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Sorpresa, el nuevo disco de Morrissey es buenísimo

Críticas del último álbum del exlíder de The Smiths y de los trabajos de Carla Bley, U. S. Girls, Triángulo de Amor Bizarro, Trío Arbós y Rafael de Utrera, y Lina Tur Bonet

El cantante británico Morrissey.
El cantante británico Morrissey.Robyn Von Swank (BMG)

El artista derrota a la persona

Por Xavi Sancho

I Am Not A Dog On A Chain. Morrissey. Sony / BMG

"Si vas a saltar, salta / No lo pienses / Si vas a salir corriendo hacia casa y ponerte a llorar / Entonces no me hagas perder el tiempo / Si te vas a suicidar / Y si no quieres que te perdamos el respeto, adelante”. Estos fabulosos versos aparecen en 'Jim Jim Fall', el sorprendente tema que abre el nuevo álbum de Morrissey. Sorprendente por la forma en que el de Mánchester ha terminado por asimilar la electrónica que ha ido sacando la cabeza en algunas piezas de sus últimos trabajos y convertirla en algo que parece que siempre ha habitado en su visión del pop. Sorprendente, porque es buenísimo. Mucho mejor que cualquiera de sus últimos trabajos. Y como este corte, casi todo este álbum.

Morrissey hace ya tiempo que no va a ayudar a salvar a nadie, y mucho menos a sus fans. Bastante bien con lo suyo este señor de 60 años. The Smiths fue la banda que dio sentido a la vida a una generación y él, el líder que elevó la autoestima a millones de adolescentes apocados, frustrados, incomprendidos, solitarios, desubicados. Hablaban, y el único que parecía escuchar era Morrissey. Hoy, si le llamas y le dices que estás fatal y que vas a saltar del balcón, seguramente te conteste lo mismo que canta en este corte.

Para apreciarle en 2020 hay que alejarse bastante de él. De sus ideas políticas, de su actitud de viejo cascarrabias sin gracia, de sus incongruencias, boutades y delirios. Es curioso que una persona que ha construido su carrera apostando a que la vida y sus circunstancias son una buena novela haya abandonado esa idea para abrazar el concepto de realidad como algo que se desmantela en un titular. Clickbait metafísico. En la era en que cuestionamos constantemente la distancia entre el artista y su obra, a su favor hay que decir que a otros en su misma posición les lleva lustros de ventaja en lo de ser un imbécil y, bueno, de momento, él es solo un imbécil, no un delincuente. Y este imbécil ha escrito un tema a medio camino entre el trip hop y Lorde titulado 'Love Is On Its Way Out' que es una delicia. Y otro que es como si Mick Jagger tuviera buenos discos en solitario. Lo ha llamado 'Bobby, Don’t You Think They Know?' y cuenta con la voz invitada de la leyenda de la Motown Thelma Houston.

Es todo lo que nos gustaba de él incluso cuando empezamos a dudar de él. El resto del largo se debate entre experimentos que salen bien ('The Secret of Music' es Morrissey convirtiendo en algo digerible al último Scott Walker), recuerdos exitosos al divo del pop que fue ('Once I Saw the River Clean', 'What Kind of People Live in These Houses?') y propuestas para ganarse esa residencia en Las Vegas que merece y en la que reservaría asiento cada noche Nigel Farage, siempre y cuando Morrissey no vetara la carne del menú ('The Truth About Ruth'). En fin, que si quiere un amigo, cómprese un perro. Si quiere un buen disco escrito por alguien que solo sale de casa para liarla, escuche este.

Queremos tanto a Carla

Por Yahvé M. de la Cavada

Life Goes On. Carla Bley / Andy Sheppard / Steve Swallow. ECM / Distrijazz

La vida sigue, dice Carla Bley en el título de su nuevo álbum, un registro que suena como una afectuosa mirada a la riquísima trayectoria musical que empezó hace seis décadas, cuando su pareja y cómplice musical, el bajista Steve Swallow, encargó una composición a una jovencísima Bley. Hoy, la pianista y compositora es una leyenda viva del jazz, completamente activa a sus 81 años, y sigue viviendo un momento creativo excelente a pesar de las dificultades económicas para mantener formaciones grandes. Life Goes On tiene aire de fin de ciclo, quizá incluso de despedida, con Bley desplegando todas sus virtudes en el íntimo contexto de este trío que nació como tal hace más de 25 años, con su álbum Songs With Legs, y que resucitó a principios de esta década con Trios, en el que repasaba algunos de sus temas clásicos en este formato de piano, bajo y saxo. Tras Andando el Tiempo, segunda entrega de esta especie de trilogía, el nuevo disco es un extraordinario muestrario de, ante todo, la Bley compositora —sin duda, su faceta más importante—, pero también de su atractivo y envolvente estilo como pianista.

Estructurado en tres pequeñas suites, Life Goes On es el registro definitivo de un trío que va más allá del simple entendimiento musical: aunque el saxofonista Andy Sheppard, que lleva más de 30 años tocando con Bley, es un complemento perfecto, es en el constante diálogo entre la pianista y el bajo de Swallow donde se genera la personalidad del trío, con las notas entrelazándose con asombrosa elocuencia y naturalidad. La música es reflexiva y contenida, con un ambiente reposado, a veces melancólico, pero también luminoso y repleto de espontáneas líneas melódicas que se abren paso con fluidez entre los giros armónicos de las piezas. Estas composiciones de Carla Bley certifican la plena vigencia de una de las creadoras más personales que ha dado la historia del jazz.

Un luminosa (y vanguardista) bomba 'glam'

Por Laura Fernández

Heavy Light. U. S. Girls. Rough Trade

Como un animal salvaje, y esplendorosamente brillante, el sonido de Meg Remy, la chica de Illinois que prefiere considerarse canadiense, ha liderado el pop visceralmente experimental desde 2008. Y este extraño 2020 ha dejado caer lo que a todas luces parece una luminosa bomba, de raíz a ratos glam (las Bowie después de Bowie ‘Woodstock’99’ y ‘The Quiver to the Bomb’), a ratos decididamente ronette (a girl band de los sesenta aumentada suena ‘4 American Dollars’) y siempre revolucionaria (sí, el álbum es también una conversación que sucede en el interior de su cabeza: ‘Advice to Teenage Self’). Esta compacta y discursiva, decíamos, luminosa tormenta perfecta suena, premonitoriamente o no, a obsesiva redimensión de espacios, tiempos y formas, decididos a abrazar lo que tenemos, por más terrible que esto sea (‘Overtime’).

La canción festivalera del año

Por Carlos Marcos

Triángulo de Amor Bizarro. Triángulo de Amor Bizarro. Mushroom Pillow

Si el condenado coronavirus desaparece de nuestras vidas y se puede retomar la actividad de los festivales aquí tenemos una candidata a canción festivalera del año. Triángulo de Amor Bizarro ha firmado su ‘Friday I’m in Love’ (The Cure).Se titula ‘Vigilantes del espejo’ y es un pelotazo para brincar con un mensaje claro: no seas un cuarentón aburrido y gruñón, aunque sea solo por una noche. “Deja el trabajo y a los niños, vuelve al tabaco, mantén la dignidad”, exhorta con humor el grupo gallego en la canción estrella de este su quinto disco. Triángulo de Amor Bizarro es un álbum que mantiene su habitual pegada guitarrera, pero con una querencia hacia los temas atmosféricos menos ruidosos. Siguen evolucionando, la mejor receta para una larga trayectoria.

Enriquecedor encuentro

Por Fermín Lobatón

Travesías. Trío Arbós y Rafael de Utrera. Sacratif

La atracción de la música culta por el flamenco es antigua y se manifiesta con ilustres muestras. El prestigioso Trío Arbós protagoniza un nuevo y enriquecedor encuentro con el que ha trasladado la seducción a un largo proceso de búsqueda. Los arreglos, en su mayoría del pianista Juan Carlos Garbayo, otorgan a los estilos un acompañamiento que, aunque remite al tradicional de la guitarra, descubre sorprendentes posibilidades expresivas del conjunto de cámara. El cante dúctil de Rafael de Utrera se acomoda de manera natural en un discurso musical que se completa con piezas instrumentales. En él conviven Paco de Lucía y Moraíto con el compositor Jesús Torres. Su contemporaneidad se prolonga en la gacela lorquiana y se corona con una interesante relectura de La Leyenda de Camarón.

Volver a Italia

Por Luis Gago

La Bellezza. Música para violín del siglo XVII. Lina Tur Bonet y Musica Alchemic. Pan Classics

El título del disco parece un homenaje a La grande bellezza, la película de Paolo Sorrentino, aunque sin el adjetivo. Aquí cuadraría también a las mil maravillas, porque las obras —en su mayoría, italianas— elegidas con excelente tino por Lina Tur Bonet son un alarde de fantasía poética que nos transportan a pequeños paraísos imaginarios. Con su fortísima personalidad, arropada por un grupo de instrumentistas–cómplices excepcionales y exprimiendo al máximo el jugo de cada obra, la violinista da en la diana pieza tras pieza. Concluida la última, una bellísima sonata de Paolo Cima, hay que dejar que el lector siga avanzando, porque el silencio lo rompe una sorpresa inesperada de Marin Marais que la ibicenca toca con una viola d’amore, un instrumento ahora más necesario que nunca.

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