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Diez rutas maravillosas en España para hacer en bicicletas eléctricas

Las ‘e-bikes’ permiten emprender excursiones que antes solo podían realizar ciclistas experimentados. Pistas forestales, caminos rurales o carreteras locales y de montaña nos permiten alcanzar horizontes antes impensables. Del Cabo de Gata a la sierra de Ayllón pasando por el Maestrazgo, ideas para pedalear sin mucho esfuerzo por bellos paisajes

Un ciclista pedalea por un camino en plena naturaleza en Asturias.
Un ciclista pedalea por un camino en plena naturaleza en Asturias.getty images

En muy pocos años nos hemos familiarizado con las e-bikes (bicicletas eléctricas), sobre todo en las ciudades y en zonas con desniveles, donde han pasado a formar parte de lo cotidiano. Existen infinitos modelos que se adaptan a las diferentes necesidades y terrenos, y también kits de batería y motor que permiten transformar una bici convencional en una eléctrica. Entre las destinadas al ocio, las de montaña son las más populares; la mejor opción para quien desea explorar caminos y sendas. Las hay de diversos tipos —gravel, enduro, trail— y cada modelo tiene prestaciones distintas. Evidentemente, también se puede circular con ellas por asfalto y pistas fáciles, pero en este tipo de vía son menos eficientes, por lo que, si nunca vamos a ir por caminos, quizá sea buena idea apostar por un modelo híbrido. 

Más información en la guía 'España en e-bike' (GeoPlaneta) y en www.lonelyplanet.es.

Los aficionados al cicloturismo saben que a la hora de disfrutar de una excursión lo más determinante no son tanto los kilómetros, sino las cuestas. Y una buena parte de los parajes más interesantes están en rincones montañosos, remotos y solitarios. Se puede llegar hasta ellos con una bicicleta de montaña convencional, pero tal vez disfrutemos más del paisaje si el pedaleo nos requiere menos esfuerzo. Estas son 10 rutas en bici eléctrica por España a tener muy en cuenta.

Por playas de película del Cabo de Gata (Almería)

Entre los paisajes más originales por los que pedalear por España está el del Cabo de Gata, uno de los pocos tramos de costa todavía virgen del país; un surrealista escenario de lava enfriada que se asoma al Mediterráneo. El pueblo de San José es el centro del parque natural almeriense, el punto de partida para emprender excursiones sobre dos ruedas por un paisaje volcánico de relieves agrestes, con acantilados, playas y calas de película.

Un ciclista por una de las carreteras del Cabo de Gata (Almería).
Un ciclista por una de las carreteras del Cabo de Gata (Almería).getty images

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A partir de este pueblo se puede hacer una ruta de unos 27 kilómetros con paradas en rincones como la playa de los Genoveses o la de Mónsul que, presidida por un espectacular tómbolo negruzco conocido como La Peineta, ha servido de decorado en diversas filmaciones, como en Indiana Jones y la última cruzada, en la secuencia en la que Sean Connery abre el paraguas y ahuyenta a las gaviotas para librarse de un caza alemán. Y seguimos pedaleando por playas como la de la Media Luna y cala Carbón, ganando altura hasta la torre de la Vela Blanca, y a partir de allí, por un carril asfaltado hasta el arrecife de las Sirenas, en realidad focas monje que vivían por estas costas hasta hace unos cuarenta años.

Otra posible ruta sobre dos ruedas desde San José nos lleva pedaleando veinte kilómetros por el desierto litoral, recorriendo el sector norte del parque natural Cabo de Gata-Níjar. Todo empieza con una durísima subida que se ve recompensada por la panorámica desde lo alto, casi con tintes apocalípticos. Desde allí el camino se ensancha y va perdiendo altura hasta las ruinas de la Casa del Tomate, el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Entre hermosos acantilados se desciende por la pista hasta la ensenada de los Escullos, su duna fósil y el castillo de San Felipe. Un buen baño en la playa del Arco nos preparará para emprender el camino de retorno por el desierto del interior hasta San José.

Y una escala antes de llegar al final: el Pozo de los Frailes, donde se ha restaurado una monumental noria de sangre, de las que en otros tiempos servían para extraer agua utilizando la fuerza de los animales.

Vista de Hornos de Segura, en el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén).
Vista de Hornos de Segura, en el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén).Education Images (getty images)

El corazón de la sierra de Segura (Jaén)

Hay montones de rutas posibles para conocer la sierra de Segura en el parque natural más extenso de España, el de Cazorla, Segura y Las Villas (en la provincia de Jaén). En este caso, escogemos una que arranca del municipio jienense de Santiago-Pontones. Pontón Alto nos recibe con callejuelas por las que los coches tienen el paso complicado pero las bicicletas no tendrán problema. Desde allí, el antiguo camino que subía hacia Fuente Segura de Abajo, continua hacia Fuente Segura de Enmedio y después hacia Fuente Segura de Arriba.

Poco más allá está la poza donde nace el río Segura, aunque en determinadas estaciones puede llegar a secarse del todo. Aquí empiezan las pendientes más duras, las que llevan hasta el monte Mariasnal y el altiplano de los Campos de Hernán Perea. Casi 300 metros más arriba, avanzamos por la inmensa planicie una estepa kárstica atravesada por numerosos carriles, la mayoría de ellos perfectos para la bicicleta. Si seguimos el camino del Pinar del Risco podremos asomarnos a un bonito mirador. Y, después, toca seguir hacia el sur el camino de regreso. Pedaleando tranquilamente descubriremos la enorme diversidad de este parque en el que no faltan caminos y sendas para practicar el cicloturismo.

Carretera asfaltada camino de la localidad de Montoro de Mezquita, en la provincia de Teruel.
Carretera asfaltada camino de la localidad de Montoro de Mezquita, en la provincia de Teruel.Witold Skrypczak (alamy)

Sin prisas por el Maestrazgo (Teruel)

El silencio puede ser el mejor compañero de ruta mientras se pedalea por Teruel. Y se hace por una carretera panorámica mucho mejor. Como la llamada Silent Route, o Ruta del Silencio, 56 kilómetros de carretera autonómica (A-1702) que conecta el Bajo Aragón con el Maestrazgo turolense.

El itinerario es una experiencia de slow driving para los automovilistas y también para las motos y las bicicletas; una ruta a la que viene gente de toda Europa a probar el encanto de lo auténtico. Uno de sus hitos es el llamado puerto de Los Degollaos, al que se llega desde Ejulve, coronado por una imagen monumental de una cabra montés. Entre los ríos Pitarque y Guadalope se extiende uno de los tramos más espectaculares: lo mejor será alternar el pedaleo con el senderismo, para así llegar a los rincones más inaccesibles. Por ejemplo, la excursión hasta el nacimiento del río Pitarque son unos 10 kilómetros entre ida y vuelta. O la ruta que nos lleva a los estrechos de Valloré, un impresionante cortado por el que fluye el Guadalope. El sendero comienza en la pedanía de Montoro de Mezquita y avanza por el fondo del desfiladero, a través de unas pasarelas de madera sobre el nivel del cauce (tres kilómetros en total).

El pedaleo resulta especialmente interesante cuando pasa por el monumento natural de los Órganos de Montoro, unas inmensas murallas de roca caliza cuya forma recuerda a los tubos de los órganos de las catedrales. La senda nos desvía por una carretera aún más estrecha y seductora hacia el apartado pueblo de Pitarque, adonde se llega tras atravesar varios túneles excavados toscamente en la roca. En Pitarque, la mayoría de los visitantes da media vuelta, pero se puede ir más allá y ascender al alto de San Cristóbal por una dura pendiente, para después descender por pistas y caminos hasta Montoro de Mezquita, cerrando el circulo de la excursión por el lado opuesto de la montaña. No es una ruta muy larga (31 kilómetros) pero está llena de rincones de postal y además, al ser circular, se puede empezar en cualquier punto.

Zahara de la Sierra, uno de los pueblos blancos de la Sierra de Grazalema (Cádiz).
Zahara de la Sierra, uno de los pueblos blancos de la Sierra de Grazalema (Cádiz).Enrique Díaz (getty images)

De pueblo blanco en pueblo blanco en la sierra de Grazalema (Cádiz)

Los pueblos blancos gaditanos son el hilo conductor de una ruta por la sierra de Grazalema, que puede comenzar en el pueblo homónimo, uno de los más lluviosos de España y también uno de los más bonitos. La ruta puede iniciarse en la fuente romana de los Ocho Caños, donde el agua mana con fuerza por los ocho caños que salen de otras tantas cabezas de piedra.

Desde sus casas blancas, toca pedalear cuesta arriba, rumbo al puerto de las Palomas. Es una subida agradable, a través del bosque y bajo las grandes paredes de roca de la sierra del Pinar. La carretera aquí forma parte del encanto del viaje: una senda asfaltada como un balcón suspendido cerca de la cumbre. Luego la subida se vuelve más exigente e incluso a los ciclistas de La Vuelta a España les cuesta este tramo. Pero la ventaja de la e-bike es que todo va a otro ritmo y muy pronto solo vemos Grazalema abajo a lo lejos, rodeada de bosques. Nos espera un largo descenso hacia Zahara de la Sierra, custodiada por un castillo de origen árabe y asomada al embalse de Zahara-El Gastor, en lo más hondo del valle. Al final de la interminable bajada, parando aquí y allá en los miradores para admirar con calma el paisaje, llegamos al pueblo, donde reponer fuerzas en varios bares, terrazas y restaurantes.

De nuevo en marcha, ponemos camino hacia los pueblos blancos de Prado del Rey y El Bosque. Y solo queda el final de la ruta: una prolongada ascensión hasta el puerto del Boyar, parando para tomar aliento en Benamahoma, otra bonita localidad. En los últimos kilómetros pedalearemos de nuevo por las faldas de la sierra del Pinar y con un poco de suerte disfrutaremos de una buena puesta de sol desde el mirador de la cumbre. Ya solo queda bajar tranquilamente de nuevo a Grazalema y regalarnos con unos cubiletes, el dulce local elaborado con masa de mantecado.

Carretera hacia el faro de cabo Vilán, en la Costa da Morte (A Coruña).
Carretera hacia el faro de cabo Vilán, en la Costa da Morte (A Coruña).Feifei Cui-Paoluzzo (getty images)

Entre faros por la Costa da Morte (A Coruña)

Puestos a buscar una ruta espectacular, hay pocos lugares que puedan hacer competencia a los recorridos por la Costa da Morte: playas salvajes, rías bellísimas, faros… Y de todos los caminos, el que se dirige al cabo de Fisterra es el más famoso porque lleva nada más y nada menos que al fin del mundo, o al menos donde acababa el mundo conocido hasta hace quinientos años, si bien el punto más occidental de la Península está un poco más al norte, en el cabo Touriñán.

Para pedalear, podemos comenzar en Muxía, frente al santuario de Nosa Señora da Barca, con una imagen inolvidable: la de las barcas de pesca abandonando la bahía por la mañana temprano, con las últimas luces del faro. Se dice que las grandes rocas que hay junto al santuario, y en especial la Pedra dos Cadrís, tienen poderes mágicos y propiedades curativas. Pedaleando por un camino empedrado atravesamos el pueblo de Muxía y por la carretera local seguimos rumbo a Lourido. En el camino nos encontraremos con muchos peregrinos que apuran el último tramo del Camino de Santiago entre Muxía y Fisterra.

Desde Lourido, la ruta serpentea entre bosques de eucalipto y pinares y se asoma a balcones sobre el mar. Todo el itinerario alterna pistas asfaltadas con caminos de piedra que nos llevan al faro de Touriñán. Aquí es donde durante dos meses al año (en primavera y en otoño), Europa recibe los últimos rayos de sol. Se puede subir al faro, y el esfuerzo merece la pena solo por sus espectaculares vistas. El regreso podemos hacerlo pedaleando por Talón, pasando por la playa de Nemiña, para de nuevo enlazar con el Camino de Santiago y las señales amarillas que nos guiarán por el monte, entre pequeñas aldeas y bosques, hasta llegar a la aldea de Xurarantes. Desde este punto podremos tomar un carril asfaltado hasta la playa de Loureiro, ya muy cerca del puerto de Muxía, con sus buenos restaurantes para reponernos del esfuerzo después de 50 kilómetros largos de pedaleo.

El puente de Vadocañas, sobre el río Cabriel, en la reserva natural de las Hoces del Cabriel.
El puente de Vadocañas, sobre el río Cabriel, en la reserva natural de las Hoces del Cabriel.Sergio Formoso (getty images)

La sorpresa de las hoces del Cabriel (Cuenca y Valencia)

El Cabriel, principal afluente del Júcar, es un río de aguas muy puras que nace en los Montes Universales, en la comarca turolense de la Sierra de Albarracín. Allí, en un collado rodeado de pinos, una parte del agua se desliza hacia el noroeste para cruzar toda la Península hacia el Atlántico. El resto correrá por la vertiente opuesta hacia el Mediterráneo: ese es el Cabriel, que cruza en su recorrido la reserva natural de las Hoces del Cabriel, entre Villargordo del Cabriel (Valencia) y Minglanilla (Cuenca).

Comenzaremos a pedalear, por ejemplo, en el camping y complejo rural La Venta de Contreras, una antigua casa de postas del siglo XVI en Minglanilla que atendía a los caminantes y carreteros que llegaban por las míticas cuestas de Contreras. Este lugar encajonado entre montañas, y hoy olvidado, siempre fue un lugar estratégico en las comunicaciones entre el centro peninsular y Valencia. Tomaremos rumbo hacia el sendero de los Cuchillos por un camino cómodo que desciende hacia la central hidroeléctrica hasta un paisaje espectacular: un barranco sobrecogedor hecho a base de agua y tiempo. El río se puede salvar por una pasarela peatonal y se puede ver desde lo alto en el mirador de la Fonseca. Un poco más adelante están las hoces del Cabriel, primero la del Rabo de la Sartén y después la de San Vicente. Asomarse a cualquiera de ellas es peligroso y da cierto vértigo. Tras ver las hoces, nos queda pedalear hasta la fuente de La Oliva, donde podremos optar por dos caminos: uno para los más aventureros hacia el pueblo de Los Cárceles (Albacete); otro por Cañada Moluengo (Valencia) y las cuestas de Contreras. Un total de 65 kilómetros llenos de paisajes sorprendentes. 

Arquitectura popular en la pedanía de Montes de Valdueza, en el Valle del Silencio (León).
Arquitectura popular en la pedanía de Montes de Valdueza, en el Valle del Silencio (León).Javier Prieto (getty images)

Por el Valle del Silencio (León)

Uno de los rincones más tranquilos de la Península está en el Bierzo, concretamente en el valle del río Oza, afluente del Sil, o Valdueza, conocido como el Valle del Silencio. Durante siglos ha sido un refugio para gentes en busca de paz y sosiego, desde los principios del cristianismo, cuando los anacoretas se retiraban a estos lugares apartados para meditar. Mil años después la cosa ha cambiado, pero los pueblos conservan el encanto de tiempos medievales. El valle está a unos 15 kilómetros de la ciudad de Ponferrada y discurre entre el solo sonido del agua de los arroyos y nuestro propio pedaleo.

La ruta en bicicleta eléctrica puede comenzar y terminar en el pueblo de San Cristóbal de Valdueza, junto al monumental tejo milenario que hay al lado del cementerio. El árbol tiene un perímetro de cinco metros y se le calculan casi 1.300 años de vida. Pedalearemos por la única calle del pueblo, pasando frente a la iglesia, para ponernos en camino por una espectacular carretera de montaña que lleva hasta el puerto de El Morredero, entre León y Zamora, un clásico de La Vuelta Ciclista. Allí nos desviaremos a la altura del alto de la Cruz por un camino rural asfaltado que nos llevará zigzagueando y en pendiente muy pronunciada hasta de Peñalba de Santiago, un pueblo de piedra con tejados negros de pizarra. Escondido entre bosques y montañas gigantescas, es una valiosa muestra de la arquitectura tradicional del Bierzo, con una iglesia mozárabe del siglo X. Desde aquí volveremos, ya por pistas forestales, a San Cristóbal de Valdueza.

Paisaje en el parque natural de Ponga (Asturias).
Paisaje en el parque natural de Ponga (Asturias).Witold Skrypczak (alamy)

Curvas de vértigo en el parque natural de Ponga (Asturias)

Uno de los trayectos más épicos para los ciclistas por Asturias es el que llaman “el pequeño Alpe d’Huez". Se trata de un camino de solo 12 kilómetros, pero encaramado por paredes casi imposibles, que parte de las profundidades del parque natural de Ponga. Desde el sombrío desfiladero de los Beyos, tallado por la fuerza del río Sella, parte una estrechísima senda asfaltada que trepa hacia el pueblo de Casielles, en un recorrido vertiginoso que en menos de tres kilómetros encadena 23 curvas de herradura consecutivas. Es decir, un giro de 180 grados cada 160 metros.

La pendiente exige aplicarse desde el primer momento, acompañados por el estruendo del torrente que sigue toda esta parte de la ruta, hasta el desvío de Casielles. Aquí, tras pasar un puente, empieza la segunda parte de la ascensión, que continúa siendo dura, con un desnivel de 380 metros en solo tres kilómetros y con pendientes del 13% de media que en algunos tramos superan el 20%. La recompensa la tenemos al mirar a nuestro entorno: una perspectiva cada vez más aérea. Una vez en Casielles, con la bicicleta podremos continuar el camino que desciende hasta la remota aldea de Biamón, un pueblo casi abandonado del concejo de Ponga. Antes de afrontar el descenso —pronunciado, sombrío y algo resbaladizo—, el camino de tierra regala varias postales del desfiladero, cuyas peñas se desploman verticales hacia el río. Aquí hay que dar media vuelta porque ya no hay caminos, solo sendas como la del Cartero, en las que es preciso adentrarse a pie. Si nos han quedado ganas de pedalear, en el descenso encontraremos un desvío hasta Viboli, otra aldea aislada del mundo, donde quedan algunos hórreos que, a falta de suelo horizontal, se construyen en estas zonas asturianas agarrándose como pueden al terreno.

Vista de Torrecilla en Cameros (La Rioja).
Vista de Torrecilla en Cameros (La Rioja).alamy

A pedales por Tierra de Cameros (La Rioja y Soria)

En los solitarios límites entre La Rioja y Soria, Cameros brinda rutas maravillosas, sorteando pistas sobre la llamada sierra de Hormazas, a más de 1.500 metros sobre el nivel del mar. Son unos 25 kilómetros por el cordal de la sierra, que pueden comenzar en Montenegro de Cameros, el único pueblo de Soria que pertenece a la comarca de Cameros, y que presume de tener una de las ermitas más antiguas y bellas de la zona, la de San Mamés, del siglo XII. Y todo comienza cuesta arriba, rumbo al puerto de Santa Inés, una carretera que requiere cierto esfuerzo en bicicleta convencional y que es muy frecuentada por los ciclistas locales.

Otra opción es subir por pistas forestales, bajando en dirección a Villoslada de Cameros y desde ahí enlazar con la pista. Villoslada fue en otro tiempo un pueblo próspero, famoso por sus telares (más de 40) en los que se fabricaban paños reales. En Santa Inés se toma la pista que corona el alto de los Tres Mojones, donde hay un pequeño refugio y, sobre todo, una vista a de 360 grados realmente espectacular. Desde allí todo es bajada hasta el puerto de Montenegro, donde la ruta se convierte en una aventura solo apta para ciclistas con experiencia en caminos de montaña. Quien prefiera una bajada más tranquila también puede hacerlo por la carretera.

Majaelrayo, uno de los pueblos negros en la provincia de Guadalajara.
Majaelrayo, uno de los pueblos negros en la provincia de Guadalajara.Marcos del Mazo / (getty images)

La ruta de los pueblos negros de la sierra de Ayllón (Guadalajara)

En el noroeste de Guadalajara, los llamados pueblos negros son el eje vertebrador de los trazados para descubrir los agrestes caminos que se abren paso por un relieve complicado, entre imponentes paredes de pizarra. Son sendas tranquilas y solitarias, entre pueblos que conservan todo el encanto y una original arquitectura popular. El pedaleo puede comenzar en Campillo de Ranas, uno de sus pueblos más representativos. Una tranquila carretera nos llevará a Robleluengo, donde termina el asfalto. Desde allí y hacia el norte, un camino enlaza con la carretera que va desde Majaelrayo a Riaza por la garganta de la Peña del Rayo. Son pueblos que los fines de semana reciben cada vez más turistas, la mayoría desde Madrid, visitantes seducidos por el ambiente tranquilo y el cuidado entorno. 

Alternaremos de nuevo el asfalto y las pistas de tierra que nos dejarán en el punto más elevado de la excursión para luego descender hasta la carretera de Corralejo, que nos llevará a un vertiginoso cañón conocido como la Muralla China de Guadalajara. Desde allí la carretera serpentea, curva tras curva, cada vez más cerrada entre un muro de pizarras. Los últimos kilómetros son más tranquilos: un agradable pedaleo hasta el punto de inicio, ayudados por el motor eléctrico de la bicicleta.

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