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La divulgación científica: un género para tiempos de descubrimiento, tecnología y pandemia

A la par que crece el interés por biología, el medio ambiente y nuevas herramientas, aumentan las respuestas por parte de unas propuestas editoriales cada vez más variadas y de mayor nivel

Feria del Libro en Madrid
Libros en una de las casetas sobre ciencia en la Feria del Libro en Madrid.Jaime Villanueva
Sergio C. Fanjul

El mundo está lleno de mecanismos ocultos que la humanidad va comprendiendo y explicándose a sí misma. Cómo funciona la atmósfera. Cuáles son los intríngulis de la estadística. Qué ocurre dentro de una célula. Cómo se comporta lo que es más pequeño que un átomo. Qué aspecto tienen los ácaros que viven en nuestro rostro. Qué les pasa a los bosques. Cuánto falta para que la especie humana se autodestruya. De todo esto trata la ciencia y, por ende, el género de la divulgación científica que es, junto con el periodismo, la forma más popular y eficaz de difundir estos conocimientos.

“La divulgación científica, especialmente en formato libro, vive un momento especialmente bueno: hay muchas voces nuevas y los temas son más diversos que antes”, dice el periodista y divulgador Antonio Martínez Ron, autor de Algo nuevo en los cielos (Crítica). La divulgación puede verse como el broche del proceso de la ciencia. No solo basta con emitir hipótesis, comprobarlas mediante la experimentación, hacer predicciones o encontrar aplicaciones tecnológicas, sino que el círculo se cierra cuando todo esto, que muchas veces sucede fuera de foco y es inaccesible para el profano, es explicado al público.

“Ahí es donde acaba el proceso de investigación, cuando se comunica con el público, ya sean otros investigadores, el público general, el alumnado o el público infantil: el conocimiento científico es un producto eminentemente social, y la universidad va tomando conciencia de ello”, dijo María Isabel Cabrera, presidenta de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE), en una mesa redonda de la Feria del Libro de Madrid. El evento ferial se dedica este año a la intersección entre libros y ciencia.

Una persona pasa por delante de la exposición fotográfica 'Bosques, nuestros aliados contra el cambio climático', en la Feria del Libro, el 30 de mayo.
Una persona pasa por delante de la exposición fotográfica 'Bosques, nuestros aliados contra el cambio climático', en la Feria del Libro, el 30 de mayo.Isabel Infantes (Europa Press)

Los libros de divulgación son producidos por editoriales universitarias, como las que forman la UNE, y por sellos generalistas, pues es un género que goza de buena salud. En los últimos años, el interés social por lo científico-técnico ha aumentado por varias razones, por ejemplo, la continua presencia de lo tecnológico en nuestras vidas, el goteo de nuevos hallazgos científicos o los eventos de impacto histórico como la pandemia. Ese interés es alimentado por medios de comunicación y editoriales. Al tiempo, dentro de la comunidad científica cada vez está más presente la convicción de que la divulgación es otra obligación de los investigadores, sobre todo si trabajan con fondos públicos, como una forma de retorno a la sociedad. En el lado malo, el frenesí de la investigación y la necesidad constante de publicar papers para construir un prestigio hace que los investigadores, muchas veces al borde de la precariedad, no puedan dedicar a la divulgación el tiempo que sería deseable.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre producción editorial, de 2019, el tema que copó la parte mayor del mercado fue la “literatura” con un 26,7%. Pero en segundo puesto estarían las ciencias agrupadas: puras (2,9%), aplicadas (6,5%) y sociales (9,3%), lo que sumado significa un 18,7%. En este porcentaje se incluirían los libros de divulgación científica y los libros científicos que no son de divulgación, por ejemplo, los manuales universitarios. Pero, además, según el informe Comercio interior de libro, elaborado por la Federación de gremios de editores de España (FGEE), la divulgación general fue en 2021 el subgénero más grande en cuanto a facturación dentro de la no ficción: sumó 168,4 millones de euros, con un aumento del 7,2% respecto al año anterior.

Explorando vínculo entre ciencia y sociedad

“Creemos que hace tiempo que está superado el paradigma basado en la especialización del conocimiento y apostamos claramente por la interdisciplinariedad y el vínculo que existe entre ciencia y sociedad”, dice Daniel Moreno, editor de Capitán Swing, dedicada a la no ficción en varias líneas, entre ellas la divulgación científica. Entre algunos de sus últimos títulos están El arte de la estadística, de David Spiegelhalter, o El arco iris de la evolución, de Joan Roughgarden. “Ya no existen dos culturas, humanista y científica, las humanidades son también ciencias prácticas, al igual que las ciencias pueden llegar a ser contemplativas”, añade Moreno.

Los temas que más se llevan en la divulgación actual tienen que ver con el medio ambiente y la biología, dada la crisis climática en la que nos vemos envueltos, o la alimentación, pero también disciplinas que siempre han cosechado interés como la física, la astrofísica, la neurociencia, o todo lo relacionado con lo tecnológico y la inteligencia artificial, también por razones coyunturales. Algunos títulos que ahora están sobre las mesas de novedades son La armonía de las células (Debate), de Siddhartha Mukherjee, Nanotecnología viva (Arpa), de Sonia Contera, Las ideas fundamentales del universo (Arpa), de Sean Carroll, La fantasía de volar (Ariel), de Richard Dawkins, o El nanomundo al descubierto (Paidós), de Anna Morales. “Lo que no está tan claro es que la proliferación de propuestas de divulgación se equipare a un número mayor de lectores: algunas editoriales pequeñas lo están pasando mal e incluso cerrando”, observa Martínez Ron, que, eso sí, se muestra satisfecho con la repercusión de sus libros: en septiembre saca otro. La editorial Volcano Libros, dedicada a temas de naturaleza, echó el cierre en enero.

Carl Sagan, en una imagen de la NASA.
Carl Sagan, en una imagen de la NASA.NASA

El género de la divulgación también tiene su canon, que ha asombrado a generaciones de lectores y despertado infinidad de vocaciones. Cosmos, de Carl Sagan. El gen egoísta, de Richard Dawkins. Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson. O El universo elegante, de Brian Greene. Entre otros. Incluso la alta divulgación, no tan apta para el profano, como La nueva mente del emperador, de Roger Penrose, o Gödel, Escher, Bach, el eterno y frágil bucle, de Douglas Hofstadter.

Sin olvidarnos de que la divulgación no tiene por qué circunscribirse a la ciencia dura, sino que también puede operar con mucho éxito en el ámbito de las humanidades: es el caso de Sapiens de Yuval Noah Harari, que ha vendido más de 20 millones de ejemplares en el mundo. Las humanidades, de hecho, tienen una particularidad: como no utilizan un lenguaje tan especializado como la ciencia (que se desarrolla sobre la matemática, la formulación química o la programación informática), en muchas ocasiones los autores de vanguardia no necesitan de la etapa de la divulgación para llegar a los lectores: lo hacen directamente. “Un libro de historia puede ser accesible para el público sin necesidad de un divulgador”, ejemplifica Cabrera.

No solo para profanos

Aunque cuando hablamos de divulgación imaginamos libros de científicos para no científicos esto no es necesariamente así. “Los científicos también consumimos divulgación: hay muchas ramas de la ciencia en las que nuestro conocimiento no es profundo y necesitamos esa especie de traducción, como cualquier otra persona”, dice el paleontólogo Juan Luis Arsuaga. Si bien Arsuaga ha ganado un premio Princesa de Asturias por su labor, seguramente necesite leer divulgación para enterarse de los últimos avances en química orgánica: para estar al día en física dice leer al italiano Carlo Rovelli, que publica sus obras en Anagrama. La ciencia es hoy en día muy amplia y especializada, inabarcable, y el experto en un ámbito es profano en otro. El propio Arsuaga, en compañía del escritor Juan José Millás, ha tenido gran éxito con su divulgación dialogada, sobre la vida y la muerte, publicada en Alfaguara: La vida contada por un sapiens a un neandertal y el libro homónimo para la muerte.

Es curioso, pero paralelamente al creciente interés por la ciencia, aumentan las creencias pseudocientíficas: terraplanismo, movimiento antivacunas o negacionismo del cambio climático. La divulgación es un muro de contención contra pensamientos alucinados. “Es una gran lacra”, dice Pura Fernández, vicepresidenta adjunta de Cultura Científica y Ciencia Ciudadana del CSIC y directora de su editorial, “las fake news tienen una velocidad de difusión enorme contra la que es difícil luchar. Intentamos trabajar sobre todo con los jóvenes, no solo a través de libros y nuestras colecciones de divulgación, sino con talleres, exposiciones, conferencias o nuestro programa de TikTok. Hay que educar en dónde buscar información de calidad y cómo la ciencia produce conocimiento fiable”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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