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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zona de confort

Rajoy estuvo tan a gusto con Bertín que hasta admitió que durante la crisis no explicó nada o lo explicó mal, pero todo resultó muy lógico, lo normal

Imágenes cedidas por TVE.
Íñigo Domínguez

Lo primero que le dijo Bertín Osborne a Mariano Rajoy, cuando entró en su casa con una botella de Albariño, fue que una vez bebiendo ese vino casi le vomita encima a Fraga. Estaba claro que eso a Mariano no le iba a pasar. Nos quedamos con las ganas de saber la historia, porque el anfitrión, esta vez, no consiguió que la cosa fuera de chistes y codazos cómplices. El presidente casi le durmió en el salón de su propia casa. "Hay buena temperatura", dijo al entrar, y se quitó la chaqueta. Se sintió de inmediato en su zona de confort, un término psicológico que se suele utilizar para decir a alguien que salga de ella, azuzarle para que no se acomode en su burbuja y arriesgue un poquito. Rajoy de ahí no se mueve, por eso sí va a casa de Bertín, o al hogar del pensionista de Olmedo. Para las cosas raras manda a Soraya, que baila y monta en globo. Es como el poli aburrido y el poli gracioso:

– Soraya maja, me dicen aquí los asesores que esta semana te toca hacer guerra de bolas de pintura.

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– Mariano, me viene fatal, acabo de salir de la peluquería. ¿No se puede hacer otra sesión de fotos de mujer fatal?

– No te metas en mi terreno, para presidente fatal ya estoy yo.

Rajoy ahondó en casa Osborne en lo que mejor le sale, el despiste. Descubrimos que es capaz de estar solo en un gimnasio con Obama y enterarse a los quince minutos y que una vez hasta le birlaron un décimo premiado del gordo de Navidad. Bertín tampoco se había enterado de que hay AVE a León, o eso quería hacer creer al espectador: "¿Pero qué me estás contando? Joder, joder". Una de sus frases favoritas para crear tensión dramática. Pero nada. Tenía que exagerar las emociones porque aquello era más monótono que la carta de ajuste. "¿Hay algo que te gustaría que la gente descubriera hoy de ti?", le preguntó. "Que me conozcan más". Era para salir corriendo.

Bertín se aplicó a fondo y se tiró a lo familiar. Lo que pasó es que hablaron mucho de difuntos y cosas tristes, y aquello no despegaba. Pero lo cierto es que no hubo grandes momentos de vergüenza ajena, que no es poco en estos tiempos televisivos, salvo en los embarazosos momentos musicales del programa. Rajoy resultó un tipo sereno y razonable. Lo normal. Como un amigo de tus padres con el que compartes una conversación plácida e intrascendente en una mesa esquinada de una boda. En la esquinita de abajo de la tele ponía "+7", el límite de edad autorizado, pero lo podía ver un bebé, que además hubiera caído redondo.

Rajoy no decepcionó porque dejó caer esas frases suyas de maestro de la obviedad y el retruécano involuntario: "He conocido España, por eso me siento español"; "No he sido de muchas novias, he sido de lo que me dejaran"; "Tengo una tendencia que me reprocha todo el mundo de no ir a ningún sitio"; "España es un país donde hay muy buena gente. Un país de primera división"; "Yo he estado en China, coño". "Para mí ser presidente de mi país es la pera". Su interlocutor asentía y siempre estaba "completamente de acuerdo". Por cierto, que siempre queda esa sensación rara de por qué demonios Bertín conoce a todo el mundo y qué pinta en todos los saraos. Va con el hermano de Rajoy en el séquito del Real Madrid a Munich y cena el otro día con el exalcalde de La Coruña.

Rajoy habló bien de Felipe González, se lleva bien con Zapatero, dijo que Rubalcaba es un señor. Lo normal, siempre lo normal, nada le altera. El confort tuvo el efecto balsámico de relajar a Rajoy y al final confesó a Bertín algo que nunca le habría dicho a un periodista, porque allí no les oía nadie. Se sinceró sobre los momentos más duros de la crisis: "Los primeros tiempos en el Gobierno yo no explicaba nada. Seguramente me explicaba mal, ni me expliqué. Tenía mil líos". Habló de "momentos enormemente duros, muchos, muchísimos" al borde del rescate. "Aquella época fue espantosa", concluyó, pero no había alternativa, él solo hizo lo normal, lo que hubiera hecho cualquiera. Contar lo jodido y cansado de gobernar, buscando la comprensión, ha sido el mensaje clave de campaña que Rajoy ha colado en un ambiente hogareño, donde todo se entiende.

Cuando acabó el momento tresillo y pasaron a la cocina el líder del PP estuvo más gracioso, aún más distraído. Y también tuvo retranca que le pusieran a jugar con el Barça en el futbolín. La actividad lúdica elegida era previsible, aunque uno podía esperarse algo tan inocente que ya te lo imaginabas con Bertín mirando a los nabucodonosorcitos en una maceta, como Epi y Blas. "Eres exactamente como me esperaba que fueras", concluyó Bertín. Los nabucodonosorcitos, criaturas minúsculas y atolondradas, dice Wikipedia, a menudo, tenían que afrontar difíciles decisiones como ir al zoo en menos de tres días, salir de una habitación o colgar un cuadro en la pared. Pero vivían felices en su zona de confort y al final todo salía bien, salvo alguna cosa.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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