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Coixet achaca la dimisión de Lluís Pasqual a la presión independentista

La directora de cine lamenta el "ambiente irrespirable" en Cataluña que está provocando la salida de figuras del mundo cultural

Andrea Nogueira Calvar
Isabel Coixet interviene en el Hay Festival Segovia.
Isabel Coixet interviene en el Hay Festival Segovia.Pablo Martín (efe)

El Hay Festival Segovia trata este año de las brechas que amenazan la unidad de Europa. Cataluña es una de ellas y ha sido el foco de la conversación de sendas charlas celebradas el sábado y domingo. En la primera, participaron el historiador Paul Preston y el escritor y periodista Giles Tremlett; y en la segunda, la directora de cine Isabel Coixet y el corresponsal en España de The New York Times, Raphael Minder. La catalana lamentó el "ambiente irrespirable" que se vive en su comunidad debido a la presión independentista, que ha llevado, denunció, a la dimisión de Lluís Pasqual, último director del Teatre Lliure de Barcelona, entre otras salidas de figuras de la cultura.

Coixet, que siempre se ha mostrado en contra del proceso separatista, aseguró que cada vez más voces como la suya quedan en silencio por el hartazgo, “porque no quieres que te llamen fascista en la puerta de tu casa y te arrojen una bandera a la cara”. A este ambiente achacó la huida de compañeros del sector cultural catalán y sostuvo que no ponerse un lazo amarillo ha sido la sentencia de Pasqual, que renunció a su puesto a principios de este mes tras una campaña en su contra. Ella defendió la libertad de llevar en la solapa lo que uno quiera, "sea un lazo amarillo o una bandera de España” y afirmó que ella nunca quitará un lazo amarillo de la calle.

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No obstante, remarcó que el espacio público es de todos y que se siente “asfixiada con tanto plástico”. También menospreció este tipo de exhibiciones estéticas que considera “infantiles”, así como "los valores" que se están promulgando desde el Govern. “No entiendo cómo gente independentista que considero inteligente escucha un discurso de [Quim] Torra [presidente catalán] y les parece siquiera humano”, añadió en una conversación en la destilaba su cansancio por una situación demasiado dilatada en el tiempo. La cineasta pidió sentido común.

Según Coixet, que el director teatral no se pusiera un lazo amarillo ha sido su sentencia

Preston y Tremlett ahondaron en las raíces históricas del conflicto, pero señalando cuestiones que, especialmente el historiador, consideran fundamentales y poco tratadas como la corrupción y la incompetencia política que arrastran los Gobiernos español y catalán desde hace dos siglos. Esas claves han provocado una falta de cohesión social, en palabras de Preston, porque las políticas “poco flexibles de Madrid” siempre van a suponer un problema para la “las expectativas burguesas catalanas”. Esta situación viene desde la pérdida del Imperio español (1898) y se ha reproducido cíclicamente. Según Preston, Cataluña se ha inventado una historia propia para beneficiar sus horizontes económicos.

Esta invención también la denunció Coixet. La directora pidió que “no se escuche al que más grita en Twitter”, sino que “se acuda a las fuentes”, a los materiales que poseen el relato y se debata de “una manera racional”. Coixet incidió en la dificultad de vislumbrar la verdad en medio del “sainete confuso” en el que se ha convertido el proceso independentista.

Esta situación de tensión se ha incrementado, en opinión de Preston, por la negativa del Ejecutivo a permitir que los catalanes expresasen su identidad, “no en un referéndum, que es ilegal”, pero sí de manera consultiva. “La política del Gobierno central ha intensificado el problema”, afirmó en referencia a la inacción. Su compañero de mesa, Tremlett, matizó que no solo se trata de desidia, sino de no haber sabido demostrar el amor mucho antes: “En una relación hay dos partes, Cataluña tiene que querer a España y España a Cataluña, demostrar que se quieren, y esto se ha hecho cada vez menos”. Así, acusó a ambos de rechazar los símbolos de identidad del otro, en lugar de ensalzarlos como propios.

Preston justificó la pasividad en la necesidad de “enmascarar la corrupción” y lamentó este como el gran problema de España, que lleva a sus políticos a “no tener sentido de país, solo de ventaja inmediata”. Por último, Tremlett apoyó esta exposición categóricamente: “Hay un problema mucho mayor que el nacionalismo, pero es más fácil echarle la culpa [a este]”.

El espacio público

Sobre el espacio público hablaron Preston y Tremlett el sábado, refiriéndose a la renovación de los nombres de las calles franquistas. Ambos abogaron por “no quitar los símbolos, sino explicarlos”. “Dejamos un hueco vacío en el que el poder del momento pega lo que que quiere”, apuntó Tremlett.

También coincidieron en reasignar el significado del Valle de los Caídos con la exhumación de Franco y convertirlo en un museo de la Guerra Civil, cuestión pendiente en España. Preston incluso propuso una solución para enterrar los restos del dictador: “Lo enterraría en el mar”. El historiador explicó que una de las obsesiones de Franco había sido la de ser marino y que, además, así se evitaría la creación de otro lugar de peregrinaje para sus simpatizantes.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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