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UN CUADRO AL DÍA

Salvador Dalí y la verdad de los sueños

Los museos han cerrado sus puertas, pero la contemplación del arte sigue abierta. Cada día, recordamos la historia de una obra que visitamos a distancia. Hoy: ‘La persistencia de la memoria’, de Dalí

'La persistencia de la memoria' (1931), de Salvador Dalí.
'La persistencia de la memoria' (1931), de Salvador Dalí.Gala-Salvador Dalí Foundation/Artists Rights Society (ARS)

En la foto, Tamara de Lempicka lo observa con la mirada de las mil yardas. Sus brazos cruzados confirman la poca atención que está prestándole. Salvador Dalí parece explicarle algo de suma importancia mientras ella esboza una leve mueca irónica. En cuanto hagan la foto va a salir corriendo: los dos artistas han dejado hueco suficiente para que la protagonista de la "conversación” sea el cuadro favorito de la pintora, titulado Madre superiora (1935-1939). Están en la galería de Julien Levy, en Nueva York, el 18 de abril de 1941, en la inauguración de una exposición con obra de ella. La relación entre ambos migrantes a EEUU fue intensa durante los años en los que ambos vivieron en Hollywood, donde Dalí trabajaría para películas de Alfred Hitchcock, Walt Disney y Vincente Minnelli, convencido de la emergencia del cine surrealista en las salas de cine comercial, tras haber rodado con Luis Buñuel, en España, Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930).

En 1934, cuando el pintor surrealista anuncia su marcha a Nueva York, señala que va a trabajar con el marchante Levy, “el hombre que goza de mayor prestigio como importador de novedades y que, por su audacia, suscita más curiosidad por lo que hace”, comenta a la revista Mirador, en Barcelona. Antes de emigrar piensa del público americano –el que termina otorgándole la fama y el reconocimiento internacional– que “tiene complejo de inferioridad, pero se sitúa ante todo lo que nunca ha visto o ante lo que asombra a sus hábitos estéticos con un deseo de comprensión y aceptándolo como fenómeno”. De hecho, aseguró que el carácter de los norteamericanos era más propenso a entender a los surrealistas, que el europeo. Y para confirmar su argumento, favorable a los nuevos clientes que tenía en perspectiva, señaló las películas de los hermanos Marx.

Fue Julien Levy quien vendió a un comprador anónimo ese año, 1934, la que posiblemente es su pintura más famosa: La persistencia de la memoria (1931). La adquirió como regalo para el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La institución exhibe en su planta la obra que es epítome de su periodo surrealista más reconocible, y que resumió en una frase a un periodista del San Francisco Chronicle, a los pocos meses de la venta del cuadro, mientras se despedía de la entrevista. “El surrealismo siempre ha existido porque el hombre siempre ha creído más en su propia imaginación que en la realidad”, le dijo. En La persistencia de la memoria queda claro que su ambición plástica es dotar al mundo imaginativo del mismo grado de objetividad y realidad que al mundo corriente. “Lo que el surrealismo revoluciona es el argumento y para explicarlo recurro a los medios de expresión de siempre. Son los temas lo que es nuevo”, aclaró en otra entrevista de aquel año. Hizo con los medios tradicionales un sueño creíble.

Visita virtual: La persistencia de la memoria (1931), de Salvador Dalí, en el MoMA (Nueva York).

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