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Tribuna
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¿Por qué Miguel Hernández?

Recientemente, nuestro democrático Gobierno prohibió, primero, y disolvió después violentamente los actos que se habían organizado en homenaje a Miguel Hernández. Y sé lo que las autoridades responderán al poeta José Agustín Goytisolo -uno de los muchos que ha sido estúpida y brutalmente apaleado y que ha presentado una querella judicial por el atropello: «Usted sabía que los actos estaban prohibidos». Y si alguien preguntará por qué se prohibe celebrar a un poeta que nuestros mismos dirigentes de turno consideran una gloria nacional, se respondería: «Porque ustedes han politizado el homenaje». Pues hay quien cree o quiere creer que los poetas viven en el quinto cielo, y que precisamente porque son unos seres tan maravillosos no deben mezclarse en el tráfago y las luchas de este bajo mundo. Pero resulta que, Miguel Hernández sí se mezcló. Y que precisamente porque se mezcló, hoy, los jóvenes, y también los que no somos jóvenes, tomamos ejemplo de él y creemos que merece ser celebrado más que nadie. Y esto porque en él se da el valor en el doble sentidode la palabra: Valor de poeta y valentía de luchador.Centremos la cuestión radical:

¿Cuáles son las relaciones entre la poesía y la política? A primera vista parece muy sencillo decir: La poesía no tiene por qué ser política.. Pues no hay nada más cierto si entendemos que sus temas no tienen porqué circunscribirse a cuestiones de ese tipo. Pero eso -aun dando de lado que siempre ha habido una poesía estrictamente política, y no siempre menor- se vuelve más que dudoso si tomamos en cuenta que todos -y también los poetas- en la medida en que estamos sumergidos en nuestra circunstancia hacernos política. Abstenerse, como tantas veces se ha dicho, es también tomar partido: el de la clase en el poder.

Piénsese, por, otra parte, que muchas de las obras que hoy nos parecen puramente poéticas, porque el tiempo ha difuminado la violencia corrosiva de los hechos de la época en que se produjeron, nacieron en el curso de un combate ideológico y político-social en, último extremo, y que quizá esas obras no hubieran encontrado la fuerza expresiva que las ha hecho perdurar si, no hubieran nacido de un a tensión realista.

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Es claro que desde cualquier campo ideológico puede escribirse, y se ha escrito de hecho, poesía «comprometida». Pero la auténtica sólo será aquélla en que la toma de conciencia de la realidad sea correcta. Porque si no lo es, el error se traducirá, al margen de nuestras convicciones sólo mentales, en mala poesía.

Veamos un ejemplo: El año 193,7, Miguel Hernández publica en Valencia Viento del pueblo, El año 1938, José María Pemán publica en Zaragoza Poema de la bestia y el ángel Los dos son libros comprometidos. Es más, el de Pemán viene precedido de un largo prólogo en el que se condena la poesía pura, el individualismo del artista, etc., y es seguro que Miguel Hernández hubiera suscrito en principio esas palabras. ¿Por qué entonces los dos poetas llegan a resultados tan distintos?. Porque Pemán, cuando quiere corregir la poesía que considera acabada, se pone a construir otra artificialmente, ideológicamente, alegóricamente, y por decirlo así, desde fuera. No se mete en la entraña del pueblo que quiere expresar; se limita a predicar monamente las ideas que él cree -sinceramente, sin duda- salvadoras, pero que sólo son eso, ideología de clase. Escuchen en cambio a Miguel Hernández: «Intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba en España, y me metí, pueblo adentro, más hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispuesto a, defenderlo firmemente». ¡Con qué pasión palpita la verdad en estas palabras!

He aquí la lección. No se trata de que Miguel Hernández fuera mejor poeta que José María Pemán sino que se hizo tal porque en poesía, como en todo, comprender lo que hay que hacer no sirve de nada si ideamos las soluciones en lugar de extraerlas de un vívido, contacto con lo real tal y como Miguel Hernández las extrajo de su circunstancia.

Entiendan pues nuestros gobernantes que si celebramos, y seguiremos celebrando, a Antonio Machado, a Federico García Lorca, a Miguel Hernández, a León Felipe, a Rafael Alberti o a Blas de Otero, no eso sólo por lo que pudiéramos llamar su aséptico valor cultural, sino porque fueron hombres íntegros, y sólo por eso, porque fueron revolucionarios con conciencia de lo real, escribieron una gran poesía. ¿No decían los falangistas que los poetas mueven a los pueblos? Se ve que sí. Lo que pasa es que los mueven en una dirección exactamente contraria a la que ellos hubieran querido. Porque ¿dónde están los poetas de la Falange?

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