridad. Solo la transmites si te sientes bien contigo. Por tanto, esa experiencia de la cultura callejera y corrientes como el hip hop me ayudan mucho en mi canto barroco. Mi círculo ahí es el escenario”, afirma.

El breakdance lo espoleó hacia su espacio barroco. Así que Orliński sabe cómo unir puntos, para muchos, radicalmente opuestos. Algo que denota una característica fundamental en él, como asegura Giulio D’Alessio, director y viola de la formación Il Pomo d’Oro. “Su originalidad”, comenta el músico italiano. “Para nosotros, es un artista especial, por eso y por su creatividad, lo disfrutamos mucho. Y es capaz de arrastrar a mucha gente joven a conciertos de música clásica o barroca”, añade.

Antes de salir a escena, como aquí en Bolonia en 2022, evita leer noticias, pero Orliński es un artista comprometido, como muestra su lazo con la bandera de Ucrania.
Antes de salir a escena, como aquí en Bolonia en 2022, evita leer noticias, pero Orliński es un artista comprometido, como muestra su lazo con la bandera de Ucrania.Roberto Serra (Iguana Press/Gett

Junto al grupo, Orliński ha grabado ya cuatro de sus seis discos para el sello Erato: los dos primeros, Anima sacra, Facce d’amore; Anima aeterna, y Beyond, el último. “Queremos seguir colaborando con él después de estas cuatro grabaciones y cientos de conciertos por todo el mundo”, como los realizados la pasada semana en el Festival de Canarias, afirma D’Alessio y antes de que recale en Madrid el 20 de febrero con Michal Biel.

La propia conciencia de cantante en Orliński supuso un camino de elecciones acertadas y tropiezos. Estos últimos, no lo suficientemente duros como para tumbarlo. “Soy una persona decidida”, asegura. Su primer gran dilema surgió cuando le cambió la voz. “De niño cantaba como contralto y soprano, el cambio vino muy suavemente y llegó con un tono adecuado para un bajo barítono. Pero me parecía que debía intentar cantar más agudo”. Orliński no sabía lo que era un contratenor. Entró a un taller y el profesor le dijo que podía llegar a serlo. No se lo tomó entonces muy bien: “¿Qué pasa? ¿Quiere ofenderme? Esa voz… Pero rápidamente nos convenció con discos de Philippe Jaroussky, David Daniels o Andreas Scholl, mi favorito. Me abrió un mundo”.

Comenzó a estudiar seriamente. Necesitaba tiempo y dinero. “Le pedí a un profesor posar como modelo en las clases de dibujo y esos ratos muertos los aprovechaba para estudiar música”. Empezó a recibir clases con Ewa Komorowska. Ella le preparó para los exámenes de entrada para la Universidad Fryderyk Chopin. Después se puso en manos de otra maestra fundamental, la mezzo Anna Radziejewska. “Me enseñó muchísimo, sobre todo a entrenar por mí mismo. Resultaba dura, no te alababa; cuando lograbas el objetivo, pasaba al siguiente, y al aproximarse los exámenes, te reforzaba la confianza”.

Luchar por mantener esa confianza le ha costado. Hoy recuerda el periodo en que quiso seguir formándose en Estados Unidos. Se lo aconsejó su mentor, Eytan Pessen. El Instituto Curtis, en Filadelfia, era el objetivo. Llegó hasta el final de las pruebas. “Fui, me gasté los ahorros que había conseguido trabajando como modelo”. No le eligieron. La segunda opción era Juilliard, en Nueva York. Ahí quedó también seleccionado, pero en la última prueba tampoco le admitieron. Protestó y entró.

Ya no le quedaba dinero, apenas. “Me alimenté de plátanos y mantequilla de cacahuete una temporada larga”. Le habían prometido una beca completa y solo le otorgaron media. Se buscó por sí mismo una Fulbright que le cubrió todos los gastos. De la escuela a su apartamento en Washington Heights supo lo que conlleva la experiencia del artista en la ciudad que amenaza con devorarlo y lo único de lo que dispone para no ser engullido es un sueño y mucha voluntad. Naturalmente, el breakdance le ayudó… “Nunca me deprimí, si veo obstácu­los no me estrello. O bien los rodeo, hago un agujero debajo o salto por encima y los traspaso, busco soluciones. Detesto cuando alguien me dice que no puedo hacer algo. Me cabrea muchísimo y me empeño en demostrar que soy capaz de acometerlo mucho mejor de lo que yo mismo creo”. Al mismo tiempo, sabe calibrar sus defectos. “A veces sueno como un pollo sin cabeza, de acuerdo, pero motivación no me falta nunca”.

Jakub Józef Orliński, en exterior del Teatro Nacional de Varsovia, la ciudad en la que nació y vive esta estrella mundial de la ópera barroca.
Jakub Józef Orliński, en exterior del Teatro Nacional de Varsovia, la ciudad en la que nació y vive esta estrella mundial de la ópera barroca.Anna Liminowicz (Contacto)

Con esa mentalidad a favor, nada más salir de Juilliard, llegó la etapa de los concursos. Ganó tres, entre ellos, el del Metropolitan en 2016, todos en Nueva York. Después de superar aquellas pruebas, con una seguridad bien armada, apareció su primera gran oportunidad en el festival de Aix-en-Provence (Francia), uno de los más prestigiosos del mundo. Fue en 2017, el año de su despegue mundial. Allí le ofrecieron un papel en la ópera Erismena, de Francesco Cavalli, junto al director argentino Leonardo García-Alarcón, que lo recuerda: “Desde el primer momento que lo vi supe que iba a hacer una gran carrera”, asegura este músico y profesor del conservatorio de Ginebra. “Se trata de un artista frontal, de esos que establecen una comunicación instantánea con el público como muy pocos, con gran sensibilidad para la armonía y la melodía”, afirma.

Por entonces, Orliński ya disponía de varias herramientas sólidas. La primera, adquirida en su niñez, dentro del coro: “Aprendes a escuchar y reaccionar para cuajar y entrelazarte, adaptar tu sonido a otros para unificarlo en conjunto. Cosas que provienen de aquellos años de aprendizaje en el coro”. Es algo que rápidamente percibió en él García-Alarcón también: “Su capacidad de escucha respecto al resto es algo excepcional. Si a eso le agregas su físico y su talento rítmico, a la hora de montar una ópera es fantástico”, afirma el músico argentino.

Su aspecto acrobático funcionó tanto para él como para quien quiso sacarle partido en cualquier espec­tácu­lo. “Bailar me hace feliz y me mantiene en forma. Lo adapto al barroco, sí, pero eso surgió por casualidad. La gente lo acepta porque el público es joven, aunque sé que a muchos otros les repugna. Para mí es orgánico, simplemente lo hago si me surge: bailo, salto, según me sale. Tengo carácter acrobático, pero no soy una atracción de circo. Si un director de escena me lo pide, lo tiene que justificar, darme un porqué”.

A eso también une otro factor, su antiguo oficio de modelo, al que se podría haber dedicado más allá de servirle para la mera supervivencia cuando estudiaba. “Lo probé cuando estaba muy desesperado económicamente. Y ahora, a veces me lo piden. Si me lo proponen, para mí es fácil”. Y así ha llegado a ser portada de revistas como Elle o Vogue, aparte de merecer un artículo en The Newyorker. Eso le aporta su porción de popularidad y fenómeno fan. Sobre todo, en su país, Polonia, donde se siente más a gusto después de las últimas elecciones del pasado octubre. Las urnas apartaron del poder al partido ultraconservador Ley y Justicia y proclamaron vencedora a la Coalición Cívica del europeísta Donald Tusk. “Estoy feliz. Ojalá el resultado traiga un nuevo cambio y frescura. Hemos salido de algo parecido a la Edad Media. Me frustraba no poder hacer ciertas cosas, me angustiaba”. También azuzaba su curiosidad: “Me gusta saber en todos los países a los que voy qué se cuece, es bueno construir puentes. La música puede entretenernos, pero también formarnos y transformarnos. Creo que se trata de un arte que repele la doctrina y busca el diálogo y el entendimiento”, afirma.

 Jakub Józef Orliński, posa en el hall del Teatro Nacional de Varsovia, la ciudad en la que nació y vive esta estrella mundial de la ópera barroca.
Jakub Józef Orliński, posa en el hall del Teatro Nacional de Varsovia, la ciudad en la que nació y vive esta estrella mundial de la ópera barroca.Anna Liminowicz (Contacto)

El nuevo panorama le alivia. “Me alegro sobre todo por la gente joven, que lo ha luchado, que hizo colas de cinco horas para votar. Considero crucial que sepamos hacer uso de nuestros derechos y poderes como ciudadanos para cambiar las cosas, enterarnos y evitar ser manipulados”. Aunque nunca antes de salir a escena. En ese momento evita cualquier contacto con algo que ensombrezca su ánimo. “Antes de saltar ante el público procuro no leer las noticias porque puedo venirme abajo tal y como está el mundo. Preguntarme: ‘¿Para qué entretener a alguien cuando ocurren cosas horribles?’. Me gusta transmitir belleza y esperanza ante historias trágicas. Creo que es mi deber. Luchas con eso, te posicionas. Soy muy empático y procuro trasladar cierta felicidad en medio de tanto desastre”.

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Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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