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Tres rutas en bicicleta de montaña entre volcanes, cortijos y playas del Cabo de Gata-Níjar

Viajar pedaleando ayuda a descubrir nuevas perspectivas de este parque natural de Almería, cuyo paisaje desértico hechiza y en primavera vive un periodo de deliciosa tranquilidad

Un ciclista pedaleando por un camino del parque natural del Cabo de Gata-Níjar, en Almería.
Un ciclista pedaleando por un camino del parque natural del Cabo de Gata-Níjar, en Almería.Geography Photos / Universal Images / GETTY IMAGES

La carretera que une Fernán Pérez con Agua Amarga, en el parque natural del Cabo de Gata-Níjar, parece un espejismo. En pleno desierto, es una delgada línea de asfalto de 15 kilómetros que pasa desapercibida en el horizonte. Como el Mediterráneo, aquí escondido entre montañas. Una desvencijada señal devuelve a la realidad: “Cala del Plomo a siete kilómetros”, indica. Este paisaje forma parte de solo una de las muchas rutas ciclistas que existen para saborear este paraje del término municipal de Níjar, en Almería.

Este es territorio de contrastes. “Extraño lo que en él sucede. Casi nunca nada. Todo. Lleno y vacío”, escribía Andrés Trapiello sobre la zona. Aquí hay rincones de aguas turquesa que invitan al nudismo, históricos cortijos abandonados, caminos que se adentran en viejos volcanes y pueblos que son poco más que un suspiro. La primavera y su tranquilidad invitan a aparcar el coche y subir a la bicicleta. Aquí proponemos tres rutas para exprimir la zona al máximo. Consejo: llenar el bidón con mucha agua. Esto es el sur de España y el calor aprieta sin avisar.

1. San José - Torre de la Vela Blanca (20 kilómetros, ida y vuelta)

Con unos 800 habitantes en invierno y unos 3.000 en verano, San José es la localidad que más turismo atrae en el cabo de Gata. Hay numerosos restaurantes, paseo marítimo, sencillos hoteles y un camping. También un local, único en los alrededores, donde alquilar una bicicleta de montaña. Regentado por el equipo de Medialunaventura, es buen punto de partida para descubrir algunas de las playas más sabrosas del parque natural almeriense. “La bici permite una perspectiva más cercana, tranquila y sostenible”, señala una de las responsables del negocio, María Dolores Villegas, de 49 años. Su recomendación para principiantes es adentrarse en la pista de tierra que se dirige hacia la torre de la Vela Blanca. No defrauda.

Alguien planificó aquí una carretera costera que, finalmente, se quedó en camino por motivos de conservación natural. Es una suerte que evita el tráfico denso: el acceso solo está permitido a cuentagotas y no más allá de cala Carbón, donde una valla corta el camino a los vehículos a motor. Ahí arranca el ascenso, con 300 metros de desnivel acumulado y vistas sobre las playas. Destaca la duna fósil de El Mónsul, que el padre de Indiana Jones hizo famosa mientras espantaba gaviotas con un paraguas. Tras la cumbre en el torreón defensivo, la vía se puede alargar unos tres kilómetros más hasta el faro del cabo de Gata y el arrecife de las Sirenas, incluso hasta la orilla de la playa de La Fabriquilla.

Arrecife de las Sirenas, junto al faro de Cabo de Gata.
Arrecife de las Sirenas, junto al faro de Cabo de Gata. Andia / Universal Images /; Getty Images (Andia/Universal Images Group via)

Desde la antigua fortaleza la vuelta es más sencilla. El descenso regala una imponente panorámica creada por los volcanes hace entre 15 y 8 millones de años. Es recomendable parar, con calma, en pequeños rincones como la cala de la Media Luna —de oscura arena— o grandes arenales como Los Genoveses. Aquí nace una alternativa: un sinuoso sendero que transcurre por un bosque de pitas y alcanza un bosque de eucaliptos a pie de mar. Luego, cerca de un curioso búnker escondido, sigue hacia un restaurado molino de harina cerca ya del asfalto de San José.

2. Fernán Pérez - Cala del Plomo - Agua Amarga (28 kilómetros, ruta lineal)

Los 15 kilómetros que unen Fernán Pérez y Agua Amarga son pura desconexión. Es esta una carretera estrecha, con delicadas curvas y escasísimos coches, que incita a disfrutar del paisaje desértico apenas salpicado de las espigadas flores blancas de la gamonilla. Sobrepasado su ecuador, una humilde señal indica la pista hacia la cala del Plomo, siete kilómetros más abajo. Rociado de algarrobos, palmitos y cornicabras, el camino es una colección de baches. El silencio inspira entre pedaladas. Este entorno es puro territorio de rave, con lomas aquí y allá, cortijos abandonados y la sensación, certera, de que la civilización queda lejos.

Con el polvo del camino en la garganta, un cortijo recién restaurado avisa de la cercanía de la playa. Tiene un minúsculo aparcamiento entre amarillas mimosas y verdes juncos. Cerca, entre coloridos arbustos por los que juguetean los gorriones, se camuflan unas cuantas casas de ensueño. La fina arena brilla como si estuviera salpicada de minúsculos espejitos, pero la mayoría del rebalaje está cubierto por grandes piedras que sugieren usar escarpines. No es la cala más cómoda de Almería, sí una de las más tranquilas. Un sendero rumbo norte permite llegar en pocos minutos a pie a la cala de Enmedio. Otra desciende hacia el sur hasta la exquisita cala de San Pedro.

Cala de Enmedio, una de las playas más bonitas Cabo de Gata.
Cala de Enmedio, una de las playas más bonitas Cabo de Gata.Daniel Villalobos (Alamy)

De nuevo en la pista y en bici, el retorno es un lento ascenso que pasa junto a alojamientos como La Almendra y el Gitano, del que apetece no salir nunca. Si hay piernas, para continuar hasta Agua Amarga no hace falta más motivación que pensar en sus chiringuitos a pie de playa. “No sé cómo vamos a superar un entorno tan bello y tan idílico”, decía la artista Coco Dávez al acabar el retiro creativo que organizó en la zona a finales de marzo junto a los escritores Alejandro Simón Partal y Jacobo Bergareche. Una certeza: no se supera.

3. Rodalquilar - Cortijo del Fraile (15 kilómetros, ruta circular)

Pocos paisajes más misteriosos en este parque natural que el valle de Rodalquilar. La carretera que desciende desde el mirador de la Amatista es una llamada a la acción a descubrir esta región volcánica. La localidad que le da nombre es apenas un puñado de casitas blancas. En sus calles hay obras de arte y hay gatos perezosos que remolonean entre cactus. Cada tarde se juega a la petanca en la plaza del Tenis, con la terraza de los recomendables restaurantes Samambar (cerrado temporalmente por reformas, prevé su reapertura este mayo) y Lebeche como palcos privilegiados. Junto al centro de interpretación Casa de los Volcanes, las sorprendentes minas de oro dan una vuelta de tuerca al ecléctico paisaje. Sus ruinas son una extraña distopía. Las vistas animan a soñar con quedarse a vivir.

Vista de la mina de oro de la localidad almeriense de Rodalquilar.
Vista de la mina de oro de la localidad almeriense de Rodalquilar.NACHO SÁNCHEZ

Allí parte una pista que bordea el antiguo poblado minero de San Diego, visible desde un mirador al que se accede a través de un angosto túnel. Otro pasadizo, un par de kilómetros más allá, también se hizo famoso gracias a la película Indiana Jones y la última cruzada. El trayecto alcanza luego un lugar excepcional, el cortijo del Fraile, declarado Bien de Interés Cultural en 2010. Escenario del crimen de Níjar en 1928, su historia inspiró a Federico García-Lorca para escribir Bodas de Sangre y, antes, a la periodista local Carmen de Burgos para su novela Puñal de claveles, protagonizada por Pura, una joven de “belleza carnosa, escultural, con la tez muy blanca y los ojos tan azules que parecían teñidos de añil”. Hoy, con su torre ladeada y la maleza ocupando las habitaciones, el edificio es pura ruina. Nada que ver con su apariencia en secuencias de películas como Por un puñado de dólares (1964) o El bueno, el feo y el malo (1966), de Sergio Leone.

Mirador de la Amatista, en el valle almeriense de Rodalquilar.
Mirador de la Amatista, en el valle almeriense de Rodalquilar. Alberto Carrera (Alamy)

Para completar el itinerario circular hasta Rodalquilar se puede tomar la pista que pasa junto a la casa rural Cortijo El Campillo, cuyos propietarios han elaborado un catálogo de 32 recorridos en la zona. Tienen bicis para sus inquilinos, según explica Martin Stegmann, uno de sus propietarios, así que es buena opción para alojarse. Otra alternativa es seguir hasta Los Albaricoques y sus muchos escenarios de película o pedalear en paralelo a la cañada de Montano, más al norte, que desemboca en Las Hortichuelas. El desvío a Las Negras se celebra en la terraza de La Bodeguiya al atardecer. Y el que se dirige hacia El Playazo, con la torre de los Alumbres coloreada de malvas y la batería de San Ramón rodeada de bonitas margaritas de mar, se festeja con un chapuzón. Toca brindar por el esfuerzo.

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