‘Malinche’: Nacho Cano convierte la conquista de México en un sainete delirante
El musical creado y dirigido por el antiguo miembro de Mecano cuenta con buenos cantantes y excelentes bailarines, pero el libreto resulta superficial
Música pegadiza, buenos cantantes, una escenografía vistosa y un magnífico cuerpo de baile con la presencia estelar del bailaor Jesús Carmona, ganador del premio Benois al mejor intérprete masculino de danza del mundo el año pasado, que viene a ser como el Oscar en su disciplina. Sin duda sus coreografías y zapateados son lo mejor de Malinche, el musical creado y dirigido por Nacho Cano, estrenado este jueves en Madrid. Asegura el antiguo integrante del desaparecido grupo Mecano que lleva 12 años trabajando en este proyecto y da fe de ello en un documental de hora y media que se emite en Netflix y que muestra cómo fue el proceso de investigación previo, la composición de la música y los ensayos. Cabía esperar, por tanto, un espectáculo mimado hasta el último detalle. Lo está en los aspectos citados, pero falla en la base: el libreto.
No solo por la superficialidad del argumento y el nulo desarrollo de los personajes, sino porque convierte la conquista española de México en un sainete con diálogos burdos, chistes picantones y algunas escenas delirantes. Hernán Cortés se embarca para huir de un lío de faldas y pega un brinco cada vez que aparece una moneda de oro en escena. El cura que lo acompaña se pirra por los mozos y por momentos parece una parodia de la Iglesia católica. Su ejército está formado por hombres bulliciosos y alegres que bailan flamenco, mientras que los aztecas son salvajes que sacrifican niños en ofrenda a su dios. Moctezuma es un místico bobalicón que acaba ascendiendo al cielo (literalmente) tras convertirse al cristianismo. Y la indígena Malinche, supuesta protagonista de la historia, apenas tiene dos escenas habladas y le basta un segundo para enamorarse de Cortés.
Si lo que pretendía Nacho Cano era ofrecer una revisión glorificadora de la conquista —o al menos eso se deduce del documental y de lo que explicó la semana pasada en su presentación a la prensa— no lo consigue con el libreto. Es tan simple que no hay por dónde rebatirlo y resulta inocuo. En cambio, las letras de las canciones tienen pegada en ese sentido. Por ahí puede calar el mensaje. Al estilo de los musicales de Disney, de los que parece haberse empapado el autor. “México grande, libre / mágico mundo nuestro”, repite el estribillo del tema estrella, que su autor define como “un himno a la alegría”, con una base musical y unos ritmos que recuerdan a los de Mecano. “Soy hijo del mezcal, la espada y el flamenco”, dice otro que no le debió de encajar en el argumento, pero que los intérpretes ejecutan al final como coda.
Todo invita a celebrar “el encuentro entre dos pueblos y sus culturas” y la bonita historia de amor entre Cortés y Malinche, de la que se dice que nació el mestizaje. La música suena a todo volumen, mucha percusión, guitarras eléctricas de vez en cuando y coreografías veloces para propiciar el subidón. Y por si a alguien no le ha llegado en la función, durante los aplausos de pronto el elenco se pone a cantar grandes éxitos de Mecano y entonces ya logran que todo el público se ponga en pie a bailotear en sus asientos.
Al menos, eso pasó la noche del estreno. Nunca hay que confiar en la reacción de los espectadores de una première porque la mayoría son amigos o familiares. Todos invitados, por supuesto. Pero en el caso de Malinche todavía menos por los elementos “extrateatrales” que han rodeado la producción desde sus inicios. Primero, por la romantización de una historia cargada de violencia. En segundo lugar, porque esa perspectiva parece gustar al Ayuntamiento de Madrid, gobernado por el PP, que el año pasado ofreció un solar para levantar una pirámide azteca como escenario del espectáculo, aunque poco después tuvo que recular por ceder a dedo un espacio público y al final Nacho Cano ha tenido que conformarse con una carpa en el recinto ferial Ifema (enorme, eso sí). A lo que se añade la confesada amistad entre el músico y la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. El proyecto quedó entonces irremediablemente señalado como el “musical de la derecha española”. Alimento para las trincheras de las guerras culturales.
Por eso había muchas expectativas cruzadas anoche. ¿Estaría Ayuso? Por supuesto, fue una de las primeras en llegar. También José María Aznar, Marta Sánchez y Toni Cantó. Y un popurrí variado en el que cabían desde Butragueño o Joaquín de Luz (director de la Compañía Nacional de Danza) hasta Massiel, Carlos Latre y Paco Clavel. No estaba Chanel, que iba a encarnar a Malinche hasta que hace dos semanas anunció que se bajaba del proyecto para grabar un disco. Al menos no se la vio por las primeras filas. Nacho Cano salió a saludar al final de la función y agradeció su apoyo a los amigos de las primeras filas, “sin los cuales no habría sido posible este sueño”. Mencionó expresamente a Ayuso. Y a ella pareció gustarle todo mucho porque aplaudió a rabiar.
Babelia
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