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Entrevista:DE LA MASA AL NEOINDIVIDUALISMO

Michel Maffesoli propone una sociología de lo cotidiano

El pensador francés investiga los indicios de unas nuevas relaciones sociales

El pensamiento de Michel Maffesoli, autor de una decena de estudios y ensayos y uno de los nuevos valores de la sociología francesa, parece penetrar difícilmente en el mercado español. Sin embargo, este autor es para la sociología de la cotidianidad lo que Baudrillard para el ensayo sobre la cultura de masas: éste, visionario con toques apocalípticos; aquél, con visiones más optimistas sobre la emergencia de nuevas formas de socialidad, los dos, ineludibles a la hora de analizar lo que se ha dado en llamar con alguna premura la sociedad posmoderna.Pregunta. Quisiera situar su obra para el público español dentro de una reflexión sobre la condición posmoderna, que arranca con J.F. Lyotard en particular, no sin antes precisar que su aportación se sitúa al margen de las visiones al uso, ya sea la visión apocalíptica de un Baudrillard o la visión neoindividualista de Lipovetsky

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Un espíritu tribal

Respuesta. Con respecto al neoindividualismo, es obvio. No siento ningún tipo de afinidad con esta corriente. A eso lo llamo yo un pensamiento de segunda división por parte de la gente que ha importado lo que en Estados Unidos ha funcionado bastante bien -el individualismo- con obras importantes (pienso en Sennett o Lasch) y lo ha introducido en Europa sin darse cuenta que aquí se están produciendo fenómenos nuevos que ya no son los grandes agrupamientos de tipo institucional que habíamos conocido -partidos, sindicatos etcétera- pero que tampoco son un repliegue sobre el individualismo.

Aquí es donde apunto una estructura mediana que llamo la metáfora de atributo, que sería algo así como una nueva manera de vivir juntos. Entonces sí, me sitúo en contra de esta perspectiva que llaman neoindividualista y que reagrupa un poco a la gente defraudada por el comunitarismo político que ha culminado con el 68 y que luego, a la hora de la resaca, se ha revelado como neoindividualista.

En cuanto al otro aspecto de su pregunta, tampoco soy apocalíptico como Baudrillard, que por otra parte -¡y que conste!- es uno de mis amigos. Pero hay un punto en el que estoy en desacuerdo con él, y es que, partiendo de la constatación de que lo social racional totalmente finalizado ya no existe, acaba tirando el recién nacido con el agua del baño sin darse cuenta de que existe otra cosa, lo que llamaría un estar juntos fundamental que es la socialidad, aunque última mente está volviendo a este con cepto de socialidad.

Lo social y la socialidad

P. ¿No opina usted que se está produciendo actualmente una re visión del concepto mismo de masa (fue incluso el tema de un simposio que usted organizó en 1984)? ¿Es el status o la visión de las masas lo que ha cambiado?

R. Utilizo el término masa de manera acrítica; simplemente considero que se produce como una masificación. Es de constatar que tanto en lo que respecta a la cultura, el consumo o el ocio, el deporte, la música, etcétera, se produce lo que en francés podríamos llamar affoulement, mise enfoule (congregación de gente), y por otra parte es manifiesta la necesidad de pequeñas agrupaciones de gente.

Esto se puede extender a las grandes nebulosas que son las grandes megápolis modernas -Tokio, Los Ángeles, Sáo Paulo, etcétera-, que representan la forma espacial de la masa: hay que codearse, volver a encontrarse con la gente. Ya no hay una masa única, hay una especie de entidad protoplásmica en todos los ámbitos de la vida social cuyos contornos son borrosos. Hay formas específicas de relacionarse con el otro -la política, la organización racional- en el marco de determinadas instituciones, y hay otros momentos en los que todo es más viscoso, más confuso, para retomar la metáfora dionisiaca. Me parece que es lo que se está produciendo actualmente.

P:Ha hablado usted de socialidad, que es un concepto con el que ha trabajado mucho y que distingue de lo social...

R: Utilizo la oposición entre lo social y la socialidad. Lo social sería una relación con el otro que se ha elaborado a lo largo del siglo XIX, se ha concretado en el siglo XX y, a mi entender, hasta la década de los sesenta.

Es decir, un tipo de vida social muy mecanizada, muy relacionada, en la que todo entra dentro del orden de la razón. Es el nacimiento de lo social tal y como lo han analizado M. Foucault y su escuela, en lo que concierne la educación, la vida laboral, la sexualidad, etcétera.

Esto culmina en unas organizaciones específicas que son el trabajo social, la seguridad social; en resumidas cuentas, una ordenación de la ciudad o del orden político basada en una visión dominante y perfectamente codificada. Y luego uno se ha dado cuenta de que a partir de la década de los cincuenta se producía una saturación de este modelo. Ha habido señales de que la vida social no descansaba sobre algo simplemente racionalizado o mecanizado, sino que intervenían otros factores; pienso aquí por ejemplo, en la importancia de la imagen, de las pasiones, elementos todos que califico no como irracionales, sino como no racionales y que intervienen en la vida social.

Propongo el término socialidad -el hecho de que haya voluntad de estar juntos- para referirme a ello.

P. ¿Piensa usted que existe una determinada dinámica social, propia de nuestra época, que nos daría motivos para ser más optimistas en cuanto a la evolución de nuestras sociedades, en particular a través de la emergencia de nuevas formas de agregación social, lo que ha llamado usted un querer vivir social?

R. Sí, desde luego. Es Valery quien decía que las civilizaciones saben que son mortales. Esto es, ha habido una forma específica de agregación social, que es la lógica de lo político, y se ha elaborado en la modernidad; podemos situarla en el tiempo mediante tres polos que me parecen relevantes: Descartes, Lutero y la Revolución Francesa: filosoria, religión y política.

Vemos así cómo la modernidad nace y se fortalece ideológica y políticamente; es decir, instaura una manera de vivir en la ciudad que es del orden de lo político. El hecho de que esto tienda a desaparecer no quiere decir que no existen otros modos de agregación que puedan realizarse.

Actualmente considero que están surgiendo otras formas de agregación pero que resulta difícil dar cuenta de ellas porque hemos sido formados dentro de una perspectiva política -en el sentido amplio del término - que hace que planteemos todos nuestros problemas de relación con la alteridad en ese horizonte del proyecto, de la actitud progresiva, de las relaciones racionalizadas o mecanizadas, digamos apoliníneas o prometeicas, para utilizar la distinción que he retomado de Nietzsche. Naturalmente nos cuesta analizarlo, ya que toda nuestra instrumentación metodológica ha sido elaborada por la modernidad.

Entonces es cuando introduzco el concepto de tribalismo, o de socialidad, que son metáforas para reflejar una nueva relación social, que sería viscosa.

P. Sí, y al mismo tiempo usted habla de arcaísmo, sin darle al término un valor retrógrado.

R. Eso escenifica viejas ideas arcaicas en el sentido sencillo de la palabra; es decir, viejas pulsiones de comunidad, de calor humano, etcétera, y estos arcaísmos encuentran la ayuda del desarrollo tecnológico. Es esta coincidencia lo que me parece interesante. Pero resulta difícil determinarlo -lo analizo en mi libro-; vivimos en un caldo de cultivo en el que a lo mejor el 80% de lo que vemos existir es ya obsoleto, pero no se puede deducir de ello que haya que rechazar o negarse a entender este caldo de cultivo.

Me parece que uno de los mayores problemas es que actualmente la intelectualidad es especialmente incapaz de captar lo que está surgiendo.

P. En su último libro pone en entredicho usted en varias ocasiones una visión unitaria de lo social y también de lo cultural y habla de un área multicultural. En el aspecto social, ¿podemos hablar del fin de la lógica de la identidad?

R. Sí, termino con esto y estoy trabajando en ello actualmente Toda la modernidad se ha asentado sobre la lógica de la identidad, con una identidad sexual, una identidad profesional y una identidad ideológica -son los tres términos esenciales-, pero actualmente emerge otra cosa Esto me lleva a hablar en la actualidad de lógica de la identificación: es decir, que uno no tiene una identidad estable, pertenece a un sexo, tiene un trabajo, una ideología, pero se adhiere sucesivamente a una serie de cosas.

Aquí es donde yo aludo a un deslizamiento del individuo hacia la persona -siendo la persona las múltiples facetas que tiene cada cual-, que, de acuerdo con el lugar y las oportunidades, puede expresarse de manera diferente.

P. Sí, lo que implica también el fin de la lógica de la identidad cultural; pienso en las mezcolanzas; de los géneros y códigos, en lo que llamaría un melting-pot cultural en el que lo africano se codea con lo japonés, donde se hace flamenco-rock, donde se vuelve a la música árabe...

R. Sí, es algo apasionante. Personalmente creo que estamos atravesando un período de júbilo, en contra de lo que piensan los malos augurios, que creen que el fin de un mundo significa el fin del mundo. Estamos asistiendo al fin de un mundo, es verdad, el fin de lo que yo llamo el burguesismo, pero está naciendo otra cosa, que se hace dentro de un marco politeísta, policultural, con una mezcla de géneros a todos los niveles.

Universos cerrados

P. Para terminar, una pregunta para no faltar a las reglas del género: ¿piensa usted que estamos asistiendo a una renovación de la sociología francesa? Pienso en la eclosión de ensayos que no son forzosamente estudios o monografías, sino reflexiones sociales, maneras de pensar en sociedad.

R. Sí, en este aspecto soy optímista. Ha habido cotos cerrados, escuelas. Había que ser de Bourdieu, de Touraine, de Botidon, de Bolarricaud, etcétera. Esto es nefasto... Sí, en su tiempo fueron obras interesantes, y todavía lo sor[, aunque no comparta la fascinación por ellas. Cuando se vuelven universos cerrados, eso se ]llama escolástica. Es mortífero... No son los nombres los que importan, sino los mecanismos.

Actualmente me llama la atención ver cómo la joven generación de investigadores rompe los cierres y -lo mismo que ocurre con la ideología- toman prestado de unos y otros elementos; su visión plural tiene su parangón en la heterogeneidad social. En este sentido pienso que está naciendo o renaciendo una sociología muy viva, y esto se nota en los encuentros, en las revistas.

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