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En casa de Nicoletta Negrini, la embajadora de la cocina italiana en España

Heredera de la familia que inventó la mortadela con trufa, se instaló en Madrid a finales de los noventa. La empresaria ha sido incluida en la lista de las 100 mujeres más influyentes del país

El salón de  la casa de Negrini. Las dos obras son de José María Sicilia; la de la izquierda representa el proceso artesanal de la mortadela. La alfombra, diseño de la arquitecta Teresa Sapey, representa la receta de los tortellini de la madre de Nicoletta. Sobre la consola, también de Sapey, una escultura de un montón de ajos.
El salón de la casa de Negrini. Las dos obras son de José María Sicilia; la de la izquierda representa el proceso artesanal de la mortadela. La alfombra, diseño de la arquitecta Teresa Sapey, representa la receta de los tortellini de la madre de Nicoletta. Sobre la consola, también de Sapey, una escultura de un montón de ajos.

La primera vez que Nicoletta Negrini estuvo en España fue en 1986. Tenía veintipocos años y vino como Sophia Loren en aquella película de Mario Monicelli llamada Mortadella, con una enorme debajo del brazo. Literalmente. “Pero con mortadella con doble ele, a la italiana”, recuerda. La misión que le había encomendado su padre, fundador junto a su abuelo en 1955 de la fábrica de embutidos Negrini, era desembarcar en el mercado español. “Yo estaba recién licenciada cum laude en Economía y Comercio y mi padre decidió que era la persona adecuada para abrir este mercado: me gustaba mucho veranear en las islas Baleares y sabía cuatro palabras de español”, recuerda entre risas. Lo que se encontró fue un desconocimiento absoluto de la gastronomía de su país. “Había un solo restaurante italiano en todo Madrid”, recuerda. “Para los españoles, la mortadela era una salchicha rosa con muchos colorantes. ¡Grasa pintada de pink!”.

Nicoletta Negrini, en la cocina, centro neurálgico de la casa, prepara un aperitivo con algunas de las exquisiteces de los productos de su línea de embutidos italianos. Sillas de Kartell.
Nicoletta Negrini, en la cocina, centro neurálgico de la casa, prepara un aperitivo con algunas de las exquisiteces de los productos de su línea de embutidos italianos. Sillas de Kartell.
En el recibidor, tres de las grandes pasiones de Negrini. El estampado clásico de Fornasetti. Una de las máquinas de cortar mortadela que colecciona con una placa metálica, diseño de Sapey, que alude al fiambre en cuestión. La alfombra, diseño de Teresa Sapey, con motivo de tortellini.
En el recibidor, tres de las grandes pasiones de Negrini. El estampado clásico de Fornasetti. Una de las máquinas de cortar mortadela que colecciona con una placa metálica, diseño de Sapey, que alude al fiambre en cuestión. La alfombra, diseño de Teresa Sapey, con motivo de tortellini.

Le costó no poco introducir el producto y hacer pedagogía. Recuerda que, en aquellos albores tratando de dar a conocer sus orígenes culinarios, la llamaron, horrorizados, desde un prestigioso restaurante: habían recibido una bolsa con algo flotando. Era mozzarella, claro, pero en aquel momento por aquí solo se había visto en barra. Para tratar de romper tanto prejuicio, a Negrini se le ocurrió la feliz idea por la que es reconocida hoy internacionalmente: “No se entendía que nuestra mortadela costara cuatro o cinco veces más que cualquier otra. ¡Pero es que está hecha con carne magra de cerdo! ¡Es de altísima calidad! Así que decidí meterle trufa. Nadie echaría a perder un producto tan caro como la trufa si no fuera en otro igual de exquisito”. El resultado funcionó tan bien que hoy Nicoletta Negrini es considerada embajadora oficiosa de Italia en España. “El embajador italiano siempre me dice que la verdadera diplomática soy yo, que ellos duran cuatro años, pero que yo me quedo”.

El dormitorio principal muestra los tonos que imperan en la casa: blancos y ocres, con alguna concesión al azul.
El dormitorio principal muestra los tonos que imperan en la casa: blancos y ocres, con alguna concesión al azul.
Detalle del comedor, con un armarito chino comprado en el Rastro madrileño reconvertido en mueble bar. Sobre él, una piña blanca de cerámica siciliana que es un icono de buena suerte en Italia. La mesa y la lámpara son de Kartell.
Detalle del comedor, con un armarito chino comprado en el Rastro madrileño reconvertido en mueble bar. Sobre él, una piña blanca de cerámica siciliana que es un icono de buena suerte en Italia. La mesa y la lámpara son de Kartell.

Negrini se instaló definitivamente en Madrid a finales de los noventa. Por el camino ha abierto la Academia del Gusto, una escuela de cocina italiana con una tienda gourmet, santo y seña de lo italiano en Madrid. Y, desde hace un par de años, vive en esta casa, frente al Retiro, en la que es vecina (puerta con puerta) de su íntima amiga la arquitecta e interiorista también italiana Teresa Sapey, responsable en última instancia de que Nicoletta se mudara de su piso de Gran Vía. “Ella quería un ático con terraza, pero le cambié la terraza por las vistas”, dice Sapey. “Tener el Retiro casi como jardín particular no tiene precio. Y desde aquí, disfrutamos de la sinfonía de colores de los cambios de estación”. El proyecto de interiorismo fue realizado por las dos amigas. Negrini quería una casa atemporal, nada pretenciosa, elegante y con colores naturales. Pero, sobre todo, una casa que transmitiera paz y que hablara de su historia. Por eso, las alfombras tienen estampados tortellinis o la receta de la mamma. Por eso, una de las obras que preside el salón, de José María Sicilia, cuenta el proceso de fabricación de la mortadela. Por eso, una de las piezas que reciben al visitante es una imponente cortadora de embutido. “Las colecciono”, confiesa la empresaria. Pero su uso no es meramente ornamental. Si hay algo que le guste a esta italiana nacida en Bolonia es recibir en casa, cocinar para los amigos y ¡darle uso a la cortadora!

En la cocina, platos antiguos de Fornasetti de la línea de la pizza pintados a mano. “Son muy difíciles de encontrar”, cuenta Nicoletta Negrini. “Los localicé en un anticuario de Arezzo”.
En la cocina, platos antiguos de Fornasetti de la línea de la pizza pintados a mano. “Son muy difíciles de encontrar”, cuenta Nicoletta Negrini. “Los localicé en un anticuario de Arezzo”.
Negrini, ante una obra de 12 platos que componen la Eva de Fornasetti.
Negrini, ante una obra de 12 platos que componen la Eva de Fornasetti.
Detalle de uno de los baños de la casa, con la sencillez y el blanco y negro como señas de identidad. En las paredes, obras del artista Rupert Shrive.
Detalle de uno de los baños de la casa, con la sencillez y el blanco y negro como señas de identidad. En las paredes, obras del artista Rupert Shrive.

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